Casa de estrellas

A todos los Ma...
amores de mi vida.




Vivo un poco lejos de la ciudad y eso está bien. Es una distancia física, una lejanía de compromisos que me atan a mis sitios de pertenencia, mucho más al sur.
Ella sigue ahí, quizás cambió de administradores, o tal vez continúan cuidándola los miembros de la misma familia de portugueses que la instalaron allá por 1940.
Es una de las calesitas más antiguas de Buenos Aires. Lo supe por el buscador que todo lo descubre, y hoy, al escribir esta pincelada del tiempo, tengo que detenerme cada tanto a enjugar las lágrimas que inevitablemente me llenan los ojos.
Porque me vuelvo a ver en las tardes de verano. Visualizo a esa nena de suburbio, agreste y desestructurada, la que jugaba con los perros, la que se acostaba sobre el césped del jardín para observar la danza de las libélulas sobre un cielo celeste y sin edificios…
Me reencuentro con esa otra memoria de horas urbanas, con siete, ocho años, con un vestido estampado de flores que me había confeccionado mi tía Bety, mi amada, nunca olvidada Tity, mi segunda madre, que hacía de ponerme linda, como le llamaba al trabajo de convertirme en una especie de muñequita de aspecto prolijo y peinarme, un ritual.
Así me llevaba, cuando aminoraban los efectos del sol, pasadas las seis, a la Plaza Primero de Mayo de su barrio porteño de Balvanera, donde yo comenzaba a palpitar mis emociones con el regalo de los paquetes de figuritas de Sarah Kay comprados en el kiosco del camino, y después con los momentos de la calesita que atendía un señor mayor, adorable, de sonrisa diáfana, que me brindaba un cariño especial, y que me miraba con una expresión de abuelo que todavía hoy se me dibuja en el aire cuando revivo esas escenas.
Y me subía rápido a mi caballito de siempre, pintado de amarillo y bordó, y alternaba la visión de los árboles altos que también giraban, con ese otro placer de cerrar los ojos y cantar con la mente aquellas letras de Cantaniño, para sumergirme en los escenarios que después escribía como relatos en mis primeros cuadernos.

“Hay que sembrar,
el mundo con amor
para vivir
con ilusión…”

Y estaba Maxi para ilusionarse junto conmigo, mi amiguito de ciudad, ya que Mario era mi precioso insustituible, mi compañero fiel de la escuela primaria en el suburbio.
Tesoros de la bendita infancia, como una casa de estrellas donde el amor y la amistad son iguales porque no existen límites entre ambas concepciones, porque los sentimientos no están profanados con esas dosis de egoísmo que lamentablemente arriban con la vida adulta, vida que a veces suele ser muy certera a la hora de quebrantar sueños.
El amor limpio, el de las manos unidas, las risas francas y emergentes, el de los latidos como música en el pecho que no son más que la alegría haciendo su obra…manifestándose…
Maxi, Mario, las mismas dos primeras letras del nombre de mi padre, de mi hijo, de mi esposo, de uno de mis hermanos de la vida, sagradas letras prendidas a una magia en la que creo y defiendo y que ninguna sombra, ni decepción, ni traición, ni la propia muerte me pudieron robar.

Era tan feliz, tan maravillosamente feliz en aquel pulmón verde en el medio de gigantes de hormigón, que hoy, muchos años después, vuelvo a cerrar los ojos y a sentir la brisa fresca del atardecer en la cara, los giros de mi calesita, el mareo dulce, imborrable, que como toda obra de ternura sembrada y cosechada, permanece y seguirá estando.
Que será motivo de emoción y de caricia, sí... una página muy delicada y hermosa, como toda historia de amor real.
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Niña del recuerdo
cuando duermes y sueñas
tus pestañas quietas
detienen la brisa entre las hojas.
Amada niña del viento
afortunados son
los que beben de tu luz.

No soy tipo de conmoverme con cualquier relato. En tu prosa no veo la diferencia entre la belleza-arte de la pluma y quien la mueve.
Kiss in your hand, dearest.

 

Hagamos un dúo, a ver, te imito un poco, aunque me cuesta lo que no es extenso:

A vos, compatriota de aquella tierra que hoy no existe
acopiador de prosas que a pocos les interesan
gracias por guardarlas donde no las alcancen,
la indiferencia y el olvido.

Confieso que el tuyo es un comentario que abre el grifo del agua en los ojos, como dice Arjona, pero para bien.
Sos muy generoso y atento. No sé cuánto tiempo me voy a quedar acá, pero va a ser bueno recibirte mientras esté.
Un gran abrazo.

PD: hablando de personas de viento, espero que recuerdes al hijo de los vientos y a su guardiana. Tiempos felices de historias que merecen ser mencionados. Almas de tinta, pero creo que pronunciarlos les da entidad y vuelven a vivir.

 

Nos remueve de vez en cuando la conciencia de nuestro propio pasar, el repunte de memoria que surge en el momento más inesperado. La infancia pervive en el interior de cada uno de nosotros y hay quienes cuidan a ese niño interior para que se sienta cómodo, para que esté a gusto. Los carruseles y más en concreto los caballitos, como los llamamos por aquí, son de los recuerdos más imborrables. Teníamos los preferidos, por el color, por la apostura, por la belleza de la silla, o porque llevase un rifle de madera como veíamos que portaban los vaqueros en las películas del oeste. La memoria se desboca, y pasa al olor de los churros recién hechos, al sabor del algodón de azucar, o a las rajas de coco, producto exótico por aquel entonces. Tienes entonces el convencimiento de haber sido feliz, con esa felicidad inocente de los pequeños, esos que, si no nos hacemos como ellos, no entraremos en el Reino de los Cielos.
Es tu prosa un lujo para este Portal. Es un billete para un viaje alrededor de nosotros mismos, viaje para conocernos, compararnos con otros y ver que no somos tan diferentes. Un relato brillante, lleno de ternura. Me siento muy afortunado por recorrer estas líneas. Un abrazo Cecy y mi admiración.

 

Buenas nochjes
Letras tristes en un hermoso relato que me pones a mi paso
Gracías
Un saludo

 

Esta es la historia que días pasados te contaba con respecto a la calesita de la infancia y mis recuerdos.
Es verdad, quien cuida del niño interior, quien lo preserva, se vuelve un mejor adulto. Crecer es conocer todo lo malo que precisamente el niño no tiene.
Mirar atrás es saber que la felicidad plena existió y no fue en etapas, como se suele presentar cuando pasan los años. Con el tiempo hay que atesorar cada instante feliz, porque puede eclipsarse cuando uno menos se lo espere.
Esta es una prosa que no tiene absolutamente nada de ficción, una necesidad de poner algunas memorias emotivas en palabras.
Te agradezco infinitamente, Luis que me hayas dejado reflexiones tan sabias y generosas.
Agradezco tu tiempo de este lado menos popular de la casa y sobre todo la lectura comprensiva. Especialmente eso, el comentario profundo. Tiene gran valor para mi.
Otro abrazo con cariño hasta tu primavera.

 

Muchas gracias, Fabiola por tu paso por mi espacio.
Que tengas un miércoles muy feliz.

 

Un dúo
hagamos otro en serio
te dejo abierta la propuesta.

Extrañamos la tierra de letras que ya no existe, dear de la misma manera y me queda claro.
El hijo de los vientos y Guardiana no vuelven a vivir porque nunca murieron, siempre están al tope y vigentes (son buenos personajes para "duetear")
Es una historia tan...
Te quedó inolvidable y SE quedó en muchos de nosotros.
Y donde vayas voy
y donde estés estoy
porque mi love a tus obras es al cien.
Beso tu mano.

 

Gracias a tí
Hasta otro rato

 

"Duetar", podría ser, por qué no, pero en otro momento, otro espacio y por el mero gusto de hacerlo a ver que sale.
Guardiana es tan distinta a mi, es una hija de letras tan opuesta a como soy, que no es lo mismo dirigirla, escribirla, que actuarla. Pero bueno, un dueto de otras características como ejercicio de las plumas no estaría mal.
Sí, las cosas preciosas como la tierra de la libertad creativa se extrañan y mucho.
Con respecto al love a mis obras, aprendí a decodificar, a separar verdades de adulaciones. No es tan complicado, las verdades permanecen y nos encuentran
Gracias por sacarme unas cuantas sonrisas y ojalá siempre merezca que estés, te lo digo de corazón.
Abrazo.

 

Es hermoso tu relato absolutamente entrañable, esos recuerdos que se han hecho un retazo del alma,
en ese todo que se va haciendo a punta de pedacitos, y que siempre vivirán en ella porque no se pueden
borrar, no conozco esa calesita, pero en mi ciudad había una parecida donde íbamos para montarnos en
"carreta" a caballos que conducía el señor Manolo y con el que dábamos vueltas por el barrio. Allí conocí
a mi primer amor que aún es mi amor, amigo, confidente, desde los cuatro años. Me hiciste emocionar
mucho amiga, son momentos por los que ha valido la pena vivir. Discúlpame lo extenso. Besitos llenos
de cariño que se aprieten en tus mejillas.

 

Creo que este es uno de los pocos relatos que no tienen nada de ficción. Se me fue el alma en estas letras, tuve que parar varias veces para secarme los ojos.
Calesita, carrusel, es la misma magia con distintos nombres.
Me alegra que te hayas emocionado y no me sorprende porque sos un alma sensible y adorable.
Nunca te preocupes por extenderte, a mi me encanta eso, me incomoda un poco cuando es al revés, pero todo lo extenso siempre me genera alegría.
Abrazos muy grandes que te alcancen y un millón de gracias por la generosidad de leerme.
Que tengas un hermoso finde

 

Hermoso y conmovedor tu relato.
Imposible no dejar una lágrima de emoción en estas letras tuyas, por tanto que evoca, por tanto que lleva en sí. Me ha encantado y transportado a una época de mi vida feliz.
Abrazo grande.

 

Si supieras la cantidad de de lágrimas que derramé mientras lo escribía...
Siempre me se va el corazón cuando recuerdo la infancia y me alegra mucho que te hayas conmovido.
Un abrazo y gracias por leerme

 

Hay lugares, al igual que hay personas, que se imprimen en el alma. Así pasa con lugares como éste.
Y ... pasado el tiempo, uno se pregunta cómo te podían poner aquellos vestiditos, aquellos lazos enormes en el pelo que parecían convertirte en un regalo de Navidad.
Y te espanta escuchar aquellas canciones que sonaban una y otra vez en la calesita... Pero ya es tarde, se ganaron un lugar de privilegio, un abrigo irreprochable en tu historia y en tu corazón.
Me ha encantado escarbar en tus papeles y encontrar esta historia de nostalgia que es tuya y puede ser de todos. Preciosas remembranzas.
Un abrazo.
Luz

 

Soy muy ritualista con los lugares, los objetos, en sí con mucho de lo que hay en mi vida; le doy características de sagrado a todo aquello que cambió para siempre mi corazón.
Como bien decís, son memorias que nunca se van a perder en el olvido.
En este relato no hay nada de cuento, soy yo al cien y me alegra, Luz que hayas podido entrar a esta página de mi infancia.
Tengo mucho que agradecerte.
Mis escritos fueron bastante maltratados en otros tiempos, es lo único negativo de exponerse en la vidriera de los sitios públicos, pero tener lectoras como vos y otros amigos hacen que todavía valga la pena levantar la pluma. Sobre todo cuando se necesita hacerlo para seguir adelante.
Un gran abrazo.