Cenicienta

Pienso en cascadas,
manantiales en ríos
desatando muertes, calentando resurrecciones,
elementales designios del destino,
para llegar hay que partir,
y el desierto de tu vestido tan rosa viejo,
tan inaccesible detrás de esa vidriera.
Besame con labios blancos si querés,
pero besame, besame al fin,
pienso en veranos color salmón,
tan lejanos, tan perdidos tras los años,
ahora la consigna es tratar de no perder,
jamás intentar ganar.
¿Es en verdad violeta el viento de tus cabellos?
Nos dicen que:
“Nacemos para recorrer un camino ya delimitado,
ya trazado”,
esferas de nuestros pies girando hacia un lugar,
cuando de pronto el frío de tu aliento que no está,
la triste convicción de tus palabras mudas,
puedo contarte mil historias, mil finales felices,
puedo saltar el abismo que nos separa y llegar,
puedo, puedo, pero el pálido gemir de tu sangre
enloquece mis sentidos y derrota mi ímpetu.
Juventud, pasado pretérito pluscuanperdido, juventud.
Ya dan las doce,
el campanario de la iglesia así lo anuncia,
se levantan los muertos de tu patio,
se sublevan los muñecos de tu cama,
y te vas, para siempre, definitivamente,
furiosa Cenicienta que abandonás tu cuerpo.