1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Cenotafios

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Orfelunio, 26 de Marzo de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 684

  1. Orfelunio

    Orfelunio Poeta veterano en el portal

    Se incorporó:
    15 de Mayo de 2009
    Mensajes:
    10.499
    Me gusta recibidos:
    808
    eho_1.jpg

    Cenotafios


    Cruces y luces, esvásticas rosas, oscuras testuces, prehistóricas losas. Templos al sol, el dios de todos los tiempos; limbos que van, siguiendo, siguiendo, lunas y vientos; fermentos del pan que manan sangrientos. Relatos de fantasía que dan lugar al mito, y el mito al hombre, que es el hombre que escribe el cuento, y es el cuento que imita al hombre con su palmito. Antes de la romería llamaron al cielo pasado con dos taconazos profundos; y dijo estar dispuesta a seguir tan buenos tientos.

    Cogió a la dama de la cintura y la llevo consigo para ver al santo; allí los casó en buenaventura y danzaron compases de fuego, alrededor de la hoguera y bajo un manto de luna. Al terminar la fiesta llevó a la dama a su sitio, y suerte fue del peregrino, que soltaron a tiempo la presa. Adiós querida Aurora… Tú espérame, que yo seré el precipicio, y no veas cobarde al que te llora, que tu alma ha de llevarle al epinicio.

    Unidos iban amor y muerte a la espera de echarse los tejos, pero esa noche dormirían juntos, que seducía un dios los otros amores mutuos. En noches de tantos frutos alzaron en sus desiertos gemidos que eran despiertos, compañas de vivos lutos; cuentos que no los cuento y fúnebres gorigoris, donde Orfeo tañe liras, resucita Eurídice, y se vislumbran más allá de las heraclidas columnas los cielos de Atlas y el jardín de las Hespérides.

    ¿Entre cuántos disparates viene el groso atávico remuerdo, que aún anda en quien sostiene raíz en la memoria y el recuerdo? ¿Con cuánto simulacro llega, quien predica en el poder, y se atreve con decir, que vaga y ciega, en su consejo, por vieja ha de ser? Los clérigos se creen la luz divina y predican las verdades que entretienen; no prenda yo de ésa vela alguna, ni tenga idolatrada a la andarina, que fueron con el muerto hasta el que temen, y allí descansa un gnóstico de cuna.

    -Pero, hijo… Hay que creer en algo.

    -¿En qué, padre? Yo creo en la luz que me alumbra y me da calor, y cuando no está me deja descansar.

    -¿Y yo?... ¿No soy luz para ti, hijo?

    -Sí, pero artificial.

    -¿Cómo? ¿No velo siempre por ti, día y noche? Me preocupo por tu bien desde que naces e intento darte lo mejor; una educación, unos estudios; alimento, vestido, cobijo; eres sangre de mi sangre.

    -Sí, sí, padre… Y cada mañana, antes que cante el gallo ya está tu presencia azuzando levantarme; y el cuerpo ya se levanta por sí sólo cuando ha tenido el merecido descanso; come cuando tiene hambre y bebe cuando tiene sed. ¿Porqué he de beber, y comer, de la misma fuente que tú? El manantial surte a muchas fuentes, y yo quiero beber no de una de ellas, sino del propio manantial. No tengo necesidad de probar, unas u otras, cuando ya encontré el agua viva que me sacia y me llena. Contentarte sería dar un rodeo innecesario.

    -¿Y la vida espiritual, hijo? No todo es carne, retoño mío. Hay también valores y horizontes por descubrir; sentirse vivos con el don y tener fe que nos lleve a la vida eterna.

    -No quiero contradecirte, padre, ni ser para ti una carga ni una desilusión. Allí hacia donde voy no es a otro sitio que donde estoy, pues la muerte anda siempre junto a mí, y es la vida la que poco a poco me hace morir; y si la muerte poco a poco me hace vivir, escogí el mejor camino, que muerto soy y vivo para siempre; y si digo que estoy vivo, ¿no me espera la sin dientes para recordarme que vestir al santo no me va a librar de su destino? Yo no estoy para este mundo predador; de tal manera que soy lujuria, soberbia; y hago el bien como hago el mal, ayuno y reviento, copulo y me abstengo; asalto tumbas, me desnudo en los altares y digo gorigoris, y meo entre la hierba y erijo litomentos; y defeco sobre iglesias que soterradas son conventos. No hace más verdad la mucha palabra ni el folklore, que sólo son pausas y liturgias que quieren adornar la indignidad carnal, cuando la carne no tiene necesidad de tal tormento. Quizá ese Santiago del Caballo Blanco, que me hablabas cuando niño, no supiera siquiera montar un caballo...

    -Hijo, ¿se es más poeta por asceta, o por esteta y culto samotracio?

    -No, padre, no; que no quiero conquistar ni mucho menos descubrir, ni santos cides, ni san pancracios, con desvestir a los epígonos y airear los cenotafios.
     
    #1
    Última modificación: 26 de Marzo de 2012

Comparte esta página