Chaska la estrella de mar.

Hace años que se cuenta, hace siglos que se vivió, hoy solo los entendidos pueden ver las líneas de verdad.
Era ella tan hermosa, tan resplandeciente como la primera flor de primavera, el primer rezago de agua dulce en las arenas perdía encanto ante ella, su mirada era cálida, calorcito que embriagaba a todos. Se llamaba Chaska y brillaba más que nadie.

Era tan hermosa esa mujer que los hombres pronto dejaron de adorar al cielo y volvieron sus miradas al amplio firmamento de sus mejillas, Chaska le quitaba luz a las estrellas.

Ellas estaban furiosas, furiosas es poco, un sentimiento muy humano invadió el corazón de los astros: envidia. Pero ningún dios puede castigar a una devota creatura, la princesa (porque tenía que ser princesa para explicar tamaña belleza) era entre todas las doncellas la más respetuosa y contemplativa en cuanto a las cuestiones del espíritu, de éste mundo y de los otros dos (el de arriba donde los dioses se guarecían y el de abajo donde las viejas generaciones descansaban).

Pero era su belleza un dulce veneno, un elixir que no se entrega a los humanos porque es secreto de los dioses. Todos los amantes que llegados desde las antípodas y en caravana hasta las puertas de su reino eran prueba de que su resplandor llegaba incluso más lejos que el de las estrellas.

La noche en que sus pies le llevaron por encanto a la orilla de la mar el viento no sopló porque se dejó hechizar por esa bella cara y el agua de la playa, la playa se quedó quieta, sonrojada, conteniendo el aliento, intimidada por aquella muchacha que se miraba en sus aguas. Y descubrió Chaska que su belleza brillaba en la noche más fuerte incluso que la luna, ella que hasta entonces lo había ignorado, se sonrió y al fin su humano corazón se apropió de toda la soberbia que desde su nacimiento le inculcaron.

- Soy más hermosa que el cielo. Tantos pretendientes me han dado dotes y promesas, ricos, pobres, jóvenes y viejos. Pero nadie, nadie es digno de rozar con sus manos mi belleza que es superior a este mundo.
Y se quedó contemplándose en el agua, bajo las estrellas. Hasta que estas, avergonzadas se marcharon y llegó el día ajeno a lo ocurrido. Chaska sin embargo no rindió pleitesía a la deidad, siendo ella misma sobrehumana ordenó al pueblo hincarse ante su presencia. La gente, influenciable y cambiante no reveló objeciones y adoraron todos a Chaska y su luz, a la luz más intensa que sus ojos veían.

Fue entonces que en lo alto, la luna y sus hijas, el sol y las nubes conspiraron contra ella. Una noche oscura, Chaska se miró en el agua calma de la playa y se deleitó de sí misma, pero inesperadamente sintió melancolía. Siendo tan bella no podía ser humana y sin ser humana ni diosa, no existía para ella nadie semejante a quien unirse. Chaska se descubrió sola y deseó intensamente un amante. De la mar emergió un hombre, un hombre pulcro y resplandeciente, vestido de escamas, de escamas que brillaban como el oro. Chaska le besó y en ese instante el extraño ser se hizo agua y Chaska, Chaska nadó en busca de su amante.

Se sumergió tan profundo que no volvió a emerger y desde entonces quedó convertida en estrella de mar. Atrapada en lo hondo de lo que alguna vez fue su espejo sigue brillando pero su resplandor ya no sube hasta las estrellas que rigen el cielo.

 

AntonioG. Es interesante como desarrollas la historia. Saludos.

 

la historia que comparto es un mito muy común en mi país y que tiene multitud de versiones, aquí yo la he narrado a mi estilo, gracias por leer.