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Colección antología de poesía crítica (Volumen 2)

Tema en 'Poetas famosos, recomendaciones de poemarios' comenzado por anaximandro, 8 de Octubre de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 864

  1. anaximandro

    anaximandro Poeta recién llegado

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    3 de Septiembre de 2014
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    COLECCIÓN ANTOLOGÍA DE POESÍA CRÍTICA

    VOLÚMEN 2

    LEÓN FELIPE

    (1884 – 1968)




    Su verdadero nombre era Felipe Camino García de la Rosa. Nació en Tábara (Zamora), donde su padre ejercía como notario. Pasó su infancia en Sequeros (Salamanca) y posteriormente en Santander. Se licenció de farmacéutico en Madrid, ejerciendo su profesión por varios pueblos españoles, aunque pronto cambió su vida al incorporar-se a una compañía teatral ambulante con la que recorrió la Península. Su vida bohemia le llevó a situaciones difíciles (pobreza, cárcel...). Consigue un empleo en Guinea Ecuatorial como administrador de hospitales; tres años después se traslada a México, donde trabaja de bibliotecario en Veracruz; posteriormente marcha a Estados Unidos, ejerciendo como profesor de literatura española. Allí se casa con Berta Gamboa, también profesora. Vuelve a España poco antes de iniciarse la guerra civil, en la que toma partido por la causa republicana. En 1938 se exilia definitivamente a México, donde fue agrega-do cultural de la República Española en el exilio, a la vez que da clases de literatura en diversas universidades americanas. Muere en México, a los 84 años de edad.

    La producción literaria de León Felipe se inicia con “Versos y oraciones del caminante” (1920), obra poética cuya temática y sencillez formal corresponde a sus experiencias iniciales. Seguiría “Drop a Star” (1933), que rompe todos los moldes del subjetivismo formalista de la época. Alcanza la plena madurez poética con “La insignia” (1936), “El payaso de las bofetadas” (1938), “Español del éxodo y del llanto” (1939), “El gran responsable” (1940), “Canto a mí mismo”, “Ganarás la luz” (1943), “El ciervo” (1954), “Oh, este viejo y roto violín” (1968), entre otras. En 1963 aparecieron en Buenos Aires sus Obras Completas. Cultiva el teatro con obras originales: “La manzana” (1951), “El Juglarón” (1961), además de hacer adaptaciones de algunas obras de Shakespeare.

    Sus versos expresan un talante crítico contra las injusticias sociales. Fue uno de los mejores intérpretes del sentimiento colectivo del pueblo español.

    León Felipe no ha obtenido el reconocimiento que, por el valor literario de su obra, le corresponde. Dos razones pueden alegarse al respecto: encontrarse entre la generación del 98 y la del 27, sin pertenecer a ninguna de ellas; luego, su posterior exilio a México, oscureció su figura en España, máxime al ser prohibida por la censura la publicación de sus obras. Aunque casi desconocido en su país, sin embargo en México y Latinoamérica fue valorado y respetado como la calidad literaria de su obra merecía.

    OBRA POÉTICA DE LEÓN FELIPE


    • Versos y oraciones de caminante (1920 y 1929).
    • Drop a Star (1933).
    • La insignia (1936).
    • Pescador de caña (1938).
    • Español del éxodo y del llanto (1939).
    • El gran responsable (1940).
    • Traducción de Canto a mí mismo, de Walt Whitman (1941).
    • El poeta prometeico (1942).
    • Ganarás la luz (1943).
    • Parábola y poesía (1944).
    • Llamadme publicano (1950).
    • El ciervo (1954).
    • ¿Qué se hizo del rey don Juan? (1962).
    • Rocinante (1967).
    • Israel Discurso poemático pronunciado el 31 de julio de 1967 y publicado posteriormente en 1970 Finisterre, México D. F.
    • ¡Oh, este viejo y roto violín! (1968).


    Al concilio ecuménico

    ¡Oh, esos cardenales
    en el Concilio
    con sus elegantes vestiduras..!
    Ahí están,
    deshaciendo el Padre Nuestro,
    modificándolo a su gusto.
    El Padre Nuestro
    como me lo enseñó mi madre
    quieren que lo rece ahora de otro modo.

    En cambio ese salmo,
    ese salmo monstruoso y sanguinario
    de los Te Deum
    compuesto siempre por el vencedor,
    ese salmo tan del gusto
    de todos los dictadores...
    ahí está.
    ¿No le modificáis,
    no le tacháis... verdad?
    Os gusta mucho.
    Como a Franco,
    a Franco también le gusta mucho.
    Se lo voy a recordar al mundo.
    Aquí está:

    “Gracias, Señor,
    gracias porque me ayudaste
    a destruir a mi enemigo.
    Tú eres el Dios que venga mis agravios
    y sujeta, debajo de mí, pueblos”...

    De: Oh, este viejo y roto violín”.
    Finisterre Edit. México, 1965


    Ahora de pueblo en pueblo

    Ahora de pueblo en pueblo
    errando por la vida,
    luego de mundo en mundo, errando por el cielo
    lo mismo que esa estrella fugitiva...
    ¿Después?... Después...
    ya lo dirá esa estrella misma,
    esa estrella romera
    que es la mía,
    esa estrella que corre por el cielo sin albergue
    como yo por la vida.

    En: “Versos y oraciones de caminante”,
    Finisterre Edit. México. 1974


    Canción marinera

    Todos somos marineros,
    marineros que saben bien navegar.
    Todos somos capitanes,
    capitanes de la mar.

    Todos somos capitanes
    y la diferencia está
    sólo en el barco en que vamos
    sobre las aguas del mar.

    Marinero, marinero;
    marinero... capitán
    que llevas un barco humilde
    sobre las aguas del mar...
    marinero...
    capitán...
    no te asuste
    naufragar
    que el tesoro que buscamos,
    capitán,
    no está en el seno del puerto
    sino en el fondo del mar.

    Versos y oraciones de Caminante,
    Finisterre Edit. México, 1974


    Como tú

    Así es mi vida,
    piedra,
    como tú; como tú,
    piedra pequeña;
    como tú,
    piedra ligera;
    como tú,
    canto que ruedas
    por las calzadas
    y por las veredas;
    como tú,
    guijarro humilde de las carreteras;
    como tú,
    que en días de tormenta
    te hundes
    en el cieno de la tierra
    y luego
    centellas
    bajo los cascos
    y bajo las ruedas;
    como tú, que no has servido
    para ser ni piedra de una Lonja,
    ni piedra de una Audiencia,
    ni piedra de un Palacio,
    ni piedra de una Iglesia;
    como tú,
    piedra aventurera;
    como tú,
    que, tal vez, estás hecha
    sólo para una honda,
    piedra pequeña
    y
    ligera ...

    En: “Versos y oraciones de caminante”.
    Finisterre Editores, México, 1974


    Contadme un sueño

    Ahora estoy de regreso, he llegado hace poco,
    soy nuevo en la ciudad... Y esto quiere decir:
    Me durmieron con un cuento...
    y me he despertado con un sueño.
    Voy a contar mi sueño, narradores de cuentos.
    Voy a contar mi sueño.
    Es un sueño sin lazos,
    sin espejos,
    sin anillos,
    sin redes,
    sin trampas y sin miedo.

    Oíd:
    Soñé... ¡sueño!
    No soy un cuento.
    Vengo de más lejos...
    Soy y vengo del sueño.
    Y digo que soñar es querer, querer, querer...
    Querer escaparse del espejo,
    querer desenvolverse del ovillo,
    querer descoyuntarse de la dulce rosquilla de los cuentos,
    querer desenvolverse... prolongarse.
    Soñar es decir 4 veces,
    o 44 veces,
    o 4.444 veces, por ejemplo:
    yo no quiero,
    yo no quiero,
    yo no quiero,
    yo no quiero
    verme en el tiempo
    ni en la tierra
    ni en el agua sujeto...
    Quiero verme en el viento.
    Quiero verme en el viento.
    Quiero verme en el viento.
    Quiero verme en el viento.

    En: León Felipe. “Llamadme Publicano”,
    Finiestre Edit. México, 1974


    El Hacha

    Elegía española
    A los caballeros del Hacha,
    a los cruzados del rencor y el polvo...
    a todos los españoles del mundo.

    II

    ¿Por qué habéis dicho todos
    que en España hay dos bandos,
    si aquí no hay más que polvo?

    En España no hay bandos,
    en esta tierra no hay bandos,
    en esta tierra maldita no hay bandos.
    No hay más que un hacha amarilla
    que ha afilado el rencor.
    Un hacha que cae siempre,
    siempre,
    siempre,
    implacable y sin descanso
    sobre cualquier humilde ligazón:
    sobre dos plegarias que se funden,
    sobre dos herramientas que se enlazan,
    sobre dos manos que se estrechan.
    La consigna es el corte,
    el corte,
    el corte,
    el corte hasta llegar al polvo,
    hasta llegar al átomo.

    Aquí no hay bandos,
    aquí no hay bandos
    ni rojos
    ni blancos
    ni egregios
    ni plebeyos...
    Aquí no hay más que átomos,
    átomos que se muerden.

    España,
    en esta casa tuya no hay bandos.
    Aquí no hay más que polvo,
    polvo y un hacha antigua,
    indestructible y destructora,
    que se volvió y se vuelve
    contra tu misma carne
    cuando te cercan los raposos.
    Vuelan sobre tus torres y tus campos
    todos los gavilanes enemigos
    y tu hijo blande el hacha
    sobre tu propio hermano.
    Tu enemigo es tu sangre
    y el barro de tu choza.
    ¡Qué viejo veneno lleva el río
    y el viento,
    y el pan de la meseta,
    que emponzoña la sangre,
    alimenta la envidia,
    da ley al fratricidio
    y asesina el honor y la esperanza!
    La voz de tus entrañas
    y el grito de tus montes
    es lo que dice el hacha:
    "Este es el mundo del desgaje,
    de la desmembración y la discordia,
    de las separaciones enemigas,
    de las dicotomías incesables,
    el mundo del hachazo... ¡mi mundo!,
    dejadme trabajar."
    Y el hacha cae ciega,
    incansable y vengativa
    sobre todo lo que se congrega
    y se prolonga:
    sobre la gavilla
    y el manojo,
    sobre la espiga
    y el racimo,
    sobre la flor
    y la raíz,
    sobre el grano
    y la simiente,
    y sobre el polvo mismo
    del grano y la simiente.
    Aquí el hacha es la ley
    y la unidad el átomo,
    el átomo amarillo y rencoroso.
    Y el hacha es la que triunfa.

    III

    Hay un tirano que sujeta
    y otro tirano que desata...
    y entre los dos tu predio,
    libertad. ¡Libertad, libertad,
    hazaña prometeica,
    en tensión angustiosa y sostenida
    de equilibrio y amor!
    ¡Libertad española!
    a tu derecha tienes
    los grillos y la sombra
    y a tu izquierda la arena
    donde el amor no liga.
    Se es esclavo del hacha
    lo mismo que del cepo...
    Y el desierto es también un calabozo;
    el desierto amarillo
    donde el átomo roto
    no se pone de pie.
    De aquí nadie se escapa. Nadie.
    Porque dime tú, amigo cordelero,
    ¿hay quién trence una escala
    con la arena y el polvo?

    Español,
    más pudo tu envidia
    que tu honor,
    y más cuidaste el hacha
    que la espada.
    Tuya es el hacha, tuya.
    Más tuya que tu sombra.
    Contigo la llevaste a la Conquista
    y contigo ha vivido
    en todos los exilios.
    Yo la he visto en América
    -en México y en Lima-,
    Se la diste a tu esposa
    y a tu esclava...
    y es la eterna maldición de tu simiente.

    Tuya es el hacha, el hacha:
    la que partió el Imperio
    y la nación,
    la que partió los reinos,
    la que parte la ciudad
    y el municipio,
    la que parte la grey
    y la familia,
    la que asesina al padre
    -Alvar González,
    Alvar González, habla-,
    Bajo su filo se ha hecho polvo
    el Arca,
    la casta,
    y la roca sagrada de los muertos;
    el coro,
    el diálogo
    y el himno;
    el poema,
    la espada
    y el oficio;
    la lágrima,
    la gota
    de sangre,
    y la gota
    de alegría...
    Y todo se hará polvo,
    todo,
    todo,
    todo...
    Polvo con el que nadie,
    nadie,
    construirá jamás
    ni un ladrillo
    ni una ilusión.

    Partes II y III de la Elegía “El hacha”.
    En: León Felipe, “Español del éxodo y del llanto”,
    Finisterre Ediciones, México, 1974.


    El Salto

    Somos como un caballo sin memoria,
    somos como un caballo
    que no se acuerda ya
    de la última valla que ha saltado.

    Venimos corriendo y corriendo
    por una larga pista de siglos y de obstáculos.
    De vez en vez, la muerte...
    ¡el salto!
    y nadie sabe cuántas
    veces hemos saltado
    para llegar aquí, ni cuántas saltaremos todavía
    para llegar a Dios que está sentado
    al final de la carrera...
    esperándonos.

    Lloramos y corremos,
    caemos y giramos,
    vamos de tumbo en tumba
    dando brincos y vueltas entre pañales y sudarios.

    De: Obra poética escogida.
    Espasa Calpe, S.A. Madrid, 1977



    Franco

    Tuya es la hacienda,
    la casa,
    el caballo
    y la pistola.
    Mía es la voz antigua de la tierra.
    Tú te quedas con todo
    y me dejas desnudo y errante por el mundo...
    mas yo te dejo mudo... ¡Mudo!
    ¿Y cómo vas a recoger el trigo
    y a alimentar el fuego
    si yo me llevo la canción?

    En: Español del Éxodo y del Llanto.
    Finisterre Edit. México, 1964


    Loqueros... Relojeros...

    El sapo iscariote y ladrón
    en la silla del juez,
    repartiendo castigos y premios
    ¡en nombre de Cristo,
    con la efigie de Cristo
    prendida en el pecho!...

    Y el hombre aquí de pie,
    firme, erguido, sereno,
    con el pulso normal,
    con la lengua en silencio,
    los ojos en sus cuencas
    y en su lugar los huesos.

    El sapo iscariote y ladrón
    en la silla del juez,
    repartiendo castigos y premios...
    y yo tranquilo aquí
    callado, impasible, cuerdo... ¡cuerdo!
    sin que se me quiebre
    el mecanismo del cerebro.

    ¿Cuándo se pierde el juicio?
    Relojeros
    ¿Cuándo enloquece el hombre?
    ¿Cuándo,
    cuándo es cuando se enuncian los conceptos absurdos
    y blasfemos,
    y se hacen unos gestos sin sentido,
    monstruosos y obscenos?
    ¿Cuándo es cuando se dice,
    por ejemplo:
    no es verdad.
    Dios no ha puesto
    al hombre aquí en la Tierra
    bajo la luz y la ley del Universo:
    el hombre
    es un insecto
    que vive en las partes pestilentes y rojas
    del mono y del camello?
    ¿Cuándo, si no es ahora
    (yo pregunto, loqueros),
    cuándo es cuando se paran los ojos
    y se quedan abiertos,
    inmensamente abiertos,
    sin que puedan cerrarlos ni la llama ni el viento?
    ¿Cuándo es cuando se cambian
    las funciones del alma y los resortes del cuerpo,
    y en vez de llanto
    no hay más que risa y baba en nuestro gesto?

    Si no es ahora,
    ahora que la Justicia vale menos,
    mucho menos, que el orín de los perros;
    si no es ahora, ahora que la Justicia
    tiene menos
    infinitamente menos
    categoría que el estiércol;
    si no es ahora, ¿cuándo,
    cuándo se pierde el juicio?

    Respondedme, loqueros,
    ¿cuándo se quiebra y salta roto en mil pedazos
    el mecanismo del cerebro?
    Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos.
    Se murió aquel manchego,
    aquel estrafalario
    fantasma del desierto,
    y... ¡ni en España hay locos!

    Todo el mundo está cuerdo,
    terrible,
    monstruosamente cuerdo.

    ¡Qué bien marcha el reloj;
    qué bien marcha el cerebro,
    este reloj, este cerebro —tic, tac... tic, tac, tic, tac...
    es un reloj perfecto..., perfecto...; perfecto!

    En: Versos y oraciones del caminante


    Me voy porque la tierra y el pan y la luz ya no son míos

    Volveré mañana en el corcel del Viento.
    Volveré. Y cuando vuelva, vosotros os estaréis yendo:
    Vosotros los alcabaleros de la muerte, los centuriones en acecho
    bajo la gran ojiva de la puerta,
    los constructores de ataúdes que al medir el cuerpo
    amarillo de los que se van, con la cinta de metro y medio
    de los alfayates, decís siempre: ¡Cómo crecen los muertos!
    ¡Oh, sí! Los muertos crecen. El último traje que se hicieron
    al amortajarlos ya les viene pequeño.
    Crecen. Y apenas los entierran, rompen los tablones de pino
    y los catafalcos de acero;
    crecen después en la tumba, fuera de la caja, abren la tierra
    como las semillas del centeno
    y ya, bajo el sol y la lluvia, en el aire, sueltos,
    y sin raíces, siguen y siguen creciendo.

    Yo me voy a crecer con los muertos.
    Volveré mañana en el corcel del Viento.
    Volveré, ¡Y volveré crecido! Entonces vosotros
    que os estaréis yendo
    no me conoceréis. Mas cuando nos crucemos
    en el puente, yo os diré con la mano:
    ¡Adiós, alcabaleros,
    centuriones,
    sepultureros!...
    A crecer, a crecer,
    a la tierra otra vez...
    al agua,
    al sol,
    al Viento... al Viento...
    ¡Otra vez al Viento!

    En: “Y ganarás la luz”.
    Finisterre Editorial, México, 1974


    ¡No hay Dios!

    Auto en veinticuatro versos cortos

    La escena entre bastidores.
    Personajes:
    El público
    El director de la Revista
    El traspunte García
    La voz del guardarropa
    La voz del maquinista
    Coro de artistas y Dios que no aparece.

    —Pero qué pide el público? ¿qué quiere?
    ¿Por qué grita la gente? ¿Por qué silba?
    (le pregunta colérico al traspunte
    el director de la Revista).
    —Piden a Dios, dicen que salga Dios.
    —Pues que salga en seguida.
    —No le toca aún salir.
    —Que se le adelante la salida.
    A ver, a escena Dios. ¡Dios! ¡Dios!
    (El director se desgañita)
    ¡Dios! ¡Dios! ¿Dónde está Dios?
    ¡Búsquele usted, García!
    —¡No hay Dios! ¡No hay Dios!
    (vuelve el traspunte enrojecido de ira).

    ¡El Dios de la tramoya
    se lo han llevado los franquistas!

    De: Español del éxodo y del llanto,
    Finisterre Edit. México, 1974


    Palomas

    Al Dr. Jacinto Segovia, gran español.

    Las palomas de la plaza de San Marcos
    que el municipio de Venecia cebaba para los turistas
    se han muerto todas de repente…
    La paloma de Picasso que yo guardaba como una reliquia
    en un viejo cartapacio
    ha desaparecido…
    En el Concilio Ecuménico nadie sabe por dónde anda
    la paloma de la anunciación…
    Y el Vaticano está consternado
    porque se halla enferma la paloma del Espíritu Santo.
    Se dice que en el mundo hay ahora
    una mortífera epidemia de palomas…
    Y el Consejo de la Paz no encuentra
    por ninguna parte una paloma.

    En: ¡Oh, este viejo y roto violín!
    Edit. Finisterre, México, 1965


    Parábola

    "Más Él hablaba del templo de su cuerpo"
    San Juan, II: 21.

    "Y tomé el libro de las manos del ángel y me lo comí."
    Apocalipsis X: 9,10

    Había un hombre que tenía una doctrina.
    Una doctrina que llevaba en el pecho
    (junto al pecho, no dentro del pecho),
    una doctrina escrita que guardaba
    en el bolsillo interno del chaleco.
    Y la doctrina creció. Y tuvo que meterla en un arca,
    en un arca como la del Viejo Testamento.
    Y el arca creció. Y tuvo que llevarla a una casa muy grande.
    Entonces nació el templo.
    Y el templo creció. Y se comió al arca, al hombre
    y a la doctrina escrita que guardaba
    en el bolsillo interno del chaleco.
    Luego vino otro hombre que dijo:
    El que tenga una doctrina que se la coma,
    antes de que se la coma el templo;
    que la vierta, que la disuelva en su sangre,
    que la haga carne de su cuerpo...
    y que su cuerpo sea
    bolsillo,
    arca
    y templo.

    De León Felipe: “Y ganarás la luz”.
    Finisterre Edit. México, 1974


    Piedra de sal

    Tu estabas dormida
    como el agua que duerme en la alberca…
    y yo llegué a ti
    como llega
    hasta el agua que duerme
    la piedra.
    Turbé tu remanso y en ondas de amor te quebraste
    como en ondas el agua que duerme se quiebra
    cuando
    llega
    a turbar su remanso dormida
    la piedra.
    Piedra fui para ti, piedra soy
    y piedra quiero ser, pero piedra
    blanda de sal
    que al llegar a ti se disuelva
    y en tu cuerpo se quede
    y sea
    como una levadura de tu carne
    y como el hierro de la sangre en tus venas.
    Y en tu alma deje una sed infinita
    de amarlo todo… y una sed de belleza
    insaciable…
    eterna…


    ¡Qué pena!

    ¡Qué pena si este camino fuera de muchísimas leguas
    y siempre se repitieran
    los mismos pueblos, las mismas ventas
    los mismos rebaños, las mismas recuas!
    ¡Qué pena si esta vida tuviera
    esta vida nuestra
    mil años de existencia!
    ¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
    ¿Quién la soportaría toda sin protesta?
    ¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra
    al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?
    Los mismos hombres, las mismas guerras,
    los mismos tiranos, las mismas cadenas,
    los mismos farsantes, las mismas sectas
    ¡y los mismos, los mismos poetas!

    ¡Qué pena,
    que sea así todo siempre,
    siempre de la misma manera!

    De: Versos y oraciones del caminante


    Revolución

    Siempre habrá nieve altanera
    que vista el monte de armiño
    y agua humilde que trabaje
    en la presa del molino.

    Y siempre habrá un sol también
    un sol verdugo y amigo
    que trueque en llanto la nieve
    y en nube el agua del río.

    En Versos y oraciones del caminante


    Romero sólo

    Ser en la vida romero,
    romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
    Ser en la vida romero,
    sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
    Ser en la vida romero, romero.., sólo romero.

    Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
    pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
    ligero, siempre ligero.

    Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
    ni el tablado de la farsa, ni la rosa de los templos,
    para que nunca recemos
    como el sacristán los rezos,
    ni como el cómico viejo
    digamos los versos.

    La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
    decía Hamlet a Horacio, viendo
    cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
    un sepulturero.
    -No sabiendo los oficios los haremos con respeto- .
    Para enterrar a los muertos
    como debemos
    cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero.
    Un día todos sabemos
    hacer justicia; tan bien como el rey hebreo,
    la hizo Sancho el escudero
    y el villano Pedro Crespo...

    Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.
    Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
    ligero, siempre ligero.
    Sensibles a todo viento
    y bajo todos los cielos,
    Poetas, nunca cantemos
    la vida de un mismo pueblo,
    ni la flor de un solo huerto.
    Que sean todos los pueblos
    y todos los huertos nuestros.

    De “Versos y oraciones de caminante
    Finisterre Edit. México, 1974


    Sé todos los cuentos

    Yo no sé muchas cosas, es verdad.
    Digo tan sólo lo que he visto.
    Y he visto:
    que la cuna del hombre la mecen con cuentos...
    Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos...
    Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos...
    Que los huesos del hombre los entierran con cuentos...
    Y que el miedo del hombre
    ha inventado todos los cuentos.

    Yo no sé muchas cosas es verdad.
    Pero me han dormido con todos los cuentos...
    Y sé todos los cuentos.

    De: León Felipe, “Llamadme publicano”,
    Finisterre Edit. México, 1974


    Vencidos

    Por la manchega llanura
    se vuelve a ver la figura
    de Don Quijote pasar...
    Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
    y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar...
    va cargado de amargura...
    que allá encontró sepultura
    su amoroso batallar...
    va cargado de amargura
    que allá «quedó su ventura»
    en la playa de Barcino, frente al mar...

    Por la manchega llanura
    se vuelve a ver la figura
    de Don Quijote pasar...
    va cargado de amargura...
    va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.

    Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
    en horas de desaliento así te miro pasar..
    y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
    y llévame a tu lugar;
    hazme un sitio en tu montura,
    caballero derrotado,
    hazme un sitio en tu montura
    que yo también voy cargado
    de amargura
    y no puedo batallar.
    Ponme a la grupa contigo,
    caballero del honor,
    ponme a la grupa contigo
    y llévame a ser contigo pastor...

    Por la manchega llanura
    se vuelve a ver la figura
    de Don Quijote pasar...

    De “Versos y oraciones de caminante”


    Ven con nosotros, peregrino

    Cuando me han visto solo y recostado
    al borde del camino...
    unos hombres
    con trazas de mendigos
    que cruzaban rebeldes y afanosos
    me han dicho:
    -Ven con nosotros,
    peregrino.

    Y otros hombres
    con porte de patricios
    que llevaban sus galas
    intranquilos,
    me han hablado
    lo mismo:
    -Ven con nosotros,
    peregrino.

    Yo a todos
    los he visto
    perderse a lo lejos del camino...
    y me he quedado solo,
    sin despegar los labios, en mi sitio.

    De: “Versos y oraciones de caminante”.
    Finisterre Edit., México. 1974


    Acertijo

    El pueblo español es sólo arena,
    que lo oiga bien el general.
    El pueblo español es sólo arena.
    ¿Quién lo aglutinará?
    El aglutinador que lo aglutine
    no será un general criminal.
    ¿Quién lo aglutinará?
    León Felipe, Español del éxodo y del llanto.

    Finisterre Editores, México, 1976


    ¡Vamos hacia el infierno!

    El grito suena bien en el vientre de la cueva,
    el salmo bajo el mediodía de los templos
    y la canción en el crepúsculo...
    El grito es el primero.

    Hay un turno de voces:
    yo grito,
    tú rezas,
    él canta...
    El grito es el primero.

    Y hay un turno de bridas:
    él las lleva,
    tú las llevas,
    yo las llevo.
    Y a la hora de las sombras subterráneas
    la blasfemia reclama sus derechos.

    Los caballos piafan ya enganchados y la carroza aguarda...
    ¿Quién la lleva? Yo: el blasfemo.
    Yo la llevo, yo llevo hoy la carroza,
    yo la llevo.

    Éste es el poeta,
    tú eres el salmista,
    ése es el que llora,
    tú eres el que grita...
    yo soy el blasfemo.
    Yo la llevo, yo llevo hoy la carroza,
    yo la llevo.
    ¡Arriba! ¡Subid todos!
    ¡Vamos hacia el infierno!
    La aijada tiene su ritmo,
    y la tralla,
    y el grito,
    y el aullido...
    y la blasfemia del cochero.
    ¡Arre! ¡Arre!

    ¡Músicos,
    poetas y salmistas;
    obispos y guerreros!...
    Voy a cantar.

    Vida mía, vida mía,
    ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
    Vida mía, vida mía,
    tengo un ojo pitañoso
    y el otro con ictericia.
    Vida mía, vida mía.
    ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

    Ésta es la copla, la copla de mi carne,
    la copla de mi cuerpo.
    Mas si mis ojos están sucios
    los vuestros están ciegos.

    ¡Músicos,
    poetas y salmistas;
    obispos y guerreros!...
    Voy a cantar otra vez.

    El viejo rey de Castilla
    ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
    El viejo rey de Castilla
    tiene una pierna leprosa
    y la otra sifilítica.
    El viejo rey de Castilla
    ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

    Ésta es la copla de mi tierra,
    la copla de mi reino.
    Mas si mi reino está podrido
    su espíritu es eterno.

    ¡Músicos,
    poetas y salmistas,
    obispos y guerreros!...
    Llevadme de nuevo el compás.
    En los cuernos de la mitra
    ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

    En los cuernos de la mitra
    hay una plegaria verde
    y otra plegaria amarilla.
    En los cuernos de la mitra
    ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

    Ésta es la copla de mi alma,
    de mi alma sin templo
    porque la bestia negra apocalíptica
    lo ha llenado de estiércol.

    Tres veces cantó el gallo,
    tres veces negó Pedro,
    tres veces canto yo:
    por mi carne,
    por mi patria
    y por mi templo...
    Por todo lo que tuve
    y ya no tengo...
    ¡Arre! ¡Arre! ¡Arre!
    ¡Vamos hacia el infierno!

    Tú con el laúd,
    éste con el salterio,
    aquél con la bocina,
    ése con el lamento,
    vosotros con la espada
    y yo, como Don Juan y como Job, maldiciendo,
    blasfemando...
    cada cual con su instrumento.

    Vamos bien,
    no hemos errado el sendero.
    Conjugad otra vez;
    éste es el poeta,
    tú eres el salmista,
    ése es el que llora,
    tú eres el que grita,
    yo soy el blasfemo...
    ¿Y el sabio? ¿Dónde está el sabio? ¡Eh, tú!
    Tú qué sabes lo que pesan las piedras y lo que corre el viento...
    ¿Cuál es la velocidad de las tinieblas y la dureza del silencio?
    ¿No contestas?... Pues las bridas son mías.
    Yo la llevo,
    yo llevo hoy la carroza,
    yo la llevo.

    Músicos, sabios,
    poetas y salmistas,
    obispos y guerreros...
    Dejadme todavía preguntar:
    ¿Quién ha roto la luna del espejo?
    ¿Quién ha sido?
    ¿La piedra de la huelga,
    la pistola del gánster,
    o el tapón del champaña que disparó el banquero?
    ¿Quién ha sido?
    ¿El canto rodado del poeta,
    el reculón del sabio,
    o el empujón del necio?
    ¿Quién ha sido, la vara del juez, el báculo
    o el cetro?
    ¿Quién ha sido?
    ¿Nadie sabe quién ha roto el espejo?
    Pues las bridas son mías. ¡Adelante!
    ¡Arre! ¡Arre!... ¡Vamos hacia el infierno!

    Y para hacer más corta la jornada
    ahora cantaremos en coro, y cantaremos
    las coplas
    del Gran Conserje Pedro.
    Yo llevaré la voz cantante y vosotros el estribillo
    con lúgubre ritmo de allegretto.

    (Copla)

    Vino la guerra.
    Y para hacer obuses y torpedos
    los soldados iban recogiendo
    todos los hierros viejos
    de la ciudad. Y Pedro,
    el Gran Conserje Pedro,
    le dijo a un soldado: Tomad esto...
    Y le dio las llaves del templo.

    (Estribillo)

    Pedro, Pedro...
    el Gran Conserje Pedro
    que ha vendido las llaves del templo.

    (Copla)

    Pedro...
    Te dijo el Señor en los Olivos
    cuando heriste con tu espada al siervo:
    Mete esa espada en la vaina,
    que yo sé a lo que vengo.
    Y la metiste... con las cajas de caudales en el templo.

    (Estribillo)

    Pedro, Pedro,
    el Gran Conserje Pedro,
    amigo de soldados y banqueros.

    (Copla)

    Y ahora tenemos que ir al cielo
    dando un gran rodeo
    por el camino del infierno,
    cavando un largo túnel en el suelo
    y preguntando a las raíces y a los topos,
    porque ya no hay campanas ni espadañas, Pedro,
    y los pájaros... todos tus pájaros han muerto.

    (Estribillo)

    ¡Pedro, Pedro,
    todos tus pájaros han muerto!

    Sin embargo, señores, yo no soy un escéptico
    y hay unas cuantas cosas en que creo.
    Por ejemplo, creo en el Sol, en el Diluvio, y en el estiércol;
    en la blasfemia, en las lágrimas y en el infierno;
    en la guadaña y en el Viento;
    en el lagar, en la piedra redonda del amolador y en la piedra
    redonda del viejo molinero;
    y en el hacha que derriba los árboles y descuartiza
    los salmos y los versos;
    en la locura y en el sueño...
    y en el gas de la fiebre también creo,
    en ese gas ingrávido, expansivo y del etéreo,
    antifilosófico, antidogmático y antidialéctico
    que revienta los globos... los grandes globos, los globitos
    y el cerebro.

    Y creo
    que hay luz en el rito, luz en el culto
    y luz en el misterio.

    Creo
    que el agua se hace vino,
    y sangre el vino,
    sangre de Dios y sangre de mi cuerpo.

    Creo
    que el trigo se hace harina
    y carne la harina...
    carne de Dios y carne de mi cuerpo.

    Creo
    que un hombre honrado
    cuando nos da su pan
    tiene el cuerpo de Cristo entre los dedos.

    Y creo
    que en el cáliz yen la hostia
    hoy no hay más que babas del Gran Conserje Pedro.

    Éste es mi credo,
    y pronto será el vuestro.
    Ya lo iréis aprendiendo.
    Con él entraremos
    por la puerta norte y saldremos
    por el postigo del infierno.
    El infierno no es un fin, es un medio...
    (Nos salvaremos por el fuego.)
    Y no es un fuego eterno.
    Pero es, como las lágrimas, un elevado precio
    que hay que pagarle a Dios, sin bulas ni descuentos
    para entrar en el reino de la luz,
    en el reino de los hombres, en el reino de los héroes,
    en el reino
    que vosotros habéis llamado siempre, el reino beatífico del cielo.

    ¡Vamos allá!
    ¿Estamos todos? Hagamos el último recuento:
    Éste es el salmista, el que deshizo el salmo
    cuando dijo con ira y sin consejo:
    "Tú eres el Dios que venga mis agravios
    y sujeta debajo de mí pueblos."
    Y éste es el poeta luciferino,
    el que inventó el poema
    esterilizado y antiséptico
    y guardó en autoclaves la canción,
    puritano, orgulloso y fariseo.

    Aquí va el rey leproso y sifilítico,
    éste es el bobo intrépido
    y éste es el sabio tímido,
    cargado de tarjetas y de miedo.
    Aquí va el juez y el gánster,
    los dos juntos en el mismo verso.
    Éste es el presidente demócrata y guerrero
    que desnudó la espada en el verano
    y debió desnudarla en el invierno.
    (¡Ay del que se armó tan sólo
    para defender su granero,
    y no se armó para defender
    el pan de todos primero!
    ¡Ay del que dice todavía:
    nos proponemos conservar lo nuestro!)

    Allí va el demagogo,
    aquél es el banquero,
    estos son los cristianos
    (que ahora se llaman “los cristeros”).
    Y este es el hombre de la mitra,
    la bestia de dos cuernos,
    el que vendió las llaves...
    el Gran Conserje Pedro.

    ¡Aquí van todos!
    Y aquí voy yo con ellos.
    Aquí voy yo también, yo, el hombre de la tralla,
    el de los ojos sucios... el blasfemo.

    Sí, ahora ya sin hogar y sin reino,
    sin canción y sin salmo,
    sin llaves y sin templo...
    yo la llevo, yo llevo hoy la carroza,
    yo la llevo.

    Se va del salmo al llanto,
    del llanto al grito,
    del grito al veneno...
    ¡Arte! ¡Arre!
    ¡Y se gana la luz desde el infierno!

    En: Ganarás la luz
    Finisterre Edit. México, 1974


    Escuela

    A mi querido amigo
    el Dr. Carlos Parés,
    sin el cual este libro no existiría.

    Oí tocar a los grandes violinistas del mundo,
    a los grandes "virtuosos".
    Y me quedé maravillado.
    ¡Si yo tocase así!... ¡Como un "Virtuoso"!
    Pero yo no tenía
    escuela
    ni disciplina
    ni método...
    Y sin esas tres virtudes
    no se puede ser "Virtuoso".
    Me entristecí.
    Y me fui por el mundo a llorar mi desdicha.
    Una vez oí... en un lugar... no sé cuál...
    "Sólo el Virtuoso puede ver un día la cara de Dios".
    Yo sé que la palabra "Virtuoso" tiene un significado equívoco,
    anfibológico,
    pero, de una o de otra manera, pensé,
    yo no seré nunca un "Virtuoso..."
    y me fui por el mundo a llorar mi desdicha.

    Anduve... anduve... anduve...
    descalzo muchas veces,
    bajo la lluvia y sin albergue...
    solitario.
    Y también en el carro itinerario
    más humilde de la farándula española.
    Así recorrí España.
    Vi entonces muchos cementerios,
    estuve en humildes velorios aldeanos
    y aprendí cómo se llora en los distintos pueblos españoles.
    Blasfemé.
    Viví tres años en la cárcel...
    no como prisionero político,
    sino como delincuente vulgar...
    Comí el rancho de castigo con ladrones y grandes asesinos...
    viajé en la bodega de los barcos;
    les oí cantar sus aventuras a los marineros
    y su historia de hambre a los miserables emigrantes.
    He dormido muchas noches, años, en el África Central,
    allá, en el Golfo de Guinea, en la desembocadura del Muni,
    acordando el latido de mi sangre
    con el golpe seco, monótono y tenaz
    del tambor prehistórico africano
    de tribus indomables...
    He visto a un negro desnudo
    recibir cien azotes con correas de plomo
    por haber robado un viejo sombrero de copa
    en la factoría del Holandés.
    Vi parir a una mujer
    y vi parir a una gata...
    y parió mejor la gata;
    vi morir a un asno
    y vi morir a un capitán...
    y el asno murió mejor que el capitán.
    Y ese niño, ¿por qué ha llorado toda la noche ese niño?
    No es un niño, es un mono -me dijeron.
    Y todos se rieron de mí.
    Yo fui a comprobarlo
    y era un mono pequeño, en efecto,
    pero lloraba igual que un niño,
    más desgarrada y dolorosamente que todos los niños
    que yo había oído llorar en el mundo.
    El Sargento me explicó:
    -Anoche en el bosque matamos al padre y a la madre,
    y nos trajimos al monito.
    ¡¡Cómo lloraba el monito!!

    Estuve en una guerra sangrienta,
    tal vez la más sangrienta de todas.
    Viví en muchas ciudades bombardeadas,
    caminé bajo bombas enemigas que me perseguían,
    vi palacios derruidos, sepultando
    entre sus escombros niños y mujeres inocentes.
    Una noche conté cientos de cadáveres
    buscando a un amigo muerto.
    Viví en manicomios y hospitales.
    Estuve en un leprosario
    (junto al lago petrolífero y sofocante de Maracaibo)
    me senté a la misma mesa con los leprosos.
    Y un día, al despedirme,
    les di la mano a todos,
    sin guantelete, como el Cid...
    no tenía otra cosa que darles.
    He dormido sobre el estiércol de las cuadras,
    en los bancos municipales,
    he recostado mi cabeza en la soga de los mendigos,
    y me ha dado limosna -Dios se lo pague-
    una prostituta callejera.
    Si recordase su nombre lo dejaría escrito aquí orgullosamente
    en este mismo verso endecasílabo
    ¡Oh, qué alegría!, poder pagar una letra,
    una deuda, una limosna de amor
    a los cincuenta años de vencida.

    Y esta llaga que llevo aquí escondida
    -desde mozo, hace 60 años-,
    que sangra, que supura, no se cierra
    y no puedo enseñarla por pudor.
    No es herida gloriosa de la guerra...
    ¡Pero hay llagas redentoras!

    Una vez... alguien me llevó ciego
    a un lugar de pesadilla...de bicéfalos monstruos.
    ¿Alguien?...¿ o fue el veneno antiguo y poderoso de mi sangre
    que está ahí, agazapado como un tigre,
    se levanta a veces, deforma el Amor
    y me deja sin defensa
    en un mundo subyugante, satánico y angélico a la vez,
    donde se pierde al fin la voluntad,
    y uno ya no puede decir quién quiere que venza,
    si la luz o la sombra?
    Sin embargo
    aquella vez vencieron y me salvaron los ángeles...
    Pero yo no fui un soldado valiente.
    ¡Oh, el amor, el amor...! ¡Qué formas toma a veces!
    ¿Por qué ha de ser así?
    ¿Por qué este veneno de la sangre está ahí siempre,
    agazapado como un tigre, y no se va,
    y a veces se levanta, y lucha... y, ¡ay!, puede más que los
    ángeles?

    Volví a blasfemar.
    Quiero contarlo todo.
    Que venga el pregonero,
    el cura,
    el psiquiatra,
    el albañil...
    Quiero que sepa todo el mundo
    cómo
    y de qué
    está construida mi casa.

    Otra vez,
    desesperado,
    quise escaparme por la puerta maldita y condenada
    y mi ángel de la guarda me tomó de los hombros
    y me dijo severo: no es hora todavía...
    hay que esperar.
    Y esperé.
    Y sufrí,
    y lloré otra vez.
    He visto llorar a mucha gente en el mundo
    y he aprendido a llorar por mi cuenta.
    El traje de lágrimas
    lo he encontrado siempre cortado a mi medida.

    Viví en Norte América seis años, buscando a Whitman,
    y no lo encontré, Nadie lo conocía.
    Hoy tampoco le conocen.
    ¡Pobre Walt! tu palabra "Democracy"
    la ha pisoteado el Ku-klux-klan...
    y "aquella guerra", ¡ay! "aquella guerra" la perdisteis los dos:
    Lincon y tú.

    Llegué a México montado en la cola de la Revolución.
    Corría el año 23...,
    y aquí planté mi choza,
    aquí he vivido muchos años,
    he llorado,
    he gritado,
    he protestado
    y me he llenado de asombro.
    He presenciado monstruosidades y milagros:
    aquí estaba cuando mataron a Trotsky,
    cuando asesinaron a Villa,
    cuando fusilaron a 40 generales juntos...
    y aquí he visto a un indito,
    a todo México
    arrodillado llorando ante una flor.

    He acompañado a la muerte muchas veces:
    la vi a la cabecera de mi madre,
    de mi compañera,
    de amigos innumerables...
    He sufrido y sufro el destierro...
    y soy hermano de todos los desterrados del mundo.

    Tengo un amigo judío que estuvo en Auschwitz
    y me ha enseñado las cicatrices del látigo alemán.
    He estado en el infierno.
    En un infierno que Dante y Virgilio no soñaron siquiera.
    Salí del infierno...y he rezado mucho después.
    Me sepultaron vivo
    y me escapé de la tumba.

    He vivido largos años
    y he llegado a la vejez
    con un saco inmenso,
    lleno de recuerdos,
    de aventuras,
    de cicatrices,
    de úlceras incurables, de dolores,
    de lágrimas,
    de cobardías y tragedias...
    y ahora... de repente,
    a los 80 años
    me doy cuenta de que sé tocar muy bien el violín...
    que soy un "Virtuoso",
    que puedo tocar en los grandes conciertos del mundo.
    (El hombre y el poeta
    son un mismo y único instrumento.)
    Me gusta haber dado con mi almendra
    antes de morirme.
    Me gusta haber llegado a la vejez
    siendo un gran violinista...
    un Virtuoso.
    Pero...con esta definición
    que oí cierta vez en un lugar...no sé cuál:
    "Solo el virtuoso puede ver un día la cara de Dios".

    En: ¡Oh, este viejo y roto violín!
    Edit. Finisterre, 1965


    BIBLIOGRAFÍA

    Felipe, León: Oh, este viejo y roto violín”. Finisterre Edit. México, 1965).
    Felipe, León: Ganarás las luz, Edit. Finisterre Ed., México, 1974.
    León Felipe, “Llamadme publicano”, Finisterre Edit. México, 1974).
    Felipe, León: Español del éxodo y del llanto. Finisterre, México, 1976
    Felipe, León: Obra poética escogida. Espasa Calpe. Madrid, 1977)
    Felipe, León: El payaso de las bofetadas. Visor Libros, 1981.
    Felipe, León: León Felipe para niños. La Torre, 1994.
    Felipe, León: Poesías completas. Visor libros. Madrid, 2004.
    Felipe, León: Ganarás la luz. Cátedra, Madrid, 2006.
    Felipe, León: Antología rota. Cátedra, Madrid. 2008.
    Felipe, León: Nueva antología rota. Akal, Madrid 2008.

    En Internet:

    Wikipedia: León Felipe
    Cervantes Virtual: León Felipe
    c.v.c. Cervantes
    La Insignia. León Felipe
     
    #1
    Última modificación: 9 de Octubre de 2014

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