Comerciantes de calor

Y como en cada mañana que pudo, el muchacho regreso a casa, abrió la puerta y paso de largo el corredor ignorando cualquier otra habitación, hasta que el sonido de la puerta de la entrada abriéndose volvió a sonar.

Detuvo su paso y espero a que aquel que le mostro su nueva vida terminara de colgar su saco, esté era el momento que espero toda la noche por fin podría hacer aquella pregunta que lo ha corrompido…

¿Está bien la vida que hemos elegido? – Preguntó el muchacho un poco temeroso – Siempre pensé que la soledad se iría poco a poco con cada momento de felicidad, con cada nuevo beso, con cada caricia, y no lo niego hay lapsos en los que desaparece por completo pero siempre al regresar me siento vacío, como si lo que hago está mal.

Si lo vas diciendo de ese modo por las calles todos pensaran que somos pareja – Contesto riendo aquel hombre – Y eso tampoco estaría mal.

Sabes a que me refiero – dijo el muchacho

Si lo ves hasta cierto punto somos como vampiros – contesto con una sonrisa burlesca – Vivimos para complacer nuestras necesidades, la comida nos sabe insípida, no hay bebida que logre saciarnos por completo, en el día fingimos estar vivos y ser felices pero es por las noches cuando de verdad nos sentimos bien y saciamos nuestros instintos por completo, es en las noches cuando la soledad no nos puede tocar. La diferencia es que aquellos seres roban sangre para que sus cuerpos sientan calor y nosotros, no necesitamos de sangre ni mucho menos de robar, nosotros compramos el calor.

No, lo que nosotros hacemos es pagar por compañía para fingir que no estamos solos – Dijo el muchacho justo antes de comenzar a llorar.