1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

comienzo

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por fsaitor, 11 de Julio de 2009. Respuestas: 0 | Visitas: 589

  1. fsaitor

    fsaitor Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    11 de Julio de 2009
    Mensajes:
    3
    Me gusta recibidos:
    0
    si escribiera una novela, si fuera capaz de hacerlo, el primer capítulo sería este:


    [FONT=Calibri, sans-serif]1 ​

    [FONT=Calibri, sans-serif]Julia me ha traído un batido de fresa y me he puesto a escribir al fin. Me ha costado tanto romper el silencio estándar e irritante de esta hoja en blanco que ya ni siquiera tengo ganas de beber. Y sin embargo me lo bebo, de un trago, releyendo a toda prisa estas primeras frases que acabo de plasmar en la pantalla y que ya forman parte del pasado. Por supuesto, aún estoy a tiempo de hacerlas desaparecer de un plumazo, de mirar hacia otro lado mientras mi dedo índice y la tecla supr avanzan como un come-cocos famélico sobre las letras en fila. No obstante, por el momento me abstendré de hacerlo; esto resulta tan impropio que merece la pena esperar a ver en qué se convierte. Normalmente, cuando uno abre un libro y comienza a leer, espera que el escritor de turno le ofrezca una historia que, como mínimo, parezca más interesante que la suya, espera un puñado de palabras ordenadas con ingenio que lo alejen en el acto del autobús, del metro, del banco, del césped, del sillón o de la cama que ocupa de esa peculiar forma de ocupar los espacios que tenemos los seres civilizados, continua pero difusa, auténtica pero trivial. Y esto es algo por lo que a menudo se paga un precio demasiado alto, algo por lo que, en el fondo, la literatura contemporánea carece por completo de honestidad. Por suerte, yo no soy escritor: doy el último trago al batido y reprimo un par de correcciones sobre el texto; me vuelve loco el batido de fresa. Entretanto, Julia se ha puesto a tocar el piano tranquilamente, muy contenta de escuchar de nuevo el estertor oxidado que las teclas emiten bajo mis dedos frenéticos, sedientos; contenta al comprender que vuelvo al asunto con renovado ímpetu. La música que brota de sus manos me envuelve como un fluido amniótico y casi puedo escuchar sus latidos flotando en mis sienes. El murmullo del tráfico ha desaparecido de repente. Sí, me encanta su manera de arrancar sonidos a ese trozo de madera con dientes de marfil. Ojalá yo manejara tan bien las palabras. Habrá que ver la cara que pone cuando algún día lea esto y compruebe hasta qué punto me ha servido de inspiración su compañía, hasta qué punto he sacado partido a sus consejos. “¡No te calientes más la cabeza, por Dios! ¡Escribe lo que te apetezca! ¡Lo que te salga! Y deja de dar vueltas de una vez”, ha bramado al tiempo que me lanzaba el batido, y luego se ha sentado delante de una partitura de Enrique Granados y se ha largado a otro lugar con la primera ráfaga de notas. Yo me he quedado pensando apenas unos compases y después, justo después, me he zambullido de bruces en mí mismo. Y ahora yo también estoy en otra parte.
     
    #1

Comparte esta página