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Confesiones de un alma enajenada

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por fénix, 22 de Junio de 2006. Respuestas: 3 | Visitas: 1647

  1. fénix

    fénix Poeta fiel al portal

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    "Te vi marchar, y quiso mi corazón partir en tu encuentro para dar cobijo de esa forma a tus recónditos sueños, si es que aún te quedaban. Yo desde mi propio averno, labrado con mis desnudas manos, sembrado de mis propios fantasmas, viviré pese a que mi corazón decidió dejar de latir. Pensé que así sería mas liviana mi carga, mi eterna culpa... pero no fue así. Conseguí al menos maquillar las deudas que contraje con mi severa alma, amedrentándolas con mi altiva posición... pero lentamente, la flor de la apariencia se marchitó bajo las inclemencias de la pena enquistada...y pensar que te vi marchar en mi latente memoria, me corrompe como un parásito lo hace con su huésped, de dentro hacia fuera. Siento podrido mi cuerpo y su ponzoñoso hedor atrapa al resto de mi ser. Mis recuerdos son como un látigo que flagela mi esperanza, torturando lo que quedaba de optimismo y encerrándolo en su labrado sepulcro. Te vi marchar, y contigo, quiso el tiempo no engendrar un agnóstico futuro al que aferrarme, y con la herida perenne que surca mi rostro de arriba abajo, vago por mi presente, con esa cicatriz que deforma lo que antes era una sincera sonrisa me observo en el espejo de la conciencia y me percato entonces que me he convertido en un insulso reflejo de lo que era. La muerte ya no me es ajena, la conozco demasiado bien. Me visita a diario recordándome puntualmente que fenecí al verte marchar... y te veo marchar, y grito en silencio contra el muro de la distancia, del infinito que nos separa y en el que tantas veces he naufragado... y naufragaré. Y ahora espero, en la soledad en la que se ha acomodado mi culpa, a que el destino decida mover ficha y me de el jaque mate, el golpe de gracia que me libere del castigo que me he impuesto... y que te he impuesto. Pensé, eso es, pensé que era lo mejor. Que al verte marchar no cegaría a mi suerte, que no impondría a mi tacto a las inclemencias del invierno del abandono, ni que encadenaría a los sueños en el pilar de las pesadillas, esas que vivo cuando la vigilia se adueña de mis dictados. Te vi marchar, acompañada de una bandada de carroñeros que volaron raudos a darse un banquete con nuestra promesa, la incrustada promesa que yo nunca llegue a cumplir, y que siempre evité... porque te amaba, y desde lo mas hondo de lo que fue mi corazón, sabía que al amarte, te estaba invitando a caer en el torbellino de carencia que esperaba aletargado en mi corazón a ser desatado. No imploro tu perdón, ni el mío propio. Deseo abrazarme a esta condena y desgarrar en ella mi culpa, así tal vez, la muerte me encuentre desnudo de penalidades, y en el limbo que me ampare en su lugar, llegue a comprender por fin lo que yo jamás he entendido... y te veo marchar, y contigo decidí dejar de sentir... por siempre jamás...

    He de confesar, ahora que he traicionado a mis escrúpulos que te amé como nunca hubiese imaginado que se podía querer a una persona, y te herí con el filo de ese mismo amor desmesurado, acuchillándote por la espalda con mi felonía, con la misma alevosía con la que la realidad ajusticia los utópicos sueños de los enamorados... he de confesar, y confieso, que fui feliz, insolentemente feliz. Derroché gozo, adorne mi figura con la túnica de tus miradas, y me vestí con tu tacto aterciopelado, engalanando mis silencios con los tuyos. He de confesar, que cogido de tu mano, puede superar las barreras que nos impusiera la descorazonada sociedad. Y pensé en volar, descubrir las quimeras que debían esconderse tras tus luceros, que brillaron para alumbrar a mi opaca esperanza. Y quise emborracharme con tus besos, descorchar el embotellado querer de nuestro corazones, para así poder brindar con su dulce cáliz, tu y yo... el resto del mundo me era ajeno, un paisaje inofensivo que simplemente nos enmarcaría. Y me acomodé en el trono de la dicha, junto al tuyo, decidiendo permanecer más allá de la muerte abrazado a tu destino, compartiéndolo, siendo dos almas en un mismo latir, fundiéndonos con las estrellas en su eterno tintineo nocturno. He de confesar, que el yermo futuro que se avecinaba, lo divisé tras el velo de la inocencia, y lo vislumbré deformado, como sí fuera nuestro ansiado y malogrado paraíso, el lugar idóneo donde erigir los cimientos de nuestra necesidad por saciar, de este amor que no cesa de serlo... por muy tenue que reluzca... por muy profundo que lo hunda, lo noto martilleando en mi nuca, como esa mirada que sientes tras de ti sin atreverte nunca a observarla, pensando tal vez, que al no verla podrías negar su existencia. He de confesar que estoy roto, desecho, corrompido y con la esperanza enajenada. He de confesar que te amé, y por eso sé que he vivido, y por eso sé que no deseo seguir haciéndolo...

    He de confesar, que he sesgado todo atisbo de ilusión con mis descarnados dedos, y que mis latidos son un mero eco de la sinfonía que en el pasado compuso mi corazón junto al tuyo, sin llegar a ser recitada a coro por nuestros cuerpos. Ahora, que el mañana llegará vencido, puedo derramar sobre tus recuerdos las ascuas de esta pena que nubla y abrasa mi árido camino. No puedo evitar dejar de odiarme, de sentir nauseas al saber que mi existencia no toca a su fin. He de confesar, y confieso, que yo me marché, e intente regresar al lugar donde jamás había estado. Y te llamé, dios bien sabe que lo hice, desgañité mi alma pronunciando tu nombre, y lo escribí sobre el agua una y mil veces, sin conseguir dejar huella sobre la mar de la pérdida. He de confesar, poner al trasluz toda esta miseria que porto, y desangrarme con estas lágrimas que están secando la savia de mi ser... si en algún momento decides regresar a lomos de una nube de resentimiento, permíteme al menos esbozarte el sufrimiento que desaté sobre mi existencia. Y déjame mostrarte lo que se esconde tras el umbral de la promesa que nos hicimos cuando era tan simple, tan sencillo ser felices...

    Te vi marchar, marcaste tu ausencia con la semilla del odio, y me dejaste un ramo de lirios... y ahora estos supuran el aroma de tu carencia, y me imbuyo con su fragancia cada lastimoso segundo... desde aquel momento en el que me obligué a sobrevivir amarrado a tu pérdida. Y te busco, en el vertedero de recuerdos que embalsé en la oquedad que dejó mi corazón cuando partió a tu encuentro junto a los sueños que un día creímos poder alcanzar y traicioné, empujándoles al suicidio. He de confesar, y por eso me confieso, que rocé el cielo con estas manos que ahora se abrazan a tu ausencia., se han vuelto torpes tras decidir mi alma despojarse del tacto... he de confesar que los suspiros con los que te obsequio, no logran echar a volar, quedando varados en la playa de mi necedad. Y te echo de menos desde la lejanía que engendró mi abandono, por rendirme sin haber si quiera luchado y poner a los pies del rencor todas tus estériles victorias. Pensabas, eso pienso, que mi luz interior era el faro que debía guiar tu caminar sobre el empinado camino al que llaman vivir... pero no fue así. Desgastado el pudo ser por mis constantes súplicas, deshojado todo hálito de optimismo, dreno con las pocas fuerzas que me amparan la barca de la cordura, la que debe sucumbir tarde, o temprano, bajo las embestidas de la feroz tormenta que el réquiem que acompaña a mi voz ha creado. Y siento su aire sobre mis rasgadas velas, el susurro lastimoso que acompaña su brisa, la inerte calima, el rocío de la nada, las garras del repudio... y no puedo conseguir llegar a ningún puerto, echar amarras sobre el fangoso ahora en el que deambulo... y he de sentirme perdido, desorientado, maltratado por mi propia condena, y sediento de tus caricias. He de confesar, que te vi alejarte, te vi marchar, te vi y no ceso de verte desde el mirador de este pecado imposible de confesar... te vi marchar, firmando así con la tinta de mi sangre, el epitafio que corona el mausoleo de los recuerdos a los que me aferró... y por lo que deseo morir, y por los que no muero... yo quise querer... y es tan triste, ya que yo no pude cuando tú... tú si quisiste...

    He de confesar que moldeé nuestros sueños con el cincel de mi ardiente pasión, y dilaté mis palabras para que así tuvieran cabida en ellas mis recios sentimientos. Pero descarrilaron en el camino que une mi razón y mi corazón, quedándose esparcidas sobre el lecho de este infierno que me acoge cada anochecer. He de confesar que te vi marchar, y supe que nunca volvería a sentir tus reconfortantes abrazos, que no volvería a envolverme en tus miradas. Y te vi marchar cuando yo ni siquiera me había llegado a encontrar. Ahora se que estaré perdido por toda la eternidad en el laberinto sin salida en el que he enclaustrado mi porvenir... he de confesar, que te necesité y te necesito, como la noche al día para dotarla de sentido. He de confesar, ahora que no tengo nada que esconder, pues nada me queda y nada puedo perder, que si encontrar el amor es como nacer de nuevo, al encontrarte, me enseñaste a vivir, al perderte, te señalé donde se encontraba la tumba de nuestro sueño, de nuestra promesa...

    Quise arrancarte de los brazos del oscuro designio que dictó nuestro devenir... y no fui capaz, tan sólo pude verte marchar, arrodillarme y claudicar ante mi traición.. y ahora he de confesar que te amé como solamente lo hace diós, y que mi vida dejó de ser vida al no vivirla contigo... te vi marchar y certifiqué así a mi caducó corazón, que desde ese momento viviría muerto... por siempre, por siempre jamás..."
     
    #1
  2. Ana Clavero

    Ana Clavero Poeta que considera el portal su segunda casa

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    No sé que fue primero, si tu poema Palabras para nada o estas Confesiones de un alma enajenada. Sea como fuere, aquí tienes la contestación, para esto sirven las palabras, para escupir la pena, para decir te amo, para no callar, para hablarle al ser amado; y sobre todo para juntarlas y hacer esta preciosura de relato

    Un beso
     
    #2
  3. Ana Clavero

    Ana Clavero Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Quise arrancarte de los brazos del oscuro designio que dictó nuestro devenir... y no fui capaz, tan sólo pude verte marchar, arrodillarme y claudicar ante mi traición.. y ahora he de confesar que te amé como solamente lo hace diós, y que mi vida dejó de ser vida al no vivirla contigo... te vi marchar y certifiqué así a mi caducó corazón, que desde ese momento viviría muerto... por siempre, por siempre jamás..."​


    Hoy, al releer este relato, me doy cuenta de que mi empatía con tus letras es total.

    Después de una segunda lectura, sigo diciendo que es un precioso relato. Triste y desgarrador como él sólo, pero no por ello menos hermoso.

    Un beso
     
    #3
  4. sentimientos

    sentimientos Exp..

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    Fenix, maravilloso, para eso nos sirve la poesía, para narrar lo que sientes.
    Leer esto es gratificante, es triste , muy triste, pero leerlo es un placer.
    Gracias por este relato, que has sabido narrar muy bien.
     
    #4

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