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Confusión en un semáforo.

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Arturo Parnaso, 26 de Marzo de 2012. Respuestas: 1 | Visitas: 465

  1. Arturo Parnaso

    Arturo Parnaso Poeta recién llegado

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    CONFUSIÓN EN UN SEMÁFORO


    Era una noche viva y oscura. La ciudad danzaba al ritmo de una rutina infinita; los niños se divertían en las plazas y los gerentes de los bancos caminaban con prisa.
    El Dodge galopaba agitado (un viejo rocker de los años `70, de corazón simple pero fiel, amante de la bohemia y de la noche oscura). Una soberana luz roja ordenó disminuir la velocidad del vehículo. Desde la ventanilla trasera era poco lo que podía observar: veía una plaza y por encima de ésta un trozo de cielo negro con algunas tímidas estrellas. En el sector de juegos una madre balanceaba una y otra vez a su hijo en la hamaca; un poco más acá, sumergidos en una delicada oscuridad, dos novios jugaban a ser invisibles y reían y se besaban dulcemente en los ojos; en el cuello; en las mejillas. El débil reflejo que ofrecía el cristal mostraba un rostro algo exhausto producto del terrible día. A causa del semáforo en rojo el coche permanecía inmóvil delante de una extensa fila de autos.
    De repente me estremecí. Recuerdo que esforcé la vista a más no poder para convencerme de que lo que veía era lo que pensaba. ¡Pues si! ¡Estaba totalmente convencido de que era ella! ¡Si, era ella! ¡Siempre fue ella! La noté apurada y eso me asustó, debí pensar que se encontraba perdida o que le había sucedido algo terrible. Sin dudarlo una milésima de segundos baje la ventanilla y grité su nombre. Lo grité repetidas veces y en un insensato movimiento descendí del coche. La manada de autos que cruzaba de manera perpendicular se había casi desvanecido. Por esta razón noté que faltaban pocos segundos para el cambio de semáforo. Yo me encontraba en el medio del pavimento cuando ella por fin volteó. Inclinó levemente la cabeza como para observar con más precisión quien era el que gritaba su nombre; luego se incorporó y echó a correr hacia mí. A medida que se acercaba a toda velocidad trate de descifrar en su rostro lo que le podía estar sucediendo pero es aquí donde todo se volvió espantoso.
    Repentinamente su cara comenzó a mutar: sus tiernos ojos ágata ya no eran para nada tiernos sino que se habían convertido en unos horribles y saltones ojos verdinegros. Los labios suaves y blandos eran ahora vulgares y desproporcionados y un grosero ensanchamiento embrutecía la delicadez de su nariz. Al ver semejante imagen una sensación insufrible se apoderó de mi espíritu. Quedé perplejo en mitad de la calle sin saber cómo reaccionar. La mirada desorbitada y la horripilante sonrisa amarillenta de la criatura me intimidaron. En realidad tenía noción de todos mis sentidos pero por alguna remota razón no podía moverme. Al no recibir respuestas de mi parte la extraña criatura se abalanzó al interior del coche. En ese momento se produjo el cambio de semáforo y la luz verde dio señal de avance. Me sentía atormentado, confundido. Adentro la inmunda criatura gritaba en un extraño idioma y hacía toda clase de bruscos ademanes. Afuera la jauría de autos se desesperaba por seguir su camino. Las bocinas sonaban todas juntas y algunos conductores habían descendido de sus vehículos para poder insultarme con más comodidad. Recuerdo que en un estúpido movimiento intente tomar a la criatura del brazo pero no lo logré, todavía era víctima de un inmenso espanto. La criatura seguía pegando alaridos intolerables y se movía de aquí para allá como si no pudiera mantenerse quieta. Los segundos se hacían interminables, las bocinas y las injurias me abrumaban cada vez más, ¡cada vez más! La criatura chillaba más alto ¡y más alto! Tengo la vaga imagen de un hombre tomándome de los hombros y vociferándome vaya uno a saber que barbaridades. La gente que iba a pie por las veredas se había detenido para deleitarse con el horrendo espectáculo. En un momento la criatura comenzó a destrozar las butacas del coche; a descontrolarse totalmente; a rugir fuertísimo en ese desconocido dialecto… Las bocinas, los gritos, los insultos, el tipo que me zamarreaba, los intolerables chillidos de la bestia, los destrozos del coche me habían perturbado completamente, sentía que no podía más, que la situación era inaguantable, sentía como el corazón bombeaba desesperado y como la sangre completaba su circuito una y otra vez, velocísima… Comencé a marearme y a percibir un leve desmayo, entonces recolecté todas las fuerzas que poseían las fibras de mi cuerpo y en un veloz movimiento tome a la criatura del brazo y tiré. A causa del descomunal impulso quede sentado en medio del asfalto. Ya no oía las bocinas ni los gritos ni los insultos, mis sentidos estaban todos concentrados en la criatura. Me miró fijamente y con una risa orgullosa dijo casi escupiéndome: ¡Ya fue imbécil!, ¡sólo iba a hacerte un favor!...
     
    #1
    Última modificación: 26 de Marzo de 2012
  2. Cisne

    Cisne Invitado

    Arturo
    Muy buena prosa, con aires fantásticos...todo lo que puede ocurrir en un cambió de color del semáforo...
    es como vivir toda una película en menos de un minuto...ese cierre me dejó una interrogante; sería acaso
    esa criatura la muere?
    Felicitaciones y saludos.
    Ana
     
    #2

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