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Contemplación o avaricia

Tema en 'Prosa: Obra maestra' comenzado por Starsev Ionich, 3 de Noviembre de 2023. Respuestas: 1 | Visitas: 368

  1. Starsev Ionich

    Starsev Ionich Poeta asiduo al portal

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    Contemplación o avaricia
    Solíamos capturar diferentes coleópteros y lepidópteros en épocas de verano, cuando el calor de los atardeceres zumbaba por el aíre, y las corrientes templadas mecían a las mariposas de colores fugaces y llenaban de valentía a los cucarrones, quienes sudaban alardosos con sus bolas de excremento, con la intensión de seducir unas cuantas pretendientes.
    Éramos tres amigos. Nick era titubeante, se dejaba dominar por el miedo a los insectos, aun así era perseverante en su exposición -para vencer su miedo-, aunque los miraba con cierto aire de paranoia. Decía que algún día nos conquistarían cuando evolucionaran, aumentaran de tamaño y su sistema nervioso sobrepasara las intrincadas redes sinápticas de los humanos. Pero yo le recordaba el principio de contemplación: -míralos como a una obra de arte en un museo-; en escasos momentos se dejaba llevar por sus colores, sus formas, sus alas y sus misteriosos sonidos en la noche. Nick era un tío muy inteligente, menudo, con grandes lentes que lo hacían lucir algo ensimismado. Pero detrás de toda esa paranoia algo dentro de mí me sabía a verdad y anticipación…
    Jefrey era muy diferente. Aun me pregunto el por qué hacía parte de nuestro clan. Era mi antítesis. Mezquino, competitivo, con el anhelo de controlar la naturaleza, era un conocido coleccionista de la vida debajo de las piedras, conocía los sistemas de cada insecto, y parecía un pequeño medico nazi, desmembrando estos pequeños animales, quitando sus alas como cualquier niña que deja perder suspiros por el primer patán; atravesándolos y etiquetando los del colores y formas más dispares y excéntricas, en su portafolio con olor a naftafleno e hidróxido, el cual era uno de los atractivos para los entomólogos aficionados de la región. Un compendio de muerte de seiscientas cuarenta y nueve hojas que no tenían más función que hacer apología a la megalomanía y la vanidad humanas.
    A Jefrey evidentemente le faltaba humanidad, le era difícil entender a los humanos y su complejo sistema emocional y tal vez por esto, se desquitaba con estos pequeños demonios de la noche, de colas sanguinolentas y patas venenosas, de aguijones mordaces y espiritrompas que capturaban las almas de los que creían ser más audaces. Lo hacía porque le gustaba ser superior, pero esto era solo lo que creía, al menospreciar a estos impredecibles seres…
    A todos nos apasionaba ese aspecto sobrenatural de la niebla dibujando espectros, mientras era interceptaba por los haces de nuestras linternas. Cuando empezaba a oscurecer, la vida de los insectos tomaba una nueva forma y eran los amos del páramo, y nosotros a pesar de nuestra valentía y coraje, éramos intrusos, pequeños seres indefensos ante la picadura de un abejorro o el certero golpe de un alacrán rabirojudo.
    Para mí, era la naturaleza y la sapiencia de estos seres milenarios en un mundo lleno de competitividad por criaturas más desarrolladas. No tomaba partido de la picadura de una abeja africanizada; si el gusano emperador tocaba la piel de un curioso a pesar de sus colores de advertencia, el shock anafiláctico era consecuencia de la imprudencia. Por eso, me consideraba un espectador neutral, no me gustaba disecar ni capturar a los animales, prefería dejar esto a los hombres a los cuales añoraba en un futuro, hombres de ciencia que develaban los secretos del mundo insectívoro para el bien de la humanidad. Ya era conocido en nuestro tiempo como algunas vacunas se habían desarrollado a partir de las toxicas de estos extraños seres privados de conciencia, con sus exoesqueletos dinámicos. El estudio del vuelo de las abejas era unos de los estudios pioneros para conquistar el viaje a otros planetas.
    En un atardecer de 4 de junio de 1957, se registró un sismo de 5,8 en la escala de Ritcher. Hubo muchas inundaciones, muertos y damnificados. Me pregunto porque no me quedé en el sepelio de tía Lisa. Tal vez el zumbido de las hordas de abejas, volando en una dirección inusitada, realizando movimientos ritualizados; me llamó a adentrarme a la espesura del monte, tal vez fueron las luces estroboscópicas que cegaron a los incrédulos:
    –No es un cataclismo, solo es un temblor, pero niños tengan cuidado, no vayan a ser impertinentes y decidan ir a casar insectos, que bien locos si están con esto del temblor, su familia los necesita-
    Muy pocas veces veía el espíritu de cooperación de las hormigas, solo en estos momentos de inmenso dolor.
    - Andy ayúdame aquí con este balde que se nos está entrando el agua. La tía Ana encontró el cadáver de un niño en su lavadero, debió ser el huracán que atacó la cancha de béisbol, luego de la segunda replica-.
    –Ayuden a ese pobre hombre su casa se inunda, pero tengan cuidado, hay gente deshonrrosa que se dedica a robar en momentos de vulnerabilidad. Dicen que las joyas que heredó de su madre valen una fortuna, ¿Cuánto darán por estas en la casa de empeño? Alguien debe hacerse cargo de estas, por cooperación, no sea que se las lleve el rio afuera de su cauce-.
    Las jerarquías eran el problema, estábamos aún muy lejos de la sincronía de los insectos. A pesar de la tragedia que se vivía en Yellowstone, la intolerancia estaba a primera orden, y las estadísticas por riñas y malentendidos igualaban poco a poco las de la furia de la naturaleza.
    Luego de ayudar arduamente a la comunidad, luego de que las ayudas humanitarias y los de la guardia civil hubiesen podido controlar la difícil situación, agruparon a los niños en un pequeño grupo que era atendido por unas adultas que nos preguntaban sobre qué pensábamos de lo que estaba pasando, cómo nos sentíamos, si habíamos perdido a algún ser querido, a nuestro perro tal vez. Estas mujeres se esmeraban en hacernos sentirnos mejor, pero era más atractivo, para Jefrey, Nick y para mí un aturdidor ruido que venía de la colina. Era un susurro taladrante, como un grillo en duelo, como una abeja alicorada, pero, aun así, este ruido escapaba de nuestro entendimiento y nuestro registro de percepción auditiva.
    Además, había en las luces de las luciérnagas y en los cocuyos un embriagador ritmo, que escondía un llamado, un código morse que nos desconectó el libre albedrío. Quedamos de ir juntos cuando la señorita coordinadora de primeros servicios psicológicos infantiles se descuidará.
    Escapamos con nuestras linternas y nuestros morrales, hipnotizados por los sonidos. Llegamos a un campo abierto, lleno de pequeños seres luminiscentes que nos comunicaban en coro sobre un mensaje para la humanidad. Realizaron estos un pequeño camino real y un insecto de tamaño inusitado salió de una especie de capullo, y en un extraño sistema de locomoción, levitando y serpenteando se acercó a nosotros y nos dijo que éramos los elegidos. Era algo: entre mariposa, cucarrón y alienígena. Los elegidos…
    Jefrey no lo pensó dos veces, sacó el arma de su padre, un fusil de mira nocturna que había robado de su cochera, y disparó tres veces, hacía la humanidad –o alien-nigidad- del gran insecto. Luego hubo un humo pesado que nubló poco a poco nuestra conciencia. Cada vez se hacían más débiles los gritos megalómanos de Jefrey, asegurando que necesitaría un libro de gran formato para su nueva adquisición. Lentamente, se me hizo, más y más borrosa la mirada conspi-paranoica de Nick, mientras se prendía con fe, a un rosario hecho de semillas de café, obsequiado por su abuela materna…
    En medio de la inconciencia y los recuerdos borrosos llenos de luces y metamorfosis, soñé…:
    …Soñé con las cigarras. Estas irrumpían el silencio con espasmos de tranquilidad. También estaban las luciérnagas en el campo, maniáticas, dibujando las estrategias para la abducción final, con sus luces, sobre las aguas turbulentas del rio. En la carpa abundaban frenéticos los insectos en sus frascos, rezando desde allí, al cementerio de colores y formas, catalogadas minuciosamente en el álbum con olor a farmacéutica y cuarto de abuelas... Las hormigas rodeaban la carpa subiendo por sus paredes, moliéndola con sus afilados dientes, desafiando la gravedad, dejando la presa fresca a la intemperie de la naturaleza…
    …Las mariposas negras, poco a poco, impregnaban de fobias, los pensamientos del hombre. Un mosco de patas largas, emitía un zumbido que poco a poco se convertía en el estruendoso ruido de las vajillas chocando, con furia, contra el piso. Observaba a los cucarrones desafiar las estaciones; sin humedad, venían poco a poco al llamado, al encuentro. También acudían las moscas al llamado, luego de precisar con estrepitoso vuelo el sitio de la conversión…
    …Eran atraídos los insectos del fondo del rio, con su extraña biología y sus luces, y guiaban a las polillas y a otros insectos más pequeños, pero no por ello, menos mortíferos. El hombre compungido, escuchaba un resonar marcial que, poco a poco, dominaba las telas de su carpa… Prendí la luz… Gigantes formas de patas múltiples destruían la tela de mi carpa con colmillos babosos, y otros insectos, con sus mandíbulas, rompían el piso improvisado de plásticos dobles. Si quiera pude reaccionar, fui rápidamente colonizado por bichos voraces jugando a las escondidas, entrando por mi nariz y saliendo por mi boca. Mi cuerpo tieso, salía de la carpa y moviéndose con tono militar en dirección a una colmena alienígena...
    No hubo dolor. Mi tesis doctoral en entomología no podrá ser terminada, nunca empezará. Ahora soy este ser, y hago parte del juicio a dos hombres: Nick Callagan, y Jefrey Joshua. Uno morirá, otro sobrevivirá, con la misión de estudiar las debilidades y fortalezas de la humanidad, para evitar su extinción. Mi metamorfosis ha terminado. Aun así, conservo los recuerdos del humano que fui. Pero por más que intento, solo logro asociar la bondad que solía tener, al hombre de los grandes lentes.
    Sin dudarlo, desenrollo mi espiritrompa y succiono el alma del hombre que dice a gritos conocer todo sobre nosotros, prometiendo obsequiarnos un compendio de nuestros familiares de la tierra, en estado de momificación.
     
    #1
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  2. AnonimamenteYo

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    un poco inquietante. :oops:
    Habla de cómo tres amigos ven a los insectos de formas muy diferentes, y al final, uno de ellos se convierte en algo raro.o_O
    Tiene mucha descripción de los insectos pero muy interesante:)
     
    #2

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