Conversando con mi Soledad

I

Deberías dejar de soñarle…

Me dice mi Soledad.

Temo que al cesar de hacerlo, yo desaparezca en ti.

II

¿Por qué si aún suspiras por Ella compartes el lecho conmigo?

Susurra mi Soledad mientras acaricia mi cabello.

Solo así me es posible conservar la cordura.

III

¿Soy tu acompañante, tu consuelo o tu amante?

Me cuestiona la Soledad.

Eres la que vela mi peregrinar en estás madrugadas eternas.

IV

¿Cuándo deambulas por calles sin nombre, la buscas o huyes de Ella?

Pregunta mi Soledad.

Al caminar voy cosechando esos recuerdos que me permitan mantenerle tangible en mi memoria.

V

¿Sabes, no entiendo el sentido de las veladoras con su nombre, el incienso girando entorno a su fotografía?

Me dice sin reparo alguno mi Soledad.

Porque así lo dicta el canto del maestro Saúl (Caifán mayor), es el altar de los muertos para con los vivos.

VI

¿No sé si estos versos son para exorcizarla o para invocarla?

Me pregunta mi Soledad.

Ya lo dijo el maestro Benedetti, “los versos son un uniforme de la ausencia”, parafraseándolo, “mi olvido está lleno de memoria”.

VII

¿No entiendo cómo encuentras consuelo en su ausente presencia?

Me susurra mi Soledad.

Porque incluso los caídos seguimos añorando el paraíso perdido.

VIII

Me he dado cuenta que su fantasma aún masturba tus sentidos…

Asevera mi Soledad.

Son las desventajas de soñarle, el permitirle a su etéreo fantasma seducirme hasta ese éxtasis pseudo espiritual que me sublima.

IX

¿A pesar de esa ausencia suya en ti, sigues creyendo que amar es un camino?

Comenta mi Soledad.

Solo porque me he perdido, no significa, que más tarde que temprano nos volveremos encontrar en el camino.

X

Creo que deberías olvidarle, yo no puedo otorgarte amor o deseo, pero si te ofrezco que la dejes de recordar…

Sentencia mi Soledad.

Temo que al negarle, me niegue a mi mismo y al hacerlo desaparezca.

 

Hermoso. Me encanta.