Corazon Gélido

Corazón Gélido


Pasan los días y el mundo que planteaba en mi cabeza se vuelve más áspero, más frio y sucumbe ante la levedad del ser. Los sentimientos se hacen nulos ante el atardecer, haciendo que el corazón se inmortalice con una coraza de piedra, que ni hada en vestimenta extraña podría emblandecer. Pero ante tanto ajetreo, una alma extraña se aproxima a tenazas invadidas por el arte del placer, que brotan de mi cuerpo para sujetar su cuerpo inmóvil extasiado por mis ojos y por el poder de poseer.


Pero sorpresa se contiene al ver titiritar las azas ante un soplo frio que sale de sus labios que denota la rigidez de su alma tan parecida a la mía, doblegando así a este fiero inmundo que creía no tener sentimiento alguno por alguien más que no fuera él. Pero al verme frente a frente ante un alma de sentimientos nulos, me he dejado envolver por una llama vibrante extasiada por los vientos gélidos que desprende esa mujer, en lugar de retroceder me hacen querer poseer sus labios, manos y su delicadeza de mujer.

Con dos minutos de nuestro tiempo, hemos llegado a sucumbir ante el deseo de poseernos pero sin sentimiento alguno, solo por placer. ¿Cómo poder negarme ante manjar divino, envidiado por los dioses y unos cuantos seres terrenales? Su calidez y pasión contenida en su boca me ha hecho padecer de una lujuria incauta que no quiero detener. Dos seres destinados a un corazón esculpido de hielo prenden fuego a la hora de cercar instintos como dos viejos amantes que prenderán las brechas de distinta chimeneas hasta que la razón detenga a lo que nunca dejara de ser otra cosa que seducción, lujuria, deseo y placer.