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Cordelia

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Santi Pedrazzoli, 9 de Febrero de 2014. Respuestas: 1 | Visitas: 835

  1. Santi Pedrazzoli

    Santi Pedrazzoli Poeta recién llegado

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    9 de Febrero de 2014
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    “Un tipo como yo no tiene cabida en una ciudad como esta, pequeña Ellie.” Inhalo el frió vaho, pasa rascando por mis conductos nasales. Su frente se apoya en la mía, la mía en la suya. Se rozan nuestras narices, acaricio su labio con el mio. Un beso, otro beso, otra vez su olor y su esencia, su gusto, su tacto. Otra vez ella. “Los tipos como yo acabamos en prisión, eso lo sabes. O sin cabeza, o en el fondo de un pantano” Le digo sin ningún tipo de pena en mis palabras.

    “Te quiero, Ellie” Noto su mano en mis costillas, me presiona, agarro su cintura. La pongo junto a mi. Otra vez ella. “Pequeña Ellie...” Le suspiro. La única persona que me ha tratado como una persona, la única persona que me dio algo de cariño. Noto como una gota de sangre cae por el costado de mi cara. Ellie mira mi rostro, mi horrendo y monstruoso rostro cicatrizado con heridas y con sangre. Mi rostro feo por el que tanto me han despreciado.

    “Vendrán a por mi, lo sabes.” No son más que pequeños gemidos que no llegan a transformarse en palabras y sudor frío lo que sale de Ellie. Un beso, otro beso. Una caricia en mi áspero cuello, mis caricias en el suave suyo. Se me eriza la piel, se vuelve árida y tersa.

    El suelo comienza a crujir. La madera moribunda empieza a crujir. Comienzan a subir los escalones, comienza a hacer sonido sordo el paso de hombres pesados por los peldaños de caracol. Ella no los ha escuchado. La tomo la mano. De forma elegante dan otro paso, suben otro peldaño. Tomo su boca con la mía. Le coloco el flequillo como a mi me gusta, de derecha a izquierda. Tapándole un ojo, su hermoso ojo. Otra vez ella y sus pupilas, y su amor, el amor que me ha dado.

    “Ellie, ya vienen, huye, escóndete. No merece la pena morir por mi.” le digo en susurros a su oído. Yo por ella doy hasta el cielo. “Acabaré reducido en cenizas.” Insisto sin ningún miedo en mi mente. Suben otro peldaño, y otro. Respiro fuerte. Oxigeno mi sangre y mis pulmones. Doy media vuelta y encaro la puerta. Nuestras manos se aprietan. Yo no pienso dejarla a ella.

    Saco la pistola que tengo entre mi pantalón y mi abdomen, empuño la otra que tengo sujeta en mi cinturón. Ellie me coge de la cintura. Sé lo que tengo que hacer. Se que esos bastardos están detrás de la puerta, se que tienen acorazado, se que tienen más balas que yo, cuatro ametralladoras automáticas, dos fusiles de asalto, tres escopetas de dispersión y cada uno una pistola a la espalda. Un total de veintiún armas, suficiente para acribillar a dos personas en una habitación cuadrada de no más de cinco metros cuadrados. Pero les faltan un par de cosas. Coraje, honor, honestidad. Amor. Todas esas mierdas que hemos visto en los libros, en las películas. Todas esas mierdas que nos han enseñado desde la familia y la religión. Pero cuando tienes a siete malditos diablos detrás de tu puerta, siete jodidos mercenarios venidos del infierno preparándose para hacer añicos la madera de la puerta para acribillarte a balazos, y tú solo tienes dos pistolas semiautomáticas y tienes detrás de ti a la única persona que te ha hecho sentir persona, joder, persona en este infierno, entonces esas mierdas, ese amor, esa honestidad, ese honor, esa lealtad, esa lealtad que no debes a nadie, entonces eso se vuelve certeza y doce balas son más que suficiente para acabar con siete, aunque sean siete Satanás, aunque sean siete arcángeles malditos.

    Rompen la puerta como he previsto. Se inunda la habitación. Sangre, más sangre. Recibo un tiro en el costado, recibo otro en la oreja. Mis dedos... mis dedos parecen no haber sentido el dolor en la vida. Reaccionan. Un gatillazo. Otro gatillazo. Tres disparos, cuatro, cinco, seis, te quedan la mitad. Descarto una pistola. Cuatro cuerpos al suelo salpicando. Empiezo a deslizar. Un tiro en la pierna. Empiezo a agacharme poco a poco, siempre con el torso erguido, siempre cubriéndola a ella. Entre mi saliva y mi sangre en mi boca salen palabras de... “Gracias” Siento como ella aprieta mi cintura, como se intenta esconder pavorida, y como yo intento ensanchar mi cuerpo para protegerla. Mi gabardina de cuero negro reluce roja. El suelo se ha convertido en un mercadillo de sangre. Empuño la otra pistola, mi último hálito de vida. Un disparo. Dos disparos. Solo quedan dos tipos. Vivos. Cuatro balas, dos tipos, armaduras, dos ametralladoras automáticas. Yo ya he muerto. Acabo de sentir como el acero perfora mi costilla, como empieza mi corazón a bombear sangre fuera de las arterías y las venas. No será la muerte lo que me haga abandonarte, Ellie. Cojo su mano con la mía vestida en sangre, me pongo de perfil al marco de la puerta donde se hallan los dos hijos de las llamas, le doy un beso. Otro beso. Otra vez Ellie, otra vez ella, otra vez... No me hace falta si quiera mirarles para sentirles estando mis labios arropando los suyos, su nariz protegida por la mía, mi brazo extendido. Uno. Dos. Tres. Cuatro disparos. Tres tipos al suelo.


    Autor: Santiago Pedrazzoli
     
    #1
  2. Sarad

    Sarad Invitado

    ... casi sin respiración, uff. Agarrada lectura... Aunque parece que murió, como decimos por acá, hasta el apuntador. Me encantó, Santi Pedrazzoli. Saludos
     
    #2

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