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Cráneo y Reloj.

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por p03t4sTr0_d3_4l4b4sTr0, 5 de Marzo de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 381

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    p03t4sTr0_d3_4l4b4sTr0 Poeta recién llegado

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    La muerte está sentada en la sala de espera. Disfrazada de mujer madura entrada en carnes, hojea con aburrimiento un ejemplar del "¡Hola!" dejando que las pequeñas gotas de sudor acunadas en su seno se condensen y escurran, sin parecer importarle. Llegó hace casi una hora, cuando Ana Luisa, la secretaria, regresaba de acompañar al Sr. Figueroa, el paciente de las seis. Con rostro malhumorado, preguntó si el Dr. Fonseca podría recibirla, a lo que Ana Luisa, tras consultar la agenda, le comentó que la tarde estaba completa, pero que podría agendarle una cita para el día siguiente, o si lo quería, podía esperar por si alguna cita se cancelaba. Gruñendo un "Esperaré", dio media vuelta y, resollando bajo su gordura, fue a sentarse en un extremo del sillón de dos plazas y tomó la primera revista. En el otro extremo, una jovencita rubia y muy maquillada estaba absorta tecleando en su teléfono móvil. Frente a ellas, tras la mesita de cristal y dos pilas de revistas atrasadas, un hombre de treintaytantos años, ojos pequeños y barba de tres días parecía leer con atención un artículo en una revista para hombres. De eso ya ha pasado casi una hora, la jovencita ha entrado y salido de consulta, entró el hombre de treintaytantos y la revista en las manos de la muerte manos es la tercera que tomó de entre las dos pilas de ejemplares. La puerta exterior se abre y dos señoras entran, una trabajosamente caminando apoyada en el brazo de la otra, dirigiéndose al escritorio.

    - Señora Gloria, señora Fernanda, buenas tardes, pasen y tomen asiento por favor, el doctor las recibirá en cuanto termine con el señor Ramírez. -

    - Gracias, Luisa, acá esperamos entonces. -

    Se acercaron al sillón de dos plazas y, mientras la mujer mayor tomaba asiento, la otra mira a la muerte que no saca la vista de su revista.

    - Disculpe, mi mamá se siente muy mal y creo que sería mejor que me sentara junto a ella para acompañarla... -

    - Llegué primero, enfrente hay otro asiento. -

    Indignada, la señora Fernanda se sienta en el sillón individual, frente a la mesita de cristal, con la cara pálida y los gestos temblorosos de no saber cómo responder. De reojo, la muerte mira al reloj sobre el sillón y ve la hora.

    "6:56" piensa "Es temprano".

    II

    El doctor Fonseca escucha con el estetoscopio apoyado en la espalda de Eduardo Ramírez, su vigesimoquinto paciente del día. Está cansado y harto, apenas pudo comer en la cafetería de la clínica, fastidiado de intentar hacer comestible, mordida a mordida, el chicloso bistek que le sirvieron. Termina de auscultarlo y camina con desgano hasta el escritorio mientras cuelga el estetoscopio, cruzándolo para que cuelguen la campana y las olivas a cada lado de su cuello. Toma la estilográfica que fuera de su padre (médico igual que él, tradición familiar) y garrapatea la receta sin mirar al señor Ramírez quien termina de ajustarse la camisa y se sienta al otro lado del escritorio.

    - Por ahora, nada de grasa ni irritantes, tampoco alcohol, tabaco o ninguna otra sustancia, procure evitar situaciones estresantes y duerma al menos ocho horas por noche, para tranquilizar los nervios. Siga la toma de cada medicamento al pie de la letra y viene a verme en quince días, para revisar la evolución. -

    Es como repetir un parlamento que, de tan gastado, suena igual cada vez que lo menciona. Monótono e impersonal, pero, después de todo, es lo mismo con cada cuerpo que revisa, todos tienen esa carga de la vida moderna, esa pesadez de vivir una vida insatisfecha, y él lo único que hace (lo sabe) es aminorar síntomas, distraerlos con tomas de pastillas y, si cumplen las indicaciones de la dieta, quitarles por unos días ese ritmo insaciable con que se maceran los órganos hasta hacerlos puré. Mientras el señor Ramírez toma la receta y dice lo que todo paciente dice, el doctor termina de hacer los apuntes en el expediente mientras repasa, por un momento, los pacientes del día. Del más reciente al primero, resulta más fácil seguir la secuencia así.

    El señor Ramírez, claro, con su colon irritable e insomnio ligero; antes, la señorita Arriaga con su chequeo anual, al menos fue un deleite verla en ropa interior, pero una sensación de culpa le nace en el estómago cuando recuerda que es la hija del señor Arriaga, paciente de toda la vida de su padre y que él mismo ayudó a morir hace tres años. El señor Figueroa, que viene a controlarse la cirrosis. Y antes de que pueda continuar, se abre la puerta. Son la señora Gloria Amerlinck y su hija, la revisión quincenal por la diabetes de la Sra. Gloria. Suspirando, sin ocultarlo, consulta su reloj de muñeca.

    "Siete y cuarto" piensa "Es tarde"

    III

    Después de dar la consulta a la Sra. Amerlinck, vino el Sr. Dámaso, el último paciente programado. Mientras éste sale del consultorio, el Dr. Fonseca presiona el botón del interfón.

    - Ana Luisa, terminamos por hoy. -

    Sabe que hay una paciente más esperando en la sala, que llegó sin cita, pero basta, no tiene ánimo para ver otro cuerpo más, seguir haciendo la pantomima de que les presta atención. En la sala de espera, Ana Luisa mira a la muerte sentada en el sillón, tras escuchar las palabras del Dr. Fonseca.

    - Señora, lo siento, el doctor ha terminado la consulta de hoy. Si gusta podemos programarle una cita para mañana, tenemos libre a las... -

    - Gracias. -

    Sin dar tiempo, se ha levantado, aventando entre los montones apilados sobre la mesita de cristal la quinta revista que tomó y refunfuñando, sale de la sala de espera, azotando la puerta tras suyo.

    Acostumbrada, Ana Luisa se levanta indiferente y entra al consultorio a recoger los expedientes del día y archivarlos. Mientras tanto, el Dr. Fonseca se ha quitado la bata, guardado el estetoscopio y está ajustándose el saco.

    - ¿Programo cita la señora? -

    - No doctor, se fue sin más. -

    - Bueno, ya volverá. Nos vemos mañana Luisa, buena noche. -

    - Buenas noches, doctor. -

    Abre la puerta del consultorio, pasa por la sala de espera sin siquiera mirarla y en menos de un minuto ha recorrido el pasillo, descendiendo por el ascensor. Cuando llega al estacionamiento, avanza con rapidez, está ávido de llegar a casa. Busca en su bolsillo la llave de su auto hasta encontrarla. Presiona el botón una vez para liberar la alarma, dos para quitar el seguro, abre la portezuela y se desploma sobre el asiento del conductor, recargando la nuca contra el respaldo. Arriba Ana Luisa termina de archivar los expedientes y ordenar el escritorio del Dr. Fonseca, regresa a su propio escritorio y revisa la agenda antes de guardar todo dentro de los cajones. Cierra cada cajonera con llave, apaga las luces y, finalmente, asegura la puerta exterior. Camina por el pasillo y presiona el botón del ascensor. Mientras éste llega a su piso, busca en su bolso el teléfono móvil para llamar a Roberto, su novio, y saber si vendrá a recogerla. Abajo, el Dr. Fonseca se despierta súbitamente, se ha quedado dormido por unos minutos. Con sensación de angustia, mete la llave y da marcha al coche, arranca saliendo rápidamente del estacionamiento, anhelando que no haya tráfico para llegar a casa pronto y dormir, descansar de un día vivido con tanto fastidio.

    La muerte, ahora vestida de parachoques, contempla con ojos de faros la rampa que asciende del estacionamiento. Mientras el Dr. Fonseca gira el volante a la derecha para seguir la curva de salida, Ana Luisa cruza la puerta de la clínica, discutiendo acaloradamente con Roberto, su novio, por no venir por ella, bajando las escaleras tras la puerta sin mirar otra cosa que la avenida, pensando en si trae suficiente efectivo en la cartera para el taxi. El doctor sale finalmente del estacionamiento, conduciendo rápidamente por el angosto pasillo frente a la puerta de la clínica, corredor que le separa de la avenida y se distrae por un momento mirando el reloj digital en el tablero.

    "8:07" y la muerte piensa "Es hora".

    Dedicado a "Skull and Watch". Pintura de Damien Hirst.
    (No se cuenta con imagen demostrativa).
     
    #1

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