Crónicas de existir

Y ahí andaba yo… Aburrido, en la piscina, con los chicos, ya saben! Charlábamos de la vida, del mundo, de lo linda que estaba el agua, Era un día más, va, un momento más.
Todo andaba bien, en orden, cuando entonces todo comenzó a suceder. Sentimos cómo un terremoto, todo se sacudía y comenzamos a asustarnos. Entre gritos y desesperaciones, vimos a lo lejos algo así como una ola gigante; que en cuestión de segundos nos arrastró y llevó consigo. No entendíamos nada, lográbamos ver poco y no había forma de luchar contra la corriente.
Al cabo de un rato todo pareció calmarse, pero no sabíamos siquiera donde estábamos. Mirábamos desconcertados hacia todas partes, nadie se atrevía a moverse. Entonces yo actué, me puse la camiseta de líder y comencé a investigar: todos me seguían. Nadábamos y nadábamos pero era recorrer un laberinto.
De repente, algo hizo que empezáramos a movernos involuntariamente, nadábamos sin quererlo y sin alternativa nos dejamos llevar por esa fuerza extraña. Nos movíamos a la deriva por aquél laberinto inundado, en el instante en que vimos una especie de esfera, parecía ser un portal que nos llevaría de regreso a casa. Nos miramos entre todos y el silencio lo dijo todo. Comenzamos a nadar tan rápido como pudimos para ver quién llegaba primero. Era muy divertido. Algunos abandonaron en el camino, otros se ahogaron, pero a mi no me importaba, yo seguía nadando.
Éramos pocos los que quedábamos y ya faltaba poco para llegar. Entonces saqué fuerzas de no se dónde y nadé tan rápido como jamás en mi vida para tratar de llegar primero. Lo logré, saqué gran ventaja de los demás y me metí al portal: no se veía más nada que pura oscuridad. Nadie mas entró, no se que pasó con todos.
Estuve MESES ahí adentro. Sin comer, ni beber, ni moverme, aunque no sentía necesidad de nada de eso.
Un día noté algo extraño, raro. Vi una luz pequeña que se hacía más y más grande con el correr de las horas. Me asusté, creí que mi hora había llegado y que iba a morir. Siempre escuché eso de “Veo la luz al final del túnel”. Empecé a acercarme a esa luz cada vez más. Se escuchaban murmullos: creí que Dios me estaba hablando. Entonces escuché:
_Empuje señora, empuje!_

 

jajajajajja ¡Muy bueno!