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Crónicas de la Guerra que nunca existió - "El gordo Fernández"

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Luis Elissamburu, 11 de Noviembre de 2012. Respuestas: 2 | Visitas: 1061

  1. Luis Elissamburu

    Luis Elissamburu Poeta fiel al portal

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    El "gordo" Fernández era nuestro peor soldado. En eso coincidía toda la dotación de nuestra brigada de suicidas. Medía un metro cincuenta de altura y mas o menos lo mismo de diámetro. Siempre tenía hambre.
    Su pelo rubio y pajizo hacìa juego con los anteojos de armazón grueso y lentes verdes, totalmente inútiles, pues aún con ellos, no veìa nada. Podía consumir toda su ración y la de cuatro mas, contando con la mía, cedida gentilmente a cambio de no escucharlo quejarse durante todo el dìa.

    El sargento lo padecía mucho mas que nosotros. No importaba que órden le diera, una excusa o un pretexto se la anulaba. No puedo caminar, era la mas frecuente. Me caigo de hambre, la segunda opción.
    El gordo acumulaba reproches, desde el uniforme súcio hasta el FAL mal armado.

    Toda la brigada andaba cuidándolo en el bosque. No de nuestros enemigos, sino de él mismo.

    La guerra que disimulábamos nos obligaba a deambular por senderos en medio del bosque vírgen. Lo peligroso era estar al descubierto en algún claro o loma pelada. El "gordo" nos retrasaba en cada salida,
    era una especie de ancla, situada a unos doscientos metros por detrás de nosotros. Había que esperarlo, y eso era malo para la moral del grupo y muy bueno para nuestros adversarios.

    Ya habíamos tenido unas cuántas escaramuzas y el miedo, que no es zonzo, nos vacunaba contínuamente ante cualquier riesgo innecesario. Para Fernández, el unico problema era la comida.

    Para ser una guerra, nos parecía bastante buena. Hasta que un día, se complicó.

    Subíamos una cuesta, y la vegetación de repente quedó raleada por algùn incendio de hacía mucho tiempo. Desde una loma lejana nos enviaron doscientos tiros de 12,7 y un segundo después toda una llúvia del mismo calibre. Un nido de ametralladora. Y no era de los nuestros.

    El "gallego" cayó como un fardo y no se movió más. Fué. Los demás nos zambullimos en la hierba mas alta que pudimos encontrar. Había unos troncos caídos, mal cortados por alguna tormenta. Eso nos salvó. Yo perdí mi FAP en el aterrizaje. Una bala me rozó la rodilla y me dolía como si me hubiéran arrancado la pierna. No veía a los demás, pero sabía que estaban vivos porque cada uno puteaba a su
    manera.

    Nos juntamos en en lado mas saludable de la cuesta. Ëramos un rejunte de ovejas aterrorizadas. Entre cinco teníamos tres FAL, cinco Brownings y dos granadas. Mi FAP estaba demasiado lejos, y la munición
    que sumábamos pintaba al futuro de color negro.

    Desde la lejana loma nos cocinaban a tiros, así que ellos tenían parque de sobra. Mala ecuación. Como autómatas nos organizamos para sobrevivir. Apuntamos los FAL hacia el punto probable del emplazamiento y cuando íbamos a empezar el tiroteo ..., se escuchó esa vocecita familiar.

    -¡Híjos de mil puta!.- Seguido de todos los insultos que el "gordo" Fernández cultivaba en sus ratos libres. Todo aderezado por ráfagas de su FAL desde el otro lado del bosque que nos separaba de la "metra". Los confiados francotiradores no sabían que el mal-hablado era uno solo. Gritaba tanto y tan rápido que parecían diez.

    Cuando cambiaron el ángulo de tiro para sacudirlo al "gordo". Nosotros vaciamos los cargadores de nuestros fusiles sobre el punto visible de las llamas del cañón al disparar. En cinco minutos estábamos sin balas. Pero de la loma tampoco tiraban.

    Dando un amplio rodeo de una hora, llegamos a la base de la ametralladora. La máquina estaba allí, faltaba el cerrojo. Lo único que se llevaron, además de algún herido (segùn las manchas de sangre).

    Quedaron todos los cajones de municion 12.7 milímetros, la comida, la ropa, las bolsas de dormir. Se fueron rápido, sentenció "Danielito", nuestro contador público nacional (de cuentos cordobéses, por supuesto). Bajamos al sendero y media hora después llegó Fernández, rengueando, con el FAL como bastón, sin el casco, todo lleno de tierra y sin los anteojos. Para variar, puteando.

    Todos lo abrazamos..., sin decirle nada. Casi se pone a llorar. Le enchufé dos chocolates rapiñados al
    nido de la metra y mientras enterrábamos al gallego, desde un lugar cercano oímos a un perro ladrar.

    Volvìmos al campamento con dos héroes nuevos, el gallego Guillèn y el gordo Fernández.

    Los meses que faltaron para terminar con esta locura, los pasamos mas unidos que nunca. La muerte
    tiene una pequeña escuela, a la que no queremos ir y donde enseña cosas que no queremos aprender.

    Jugar a los soldados es lindo. Ojalá no hiciéramos otra cosa que jugar.
     
    #1
  2. LUVIAM

    LUVIAM Poeta veterano en el portal

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    Estremecedora tu prosa amigo, comencé leyendo con la angustia de pensar que "el gordo" correría peor suerte, por "suerte" no fue así, jaja, me encantó leerte, sobre todo por ese mensaje realista y triste que trae implícito: "La guerra" Mis aplasusos todos y un abrazo, me quedo con esto:


    Los meses que faltaron para terminar con esta locura, los pasamos mas unidos que nunca. La muerte
    tiene una pequeña escuela, a la que no queremos ir y donde enseña cosas que no queremos aprender.

    Jugar a los soldados es lindo. Ojalá no hiciéramos otra cosa que jugar.
     
    #2
  3. Luis Elissamburu

    Luis Elissamburu Poeta fiel al portal

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    Como siempre, es muy grato que mi obra te entretenga.
    Luis Elissamburu.
     
    #3

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