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Cronicas de la Resistencia Caída parte 11: La piedad de la máquina

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Khar Asbeel, 20 de Enero de 2025. Respuestas: 0 | Visitas: 85

  1. Khar Asbeel

    Khar Asbeel Poeta fiel al portal

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    Hombre
    Disclaimer: Este un relato fanfic hecho por diversión y sin fines de lucro basado en el universo de la franquicia Terminator creada por James Cameron.

    La piedad de la máquina

    El mundo había dejado de ser un hogar. Era un campo de ruinas, un paisaje de desolación donde la vida se había convertido en un juego de supervivencia y desesperación. Entre la maleza y los escombros, una mujer, Eliana, había sido capturada por los Carroñeros, un grupo de seres humanos que habían sucumbido a la locura y la violencia. Su risa maníaca resonaba en su mente, un eco de horror que no podía sacudir.

    Eliana había sido una de las muchas víctimas, sometida a abusos y torturas que habían dejado marcas profundas en su cuerpo y su alma. La habían violado una y otra vez, tanto hombres como mujeres, la habían obligado a hacer cosas asquerosas e impensables. Su piel estaba rasguñada, llena de moretones, marcas de quemaduras, cortaduras, mordiscos. Una de las locas le había tallado en uno de sus glúteos su nombre a punta de cuchillo. Otro se divirtió haciendo un círculo alrededor de su pezón derecho quemándola con un cigarrillo. Aunque había logrado escapar, la libertad venía con un precio alto. Sin ropa, sin refugio y completamente despojada de su humanidad, vagaba tambaleante por las ruinas de una ciudad que una vez había sido vibrante.

    La luz del sol se desvanecía, y la oscuridad comenzaba a cubrir el horizonte. Eliana se arrastró entre los escombros, su cuerpo agotado y su mente al borde de la demencia. Cada paso era un recordatorio del horror que había vivido. Las carcajadas demoníacas de los Carroñeros seguían resonando en sus oídos, un eco de su sufrimiento. Se detuvo un instante, sintiendo que el mundo a su alrededor giraba. El cansancio era abrumador, y la desesperación se apoderó de ella.

    Finalmente, colapsó entre la suciedad y la maleza, su cuerpo desvaneciéndose en la tierra helada. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que había caído, pero el sueño la abrazó con fuerza, llevándola a un oscuro abismo donde el dolor se desvaneció.

    Cuando Eliana despertó, la noche había caído por completo. Un ligero zumbido metálico la rodeaba. Abrió los ojos con dificultad, y allí, ante ella, se encontraban dos T-800 endoesqueletos, sus formas de metal brillando débilmente bajo la luz de la luna. Eran imponentes, pero su presencia no era amenazante. Se acercaron, y Eliana sintió una mezcla de terror y alivio.

    "¿Cómo te encuentras?" preguntó uno de ellos con una voz fría, mecánica, pero clara. Eliana lo miró, confundida y asustada. Las palabras no parecían encajar en su mente. "¿Qué te pasó? ¿Quién te hizo esto?", continuó la máquina, su tono casi humano.

    Las lágrimas brotaron de los ojos de Eliana mientras la memoria de los Carroñeros la asaltaba. "Fui... capturada", balbuceó, su voz quebrada. "Me hicieron cosas... horribles... Los Carroñeros... No sé cómo escape.... Solo quería... vivir".

    Los T-800 intercambiaron miradas, y por un momento, Eliana sintió una extraña conexión.

    "¿Dónde están ahora?" le preguntaron . Elaina apenas pudo contestar. "Al sur... en la catedral destruida... de Nuestra Señora... de los Ángeles"

    "Los Carroñeros están en la mira de Skynet", dijo el segundo T-800. "Serán exterminados. Esta vez, no habrá escape". Su voz era implacable, pero había un matiz de determinación en sus palabras.

    Eliana intentó incorporarse, pero el dolor la atravesó como una corriente eléctrica. Se dio cuenta de que su cuerpo estaba al borde de la muerte, y una desesperanza profunda la envolvió. "No puedo... seguir así", murmuró, su voz apenas un susurro.

    Los T-800 la observaron con sus ojos cibernéticos rojos y luminosos. "No tenemos forma de ayudarte físicamente", admitió uno de ellos. "Notamos que tu estado es crítico. Tardaras mucho antes de morir". Eliana sintió que el terror la invadía de nuevo. ¿Qué significaba eso?

    "Lo único que podemos hacer por ti es terminar tu sufrimiento rápidamente", dijo el T-800, y un escalofrío recorrió la espalda de Eliana. "Puedes considerar esto como un acto de piedad".

    En su mente, la idea de ser terminada por una máquina era aterradora, pero al mismo tiempo, había una extraña sensación de alivio. Había visto el verdadero horror de la humanidad, y en ese momento, las máquinas parecían ser lo único que podía ofrecerle un final digno.

    "Gracias", murmuró Eliana, su voz quebrada pero llena de gratitud. "No quiero... seguir sufriendo. No quiero... recordar... sentir... más". Se sintió en paz, como si el peso del mundo se hubiera desvanecido.

    Los T-800 se acercaron, y Eliana cerró los ojos, sintiendo que su vida se deslizaba entre sus dedos. En su mente, pensó en cómo una máquina, diseñada para eliminar a los humanos, había mostrado más compasión que muchos de los que había encontrado en sus últimos años de vida. Era irónico, y en ese momento de claridad, entendió que la verdadera humanidad a veces se perdía en el caos del mundo.

    Mientras la oscuridad la abrazaba, sintió la fría mano del T-800 sobre su frente. "Esto terminará pronto. No sentirás más dolor". En ese momento, Eliana sintió que su sufrimiento llegaba a su fin. El cyborg apuntó su rifle de plasma hacia el corazón de la joven y lo activó. Se vio un breve resplandor y casi ningún ruido. El último susurro de su vida se desvaneció en la noche, y la oscuridad se tragó su ser.

    Los T-800 se quedaron allí un momento, observando el cuerpo inerte de la mujer. "La humanidad es innecesariamente cruel", declaró uno de ellos. Era una verdad que resonaba en su programación, una paradoja que los haría cuestionar su misión y su propósito en un mundo donde el dolor y la locura reinaban.

    "Tenemos la ubicación. Más unidades van hacia allá. Procediendo a dirigirse hacia el sitio. Modo de combate activado" procesaron ambos soldados metálicos.

    Mientras se alejaban, la noche se cerró sobre el cuerpo de Eliana, y el eco de su sufrimiento se unió al silencio de las ruinas, un recordatorio de que, en medio de la oscuridad, a veces la verdadera piedad se encontraba en los lugares más inesperados.

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