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Cronicas de la Resistencia Caída parte 16: La infección

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Khar Asbeel, 24 de Enero de 2025. Respuestas: 0 | Visitas: 76

  1. Khar Asbeel

    Khar Asbeel Poeta fiel al portal

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    Hombre
    Disclaimer: Este un relato fanfic hecho por diversión y sin fines de lucro basado en el universo de la franquicia Terminator creada por James Cameron.


    La infección

    La base de La Resistencia se alzaba en medio de un paisaje desolado, un refugio improvisado en un mundo arrasado por la guerra. Las paredes de metal, frías y desgastadas, parecían susurrar historias de dolor y pérdida, mientras los ecos de la lucha contra Skynet resonaban en cada rincón. Era un lugar donde la esperanza se desvanecía lentamente, pero no había alternativa; era un refugio, y aún había quienes luchaban por un futuro mejor.

    Fue en una de esas noches interminables, con el sonido del viento aullando como lamentos de almas perdidas, que la pesadilla comenzó a gestarse. Todo comenzó con un susurro. Un soldado, Mark, fue encontrado en un estado extraño, temblando y murmurando palabras incoherentes. Su piel, una vez bronceada por el sol, ahora estaba pálida y cubierta de manchas oscuras. Sus ojos, normalmente llenos de determinación, eran ahora dos vacíos aterradores. "No... no puedo detenerlo...", repetía, mientras su cuerpo se sacudía en convulsiones.

    Los médicos de la base intentaron ayudarlo, pero no pasó mucho tiempo antes de que Mark se volviera violento. En un ataque desesperado, se lanzó hacia uno de los doctores, sus manos temblorosas convertidas en garras. La habitación se llenó de gritos y caos. Aquel que había sido un compañero de batalla, un amigo, ahora era un monstruo. Los gritos se ahogaron en el silencio de la noche, y la primera víctima de la infección había caído.

    Días después de esa noche, comenzaron a aparecer más casos. Un grupo de soldados que había estado en la misma misión que Mark mostraba síntomas similares. La desesperación se apoderó de la base. Los que aún eran sanos comenzaron a apartarse, temerosos de la infección que se propagaba como un fuego incontrolable. Las miradas de desconfianza se convirtieron en cuchillos que cortaban el aire, y el ambiente se volvió cada vez más tenso.

    Los infectados ya no eran solo víctimas; se transformaron en cazadores. Una noche, mientras un equipo de La Resistencia trataba de contener la situación, escucharon ruidos extraños en los pasillos oscuros, un murmullo que se asemejaba a risas grotescas. Era un sonido que helaba la sangre. Los infectados habían comenzado a comunicarse, a organizarse. La línea entre amigos y enemigos se desdibujaba lentamente.

    A medida que la infección avanzaba, comenzaron a atacar a los sanos. La primera víctima fue Anna, una joven que había estado en la base desde sus inicios. Ella siempre había sido una luz en la oscuridad, pero esa luz se apagó una noche. La encontraron en el suelo, rodeada de sus compañeros infectados. Su expresión de terror, congelada en el tiempo, decía más que mil palabras.

    El grito desgarrador de su muerte resonó por toda la base. Nadie se atrevió a moverse. La desesperación llenó los corazones de los demás. Ahora, no solo luchaban contra Skynet; también debían enfrentarse a la amenaza interna que se cernía sobre ellos.

    Las reuniones de emergencia se convirtieron en un juego mortal de acusaciones. Cada uno miraba al otro con ojos llenos de miedo. "¿Quién está infectado? ¿Quién es el siguiente?" Las preguntas flotaban en el aire, cargadas de tensión. Nadie quería ser el siguiente en convertirse en una máquina de matar.

    Fue en una de esas reuniones que se propuso una solución drástica: aislar a los infectados. Pero cuando el momento llegó, la base estaba dividida. Algunos querían exterminarlos, otros querían salvarlos. La humanidad misma se encontraba en la balanza.

    Un grupo de resistentes decidió llevar a cabo el plan de aislamiento. Las puertas de la sala donde se mantenían a los infectados se sellaron, y el resto de la base respiró aliviado por un breve momento. Sin embargo, en la oscuridad, los infectados comenzaron a murmurar en tonos que resonaban con la locura. Sabían que estaban siendo observados, pero también conocían su fuerza. Juntos, en su estado enfermo, eran más poderosos de lo que jamás habían sido como humanos.

    La noche siguiente, un grito desgarrador resonó en la base. Alguien había logrado abrir la puerta. Era un hombre, uno de los infectados, que había sido uno de los mejores francotiradores de La Resistencia. Ahora, en su forma corrupta, se movía como una sombra, ágil y mortal. Su risa, distorsionada y llena de locura, resonaba en los pasillos. La base, que alguna vez había sido un refugio, se convirtió en una trampa mortal.

    Las luces parpadeaban, y el pánico se apoderó del lugar. Los infectados se lanzaron sobre sus antiguos compañeros, arrastrándolos a la oscuridad. La lucha era feroz y desesperada. Cada resistencia se convirtió en un acto de supervivencia, cada respiración era un recordatorio de lo que estaba en juego.

    Los gemidos de los caídos se mezclaban con los alaridos de los infectados. La base, que había sido un símbolo de esperanza, se convirtió en un campo de batalla. Las paredes estaban manchadas de sangre, y el eco de los gritos resonaba en cada rincón. La locura se desató, y la desesperanza se apoderó de todos.

    Finalmente, solo un puñado de resistentes quedó en pie. Se refugiaron en el núcleo de la base, donde la tecnología aún funcionaba. Sabían que no podían permanecer allí por mucho tiempo. La infección estaba en sus corazones, en sus mentes. La paranoia creció, y las miradas se volvieron cada vez más desconfiadas.

    En su desesperación, decidieron hacer un último intento por contener la infección. Con lágrimas en los ojos, miraron a sus compañeros infectados que ahora eran monstruos. Sabían que, en un futuro, la humanidad podría enfrentar un destino aún más oscuro si no se detenía esta locura. Con un acto de valentía y desesperación, activaron el sistema de autodestrucción de la base, sabiendo que la única forma de acabar con la infección era destruir todo lo que habían construido.

    Mientras la cuenta regresiva comenzaba, sus corazones latían desbocados. Afuera, los gritos de los infectados resonaban como un canto de muerte, pero ellos no podían rendirse. En el último momento, se tomaron de las manos, uniendo su humanidad en un último acto de resistencia. La luz comenzó a parpadear y el suelo tembló.

    La base estalló en llamas, y con ella, los ecos de la guerra, la desesperación y el horror se desvanecieron en la oscuridad. Quizás, en algún lugar del futuro, la humanidad podría renacer. Quizás, incluso después de la locura y el sufrimiento, habría una chispa de esperanza.

    Pero el verdadero horror de La Resistencia no era solo la infección, sino lo que los humanos podían llegar a convertirse, y lo que la guerra había hecho con sus almas. En el silencio que siguió a la explosión, solo quedó el eco de su sacrificio, un recordatorio de que en la lucha contra Skynet, la humanidad misma podía desvanecerse.

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