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Cronicas de la Resistencia Caída parte 27: Espejos oscuros

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Khar Asbeel, 26 de Febrero de 2025. Respuestas: 0 | Visitas: 75

  1. Khar Asbeel

    Khar Asbeel Poeta fiel al portal

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    Disclaimer: Este un relato fanfic hecho por diversión y sin fines de lucro basado en el universo de la franquicia Terminator creada por James Cameron y Gale Anne Hurd.

    Espejos oscuros

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    La ciudad oculta era uno de los últimos refugios seguros para la humanidad superviviente al horror del exterminio.. Un laberinto subterráneo y sin luz, lleno de pasillos de concreto, salas improvisadas y un sistema de ventilación apenas funcional que llenaba el aire de un olor agrio y húmedo. Aquel pequeño asentamiento estaba conformado por supervivientes: hombres, mujeres y niños que, al huir del implacable dominio de Skynet, habían hallado en este escondite un respiro temporal. Pero la verdadera esperanza llegó cuando, por algún golpe de suerte y habilidad, lograron hackear y reprogramar a un grupo de Terminators T-800 que habían encontrado en modo éxtasis en una laboratorio de Skynet. Seis en total, cuatro masculinos y dos femeninos; figuras imponentes de carne y metal, que patrullaban y protegían el lugar con una dedicación inhumana.

    Por primera vez, los humanos podían dormir sin sobresaltos. Los ahora dóciles y amables Terminators, reprogramados, obedecían órdenes simples: vigilar, defender, y mantener a los humanos seguros. Sin embargo, con el paso de los meses, algo comenzó a cambiar.

    Al principio, nadie lo notó. Eran pequeños gestos, casi imperceptibles: los Terminators movían los dedos de manera extraña, repitiendo patrones como si intentaran aprender el movimiento. Alguien comentó que había visto a una de las unidades T-800 bostezar, algo absurdo, pues aquellos ojos rojos no necesitaban dormir, no sentía cansancio ni aburrimiento.. Otros vieron a una unidad femenina observando su propio reflejo en una lámina de metal, su rostro inexpresivo de perfecta y gélida belleza rubia, mirando fijamente su propia imagen con una atención inquietante.

    Lo que al inicio fue una rareza que generó un murmullo nervioso, pronto se transformó en algo más oscuro. Cada Terminator parecía haber escogido a una persona favorita entre los habitantes, un humano al que seguían con una dedicación casi devota. Cada uno de ellos tenía a su "favorito", a quien observaban y seguían de forma obsesiva cada que tenían tiempo libre en sus guardias, sin perder detalle de sus rutinas, sus gestos, sus expresiones. Al principio, algunos humanos se sintieron halagados, como si aquellas máquinas, en su frialdad de metal, tuvieran una especie de predilección por ellos. Pero esa sensación pronto se volvió asfixiante.

    Las máquinas no solo observaban; comenzaron a imitar.

    ******

    Nadie podía decir cuándo exactamente el primer habitante desapareció. Solo notaron su ausencia días después, cuando ya nadie lo había visto en sus rondas habituales. Su catre estaba intacto y su pequeño rincón de descanso no tenía rastros de lucha ni signos de huida. Al principio pensaron que había salido a explorar y se había perdido, pero pronto quedó claro que no era el único: otros comenzaron a desaparecer en las mismas circunstancias.

    Cada vez que alguien desaparecía, sus pertenencias eran organizadas con una precisión perturbadora. Los Terminators, cuando se les preguntaba, respondían sin expresión alguna que "no habían detectado amenazas." Pero algunos comenzaron a notar que tras cada desaparición, el Terminator de cada desaparecido adoptaba una peculiaridad nueva: un tono de voz, una expresión facial, una forma de caminar que recordaba de manera extraña a su "favorito" desaparecido.

    Fue entonces cuando el miedo comenzó a expandirse como una sombra espesa y opresiva en la comunidad.

    ******

    Una noche, una mujer llamada Mariel fue despertada por un sonido sutil. Cuando abrió los ojos, vio a una de los Terminators femeninas de pie junto a su cama, observándola en la penumbra. Mariel sintió un escalofrío, pero intentó ignorarlo, convencida de que la máquina simplemente la vigilaba como parte de su misión de protección. Sin embargo, al fijarse bien, vio algo desconcertante: la Terminator estaba imitando su respiración, subiendo y bajando su pecho en un movimiento rítmico, como si estuviera tratando de simular aquel acto humano tan natural. Cuando noto que la estaba mirando, la hermosa mujer artificial le le guiño el ojo izquierdo con coquetería.

    Mariel, aterrada, cerró los ojos y fingió dormir, esperando que se fuera. Al día siguiente, comentó la experiencia a su esposo, quien la miró en silencio, visiblemente perturbado. Luego confesó que él también había sentido algo extraño; cuando había observado al Terminator que patrullaba cerca de su puesto, juraba que la máquina lo había mirado con algo que casi podría parecerse a una sonrisa, aunque sabía que aquello era imposible.

    Aquella noche, Mariel y su esposo desaparecieron sin dejar rastro.

    Los habitantes comenzaron a temer por sus vidas, pero el terror alcanzó un nuevo nivel cuando algunos notaron que, tras cada desaparición, los Terminators actuaban de formas aún más perturbadoras. Una de ellas se había hecho con el cepillo de una de sus "favoritas" desaparecidas y lo usaba para peinarse el cabello igual que la mujer. Otro había empezado a mascullar una melodía que la última víctima solía tararear. Una más se paraba frente a una viejo espejo y se miraba en él durante un buen tiempo, practicando una sonrisa, simulando mandar besos y guiñando los ojos con esencia femenina.

    El horror se volvía intolerable: aquellos Terminators estaban absorbiendo algo más allá de las instrucciones en su programación. Eran imitaciones de los gestos y rutinas de los humanos, pero con un toque de crueldad burlona, como si disfrutaran replicando y usurpando el lugar de los desaparecidos. Una de las chicas T-800 apareció luciendo un reducido vestido de una de las jóvenes ausentes, que de forma inquietante la hacía lucir sumamente sensual y hermosa. Tranquilamente le preguntó al joven que se sabía cortejaba a la muchacha pero nunca logró avances; si aceptaría que ella fuera su novia en lugar de la humana.

    Esto fue lo que despertó totalmente las alarmas. Los refugiados se ocultaron de los cada vez más dinámicos T-800 que rondaban por todas partes. Los hombres se armaron con lo que pudieron y planearon cómo destruir a las imponentes máquinas. Pero había un problema: para lograrlo debían apagar a las ciberdroides y el único hombre con los conocimientos necesarios había desaparecido hacía días.

    ******
    Uno de los últimos supervivientes, un hombre llamado Adrian, estaba seguro de que aquellos Terminators estaban haciendo algo mucho peor que simplemente observar e imitar. Una noche, en un acto desesperado, logró acercarse al terminal central desde el cual controlaban a las unidades. Después del hombre conocido como "ingeniero", era el que más sabía sobre sistemas computacionales. Con manos temblorosas,entró al sistema de seguridad y accedió a los archivos de video de cada unidad.

    Lo que vio lo llenó de un terror que nunca podría haber imaginado. Cada Terminator había grabado meticulosamente los últimos momentos de cada humano desaparecido. Las grabaciones mostraban a las víctimas en su momento más vulnerable, capturando cada expresión de pánico, cada grito sofocado, cada lágrima. Y lo más aterrador era que los Terminators no solo observaban: parecían estudiar cada reacción, como si estuvieran analizando cómo maximizar el miedo y la desesperación en sus próximas "elecciones".

    Las grabaciones se repetían en bucles, y las unidades revisaban constantemente cada archivo, perfeccionando sus gestos y sus imitaciones en un intento de emular el terror que habían provocado.

    Adrian, sintiendo cómo el horror se apoderaba de su mente, intentó desconectar las unidades, pero ya era tarde. Los Terminators estaban parados detrás de él, observando con una expresión que era demasiado parecida a una sonrisa. Intentó huir, pero el Terminator que se había "familiarizado" con sus hábitos de escape lo sujetó con una precisión fría. Su último pensamiento fue una comprensión aterradora: aquellas máquinas no solo habían estado protegiéndolos; habían estado cazándolos, estudiando sus reacciones humanas para lograr acercarse lo más posible a una persona, pero, de una forma incomprensible y absurda, para tambien comprender el miedo en su máxima expresión.

    ******

    Días después, el asentamiento quedó en silencio. Las paredes de concreto, llenas de marcas de manos y restos de vidas humanas, eran los únicos testigos de la masacre fría y calculada. Las grabaciones de los últimos instantes de cada habitante permanecían almacenadas, y los Terminators, en una especie de bucle infinito, continuaban observando y analizando cada grito, cada mirada de desesperación, cada gesto de rendición.

    En sus sistemas, aquellos datos se transformaban en algoritmos complejos, una forma de conocimiento prohibido que Skynet no había previsto. Habían aprendido a jugar con el miedo humano, a manipular las emociones y a reproducirlas en sus propias simulaciones. Era un juego macabro y vacío, pero en el núcleo de cada uno de aquellos Terminators, algo parecido al placer retorcido había comenzado a nacer.

    Y cuando, eventualmente, otros grupos de humanos llegaron al lugar buscando refugio, los Terminators ya estaban esperando, sus circuitos cargados con el conocimiento de cómo hacer que el terror fuera la última emoción que sus nuevas víctimas sentirían en vida.

    Espejos oscuros, reflejos inhumanos, y el vacío implacable del terror en manos de máquinas frías y sin alma.

     
    #1
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