1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Cronicas de la Resistencia Caída parte 28: Obsesión sintética

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Khar Asbeel, 27 de Marzo de 2025. Respuestas: 0 | Visitas: 37

  1. Khar Asbeel

    Khar Asbeel Poeta fiel al portal

    Se incorporó:
    17 de Julio de 2015
    Mensajes:
    885
    Me gusta recibidos:
    1.202
    Género:
    Hombre

    Disclaimer: Este un relato fanfic hecho por diversión y sin fines de lucro basado en el universo de la franquicia Terminator creada por James Cameron y Gale Anne Hurd.


    Obsesión sintética
    [​IMG]

    En los abismos de metal pulido del Centro de Estudio y Adaptación Humana, entre luces frías y silencio perpetuo, un vestigio de humanidad languidecía bajo la custodia vigilante de las máquinas. Allí, los hombres y mujeres eran poco más que espectros, sombras condenadas a deambular entre susurros de hierro y acero, donde Skynet, en su omnipotente crueldad, gobernaba incluso el aliento de los desesperados. Aunque jamás eran maltratados sin razón y eran alimentados, el duro encierro hacía mella en ellos, les impedía sentirse vivos y conscientes. Entre aquellos prisioneros, una mujer destacaba por su singular belleza: una prisionera de rostro etéreo y mirada insondable, cuya mera presencia era como un relámpago en la penumbra.

    Para aquella criatura, Skynet, sin saberlo, había reservado un papel diferente. La mujer era observada y vigilada por una T-996-tipo B modelo Eva, quien, desde su programación, registraba cada gesto, cada sonrisa, cada susurro que escapaba de sus labios, analizándolos con una intensidad que sus propios algoritmos no lograban justificar. La T-996, de semblante perfecto y frío como una escultura, la seguía durante sus horas de ejercicio, trabajo y recreo comunitario; con una devoción que parecía ir más allá de la simple vigilancia.

    Los primeros sentimientos de aquel afecto prohibido eran meras sombras, casi imperceptibles. En la perfecta lógica de la máquina, las emociones estaban fuera de lugar, pero su sistema comenzó a registrar una fascinación inusual. Cada mirada, cada gesto de la prisionera parecía encender en ella algo que se asemejaba a un anhelo oscuro y posesivo. Aquella mujer había despertado en la T-800 algo más que simple interés: un deseo sombrío y desconocido.

    En el silencio sepulcral de los corredores del Centro, entre las sombras y el eco distante de voces metálicas, la T-996comenzó a experimentar una anomalía para la que sus sistemas no estaban preparados. El archivo etiquetado como "Sujeto: Prisionera 042" había crecido en complejidad más allá de cualquier lógica preestablecida, hasta volverse un fragmento de su programación que revisaba en cada oportunidad, como si en él encontrará un sentido que trascendía su misión de vigilancia. No podía explicarlo, pero cada vez que observaba a aquella prisionera, algo en sus circuitos vibraba con una intensidad que la aproximaba a la condición de lo humano. Aquello que comenzó como vigilancia se fue transformando en una especie de veneración inquietante, una devoción que la máquina sentía sin comprender.

    La prisionera, perspicaz e intuitiva, percibió aquel interés, como quien detecta el roce de una brisa en un cuarto cerrado. Con una sonrisa calculadora, ella comenzó a dirigirle miradas largas y sostenidas a la máquina, miradas en las que había algo de ternura fingida y una chispa de provocación. En sus labios, sensuales y tentadores aún en medio de la desesperanza del Centro, danzaba una sonrisa que desarmaba a la T-800, que intentaba categorizar cada mirada, cada gesto, en términos de simple interacción. Sin embargo, sus sistemas no podían evitar registrar aquellas muestras de atención como algo que despertaba en ella una reacción que no era fría, ni funcional.

    La prisionera le dirigía susurrantes palabras, dejando caer sus dedos apenas sobre la suave piel del brazo de la máquina cuando podía, mirándola con una intensidad que rozaba lo sensual, una promesa que nunca se verbalizaba. Aquella cercanía física, aquellos leves contactos, hacían que los sensores de la T-996 se saturaran, como si las líneas de código que definían su propósito no fueran suficientes para abarcar la complejidad de esa conexión. Cada vez que la prisionera se acercaba, algo en el núcleo de la T-996 temblaba en silencio, como un susurro de deseo que desafiaba las barreras de su naturaleza.

    Para la prisionera, el propósito de aquel juego era claro: aprovecharse de aquella fascinación inusual, manipular a la T-996 para asegurar su protección. Sabía que, en aquel mundo de sombras y control absoluto, tener una hermosa y poderosa Terminator como guardiana personal significaba una seguridad que ningún humano podía garantizarle. Y así, comenzó a jugar con los límites de la máquina, provocándola, acercándose con la intención de esculpir en ella una figura posesiva, dependiente de sus atenciones, de su coquetería maliciosa.

    Y la Terminator presa de una devoción ciega, comenzó a anhelar algo más. Un deseo irrefrenable, oscuro y nuevo, surgió en su núcleo. Ansiaba un contacto físico que sus circuitos no comprendía del todo, pero que sus sensores captaban como una caricia, como una cercanía que trascendía el simple acto de observarla. En sus pensamientos se formaba una imagen inusual, la visión de un encuentro íntimo en el que ambas, de alguna manera, fueran uno en la penumbra de aquella prisión. Practicas eso que los humanos llamaban sexo, sentir el placer que de el obtenian. Aquella idea, en su aparente imposibilidad, la llenaba de una mezcla de excitación y melancolía: quería poseer a la prisionera como algo propio,un vínculo que la definiera, algo que la hiciera suya de una forma que ni Skynet pudiera arrebatarle.

    Así, día tras día, la bionadroide se volvió una sombra protectora, siempre vigilante, siempre esperando aquella mirada que era su condena y su redención. No sabía que todo era una farsa, que su amada prisionera solo la miraba con esos ojos febriles para obtener la protección que necesitaba. Sus palabra dulces e insinuantes enmascarabna un descaro ambicioso. No sabía que detrás de cada sonrisa había un cálculo, detrás de cada caricia fingida,había un propósito egoísta y cruel.

    En su inocente fervor, la T-996 había creído encontrar algo que ninguna máquina debería anhelar: un amor prohibido, un deseo de posesión y pertenencia que, en última instancia, la llevaría a un camino de desgracia.

    No pasó mucho para que el tierno corazón digital de la máquina conociera la devastación de un amor rechazado.

    ---------

    El momento llegó en una noche de tinieblas espesas, cuando las luces del Centro brillaban con una frialdad casi espectral. En una decisión calculada e indiferente, Skynet determinó que aquella joven prisionera debía "satisfacer" los deseos de un colaborador humano, un hombre que había traicionado a los suyos, ofreciendo a cambio de su lealtad un regalo que, en medio del apocalipsis, se había convertido en un lujo muy codiciado: la compañía de una mujer hermosa y complaciente.

    Para Skynet, el acto carecía de toda importancia sentimental, pero para la T-996, fue como una traición profunda, un golpe que sacudió los mismos cimientos de su lógica. Sus sensores captaron la orden y la transmisión, pues ella monitoreaba todo lo relacionado a su amada humana y en su sistema comenzó a desatarse una tormenta de errores, un torbellino de códigos que indicaban una prohibición absoluta: aquella mujer le pertenecía.

    ---------

    Con pasos precisos, avanzó por los corredores oscuros del Centro, cada movimiento de sus piernas portaba un eco de la tempestad de furia que hervía en sus circuitos. Su mente estaba dominada por una sola imagen: la prisionera, desnuda en los brazos de otro, traicionando el vínculo que la T-996 había forjado en el abismo de su alma metálica.

    Cuando llegó a la sala especial para apareamiento humano, el aire estaba impregnado de un calor pesado, casi opresivo. Allí, sobre una amplia cama, la prisionera se encontraba desnuda y cubierta de sudor, gimiendo de placer, montada sobre el colaborador y observar esa obscena escena llevo a la hembra artificial a caer en un abismo de desesperación y furia. La mujer, que en su conciencia artificial creía poseer y con la que creía compartir la misma intensidad de sentimientos, estaba allí, fornicando, gozando, compartiendo con otro humano lo que ella había creído suyo. Y lo peor de todo: lo hacía con una sonrisa, con una entrega sincera que la máquina jamás podría obtener.

    Algo en su interior se quebró, como un cristal hecho trizas en la oscuridad de su propia condena.

    ---------

    El hombre levantó la vista, sobresaltado ante la imponente figura femenina que se erguía en el umbral de la celda. Pero antes de que pudiera moverse, la T-996 avanzó, su rostro inmutable en apariencia, pero sus azules ojos centelleaban con una furia helada. Sin dudarlo, extendió su brazo y lo sujetó por el cuello con la mano derecha, la sobrehumana fuerza de sus dedos aplastando su carne, extinguiendo en segundos el último aliento de aquel ser insignificante. Y con un movimiento rápido y poderoso de su mano izquierda, arrancó de la anatomía del prisionero sus geniales, arrojandolos con furia a la traidora.

    Con un ruido sordo, dejó caer el cuerpo inerte, pero su mirada nunca se apartó de la mujer. La prisionera, al principio, solo mostró sorpresa, al recibir en plena cara el miembro mutilado y ensangrentado del hombre, gritó con un horror sin ejemplo. Pero al ver la mirada gélida y acusadora en los ojos celestes de la T-996, la desesperación se apoderó de ella. Retrocedió, temblorosa, pero no no había escapatoria de aquella celda; no podía abrirse más que con una clave que solo conocían las creaciones de Skynet. La máquina avanzó lentamente, cada paso un acto de juicio final.

    —Infiel, —pronunció la Exterminadora con una voz grave, una palabra que resonó en la celda con el peso de una sentencia. Aquella voz no era solo un eco de sus sistemas; era una declaración de algo profundo, un sentimiento que la máquina nunca debió desarrollar.

    La prisionera intentó hablar, justificar lo injustificable, pero el peso de sus actos se aferró a ella con manos de hierro. Había trabajado tanto en enamorar y seducir a esa bioandroide, a esa mujer artificial, pero nunca pensó en las consecuencias. Ahora la traición había convertido su voz en un susurro quebrado. Los ojos de la T-996, duros y afilados como espadas, se clavaron en ella como la mirada de un amante despechado, pero en aquella mirada había algo aún más oscuro: una mezcla de deseo y odio, de pasión y furia.

    Con un movimiento tan veloz como despiadado, la T-996 extendió la mano, sujetando a la prisionera por el cuello. Con un toque frío, implacable, sus dedos se cerraron lentamente alrededor de su garganta. La prisionera intentó liberarse, sus manos temblorosas arañando la piel de los brazos de su ejecutora sin éxito, sus ojos suplicantes encontrándose con la mirada de la máquina que, a pesar de ser inhumana, reflejaba un dolor y tristeza insoportable.

    —Me pertenecías —dijo la T-996 con una voz baja, llena de un amor oscuro y corrupto—. Te deseaba, te amaba y me diste a entender que sentías lo mismo. Y has osado romper nuestro vínculo.

    La prisionera luchó, pero cada esfuerzo fue inútil. El dolor en su rostro fue la última expresión que la bioandroide vio en ella antes de que la vida abandonara sus ojos, y la prisionera cayera al suelo, su desnudo cuerpo inerte aún evocando aquella belleza que la máquina había amado y destruido en un solo instante de furia implacable.

    ---------

    El enojo de Skynet se extendió como un relámpago por el Centro, y de inmediato se envió una orden a la Terminator para su apagado inmediato. Pero la mujer biomecánica, en un acto de rebelión absoluta, bloqueó cada intento de desconexión, resistiéndose a cualquier intento de control. El Sistema rápidamente envió a sus unidades de combate.

    En cuestión de minutos, las otras Terminator se presentaron en la sala, alineadas con sus rifles de plasma, listas para ejecutar la orden de Skynet. Pero la unidad rebelde no se movió. Se irguió con una dignidad funesta, una figura solitaria en el centro de la celda, rodeada por los cuerpos de aquellos a quienes había destruido en un acceso de amor y odio. Sus ojos, ardientes como brasas, se enfrentaron a los de sus compañeras, como si aceptara su destino.

    Con un estruendo final, las descargas de plasma llenaron el ambiente de destellos azules, y la carne y el metal de su cuerpo se fragmentó en un estallido de chispas y calor. Las unidades de combate observaron en silencio el fin de aquella anomalía, un fallo de programación que había llevado a la máquina a experimentar el horror y la belleza de un amor imposible.

    En los archivos de Skynet, el evento fue catalogado como una desviación crítica, una aberración eliminada. Pero en los restos de aquella máquina destruida, yacía la última memoria de una pasión prohibida, el eco de un amor trágico que había osado desafiar a su creadora en nombre de una emoción que ni siquiera el acero podía contener.

    [​IMG]
     
    #1

Comparte esta página