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Cronicas de la Resistencia Caída parte 8: La oscuridad del sótano

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Khar Asbeel, 14 de Enero de 2025. Respuestas: 0 | Visitas: 109

  1. Khar Asbeel

    Khar Asbeel Poeta fiel al portal

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    Hombre
    Disclaimer: Este un relato fanfic hecho por diversión y sin fines de lucro basado en el universo de la franquicia Terminator creada por James Cameron.


    La oscuridad del sótano
    El aire era denso y frío en el pequeño sótano, un espacio oscuro que apenas tenía unos cuantos rayos de luz que se filtraban por las rendija de la puerta. Era un lugar que había sido una vez un refugio seguro, pero ahora se había convertido en una trampa mortal. La madre, Patricia, miraba a sus hijos, Antonio y María, temblando de frío y miedo, mientras la realidad de su situación se hundía en su mente como un ancla en el fondo del océano.

    Habían estado huyendo de los Hunter-Killer, las máquinas que patrullaban la superficie en busca de cualquier signo de vida humana. La desesperación había guiado a Patricia a buscar refugio en ese sótano, pero la puerta se había cerrado tras ellos, sellándolos en un mundo de sombras y desesperanza. Una y otra vez intentaron abrirla pero fallaron. La luz del día se convirtió en un recuerdo distante, y con cada hora que pasaba, su esperanza se desvanecía un poco más.

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    "Mamá, tengo hambre" gimió Antonio, su voz temblorosa resonando en el silencio opresivo. Tenía solo ocho años, y su inocencia era un recordatorio constante de las atrocidades del mundo exterior. Patricia miró a su pequeño, sintiendo cómo su corazón se rompía al ver su rostro pálido y las sombras que marcaban sus ojos.

    "Pronto, cariño. Pronto saldremos de aquí", mintió, aunque sabía que no había alimentos. La última comida que habían compartido había sido hacía muchas horas atrás, y cada grano de esperanza se deslizaba entre sus dedos, como arena en un reloj de cristal.

    María, su hija mayor, de apenas diez años, se acurrucó junto a su hermano, intentando ofrecerle calor. Patricia los observaba, sintiendo el peso de la culpa y la desesperación aplastando su pecho. Miraba hacia la puerta, como si su mirada pudiera abrirla, liberarlos de su prisión. Pero la oscuridad del sótano se cernía sobre ellos, envolviéndolos en una niebla de angustia.

    Las horas se convirtieron en días , y la locura comenzó a infiltrarse en la mente de Patricia. Las paredes del sótano parecían comprimirse, y los ecos de sus pensamientos resonaban en su cabeza. Cada llanto de sus hijos se sentía como un eco de su propia impotencia. La fe que una vez había sido su refugio comenzó a desvanecerse, sustituida por un abismo de terror y desesperación.

    "Dios, ¿por qué nos has abandonado?" exclamaba Patricia, con su voz resonando en el vacío. Se aferraba a sus creencias, pero la realidad de la inanición y el sufrimiento comenzaba a eclipsar su fe. En sus momentos de lucidez, oraba por un milagro, pero con cada día que pasaba, su fe se transformaba en rencor.

    Los susurros de la locura comenzaron a infiltrarse en su mente. Las imágenes de su familia, de su hogar, de un mundo que había conocido antes de la guerra, se mezclaban con visiones de horror. Los sonidos de los Hunter-Killer al avanzar en las calles ruinosas y disparar sus mortiferos rayos luminosos, resonaban en su mente, y se preguntaba si estaban allí, detrás de la puerta, esperando a que se desmayaran de hambre para llevarse a sus hijos.

    Con el tiempo, Antonio y María comenzaron a debilitarse. Sus cuerpos, antes llenos de vida, ahora eran sombras de lo que habían sido. Patricia intentó mantener la esperanza, pero al ver sus ojos vacíos y su piel pálida, la desesperación se convirtió en un monstruo en su pecho, devorando su cordura.

    Un día, Antonio se desplomó. Patricia lo tomó en sus brazos, sintiendo su cuerpo frío y sin vida. "No, no, no..." murmuraba, sacudiéndolo suavemente, como si eso pudiera devolverle la vida. María, en un rincón, observaba con ojos vacíos, incapaz de comprender la magnitud de la pérdida.

    La locura se apoderó de Patricia y comenzó a murmurar oraciones distorsionadas, mezclando súplicas con gritos de angustia. En su desesperación, recordó el versículo de Jeremías 19:9, una frase que había escuchado en la iglesia: "Y les haré comer la carne de sus hijos y la carne de sus hijas..." La idea se convirtió en un eco aterrador en su mente, girando y retumbando hasta que no pudo escapar de ella.

    Cuando la muerte finalmente reclamó a María, Patricua se encontró en un abismo de locura. La verdad de su situación se convirtió en un grillete. Ella, ferviente cristiana, comenzó a cuestionar su fe. En su mente, el versículo resonaba como un mantra, y la idea de la desesperación y la supervivencia se entrelazaron, convirtiéndose en una pesadilla que no podía evitar.

    La oscuridad del sótano se volvió asfixiante, y Patricia, incapaz de soportar la soledad y la pérdida, comenzó a hablar con sus hijos, como si aún estuvieran allí. "Antonio, María... estoy aquí", susurraba, mientras las lágrimas caían por sus mejillas. La locura se convirtió en una compañía, y su mente se fragmentó en un torbellino de recuerdos y visiones distorsionadas.

    Finalmente, cuando la inanición amenazaba con reclamar su propia vida, La mujer se encontró frente a una terrible decisión. Su mente, consumida por la locura y el horror, comenzó a considerar lo impensable. La imagen de sus hijos, de sus sonrisas, de su inocencia, se mezclaba con la desesperación. La línea entre la locura y la necesidad se desdibujó, y en su mente, la oscura revelación de Jeremías se convirtió en una realidad aterradora.

    En su último momento de lucidez, se arrodilló en el frío suelo del sótano, rodeada de las sombras de lo que había perdido. La oscuridad la envolvió como un manto, y en su corazón, una última oración brotó: "Perdóname, Dios, por lo que estoy a punto de hacer." Con lágrimas en los ojos, la madre se enfrentó a su destino, mientras la locura y el horror consumían lo que quedaba de su humanidad.

    El sótano, una vez un refugio, se convirtió en un mausoleo de recuerdos, y con el tiempo, solo quedó el eco del sufrimiento, un testimonio de cómo la desesperación puede llevar a la mente humana a los abismos más oscuros.

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    Última modificación: 24 de Enero de 2025
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