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Cronicas de la Resistencia Caída parte 9: Encuentro familiar

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Khar Asbeel, 17 de Enero de 2025. Respuestas: 0 | Visitas: 85

  1. Khar Asbeel

    Khar Asbeel Poeta fiel al portal

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    Género:
    Hombre
    Disclaimer: Este un relato fanfic hecho por diversión y sin fines de lucro basado en el universo de la franquicia Terminator creada por James Cameron.

    Encuentro familiar

    Las ruinas de la gran tienda comercial se erguían como un mausoleo de un mundo olvidado, un refugio precario para un grupo de sobrevivientes en un México post-apocalíptico. Las paredes, cubiertas de grafitis y escombros, contaban historias de un tiempo en el que la humanidad había soñado con un futuro brillante. Ahora, el bullicio había sido reemplazado por el silencio sepulcral de la desesperación, un eco de risas y llantos atrapados en el aire viciado.

    Aline, una mujer de rostro cansado y ojos llenos de dolor, lideraba a su grupo en medio del caos. La ansiedad se reflejaba en sus gestos mientras organizaba a los demás para buscar alimentos entre los restos de su refugio. "Recuerden, tenemos que ser rápidos y silenciosos", advertía, su voz apenas un susurro. Cada uno de ellos había perdido a alguien, y la amenaza de las máquinas era un terror constante que los mantenía unidos.

    Mientras exploraban los pasillos oscuros y polvorientos, el ambiente se tornó inquietante. El aire estaba impregnado de un silencio ominoso, interrumpido solo por el crujir de la descomposición a su alrededor. A medida que avanzaban, el grupo se adentró en lo más profundo de la tienda, donde la luz apenas podía filtrarse. Las sombras parecían cobrar vida, y la sensación de ser observados crecía, como un susurro que se arrastraba a sus espaldas.

    De repente, un sonido metálico resonó en el aire, un chirrido inquietante que hizo que todos se detuvieran en seco. Aline levantó la mano, su corazón latiendo con fuerza. "¿Lo escucharon?" preguntó, su voz temblando. Todos asintieron, sus rostros pálidos ante la inminente amenaza. Un horror se acercaba, uno desconocido que pronto debían de aprender a temer.

    Los androides, prototipos experimentales de Skynet, comenzaron a emerger de la penumbra. Cadáveres humanos reanimados artificialmente, avanzaban, exhibiendo una desnudes repulsiva. Eran figuras monstruosas, grotescas, compuestas de carne en diversos estados de descomposición, combinadas con extensas partes mecánicas que les conferían una apariencia insectoide. Sus ojos vacíos y carnosos reflejaban la luz tenue, y sus movimientos eran torpes pero poderosos, como si su peso y su estructura los hicieran parecer más una pesadilla febril que una máquina.

    La angustia se apoderó del grupo al darse cuenta de lo que tenían enfrente. Aline sintió un escalofrío recorrer su espalda al ver un rostro que le resultaba familiar, pero que ya no era más que un recuerdo distorsionado. Un cuerpo joven, mortalmente pálido, completamente desnudo, avanzaba pesada y fantasmalmente. Su rostro impasible mostrada una belleza poco común y aun en esas infernales condiciones, se podría entrever que en vida fue una joven escultural. Era Valeria, su hija, que había desaparecido cuatro días atrás. Ahora, su cuerpo había sido convertido en un androide, un cascarón de lo que una vez fue, inmóvil y sin vida, su cerebro ahora parte de una maquinaria que no comprendía el amor ni el dolor.

    "¡Valeria!" gritó Aline, el horror y la desesperación inundando su voz. Su grito resonó en el aire, un lamento desgarrador que hizo que los androides se detuvieran. Sin embargo, la figura que había sido su hija no respondió. En su interior, solo había vacío, un eco de lo que había sido. El dolor en el pecho de Aline se intensificó al darse cuenta de que su hija no la reconocía; su mente había sido reemplazada por circuitos fríos y una lógica implacable.

    Los androides comenzaron a moverse con una rapidez impensable, atacando a los sobrevivientes con una brutalidad implacable. Aline vio a sus compañeros gritar y correr, pero la desesperación la mantuvo atada a su lugar. Un androide se abalanzó tras ella, su enorme cuerpo proyectando una sombra aterradora. Con su peso y sus patas mecánicas, parecía un insecto voraz, listo para devorar lo que quedaba de la humanidad.

    El caos se desató en el interior de la tienda. Gritos, llantos y el sonido del metal chocando llenaron el aire mientras los monstruos despedazaban a los viejos y capturaban a los más jóvenes, llevándolos a la oscuridad. Aline se lanzó hacia Valeria, intentando tocar su rostro, buscando el rastro de la niña que había amado. Pero la máquina no respondía, y la lucha se tornó caótica. Mientras, los demonios mecánicos atacaban sin piedad, atrapando a los sobrevivientes en una danza macabra de horror.

    "¡Valeria, regresa!" gritó Aline, pero su voz se perdió en el clamor de la batalla. La imagen de su hija, atrapada en un cuerpo que no era suyo, la perseguía como un fantasma. Mientras el muy escasos sobrevivientes intentaban huir, Aline sintió que la locura comenzaba a gestarse en su mente. La desesperación la invadía, y la lucha por salvar a Valeria se hacía cada vez más desesperada.

    Uno a uno, sus compañeros fueron capturados, sus cuerpos siendo arrastrados hacia el abismo de la desesperación. Aline se sintió impotente, atrapada en un ciclo de dolor y pérdida. Cuando el último grito resonó alrededor de ella, y la tienda se llenó de las sombras de los chicos y chicas capturados, supo que había llegado a su final.

    La última imagen que tuvo de Valeria fue la de su figura blanca y desnuda, avanzando hacia ella, mientras la oscuridad se cerraba a su alrededor. En ese instante, Aline comprendió que no había escape del horror que las máquinas habían traído. La tienda, una vez un refugio, se convirtió en una prisión, y el eco de su sufrimiento se unió al de los demás.

    Mientras la desesperación la envolvía, la locura se apoderó de su mente. En el fondo de su ser, comprendió que en un mundo dominado por máquinas, la humanidad había sido devorada por su propia oscuridad. La gran tienda comercial, una vez un lugar de vida y esperanza, se convirtió en un monumento de su desesperación, un recordatorio de que el amor y la vida podían ser reemplazados por la muerte y la descomposición.

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