Cronos

Dentro de la cueva catedralicea el dios Cronos respira la mansa onda aérea del silencio, mientras en las afueras, ya noche difunta, la plateada luna maldita extiende sobre el soberbio campo de nabos el manto de sus cuatro estaciones sagradas.Los suspiros moribundos de los mortales, tétricamente aquejados por una celestial diosa que oprime contra sus pálidos labios el funesto dedo corazón de la espantosa muerte,se confunde ensordecedoramente con los truenos que ariscas nubes repercuten sin pestañear contra el valle donde antaño dormían:en sus humildes casuchas de paja mientras en las hogueras danzan severamente los genios traviesos que con sus manos de resplandor fúnebre juegan con el sedoso sueño de áurea greña.Entonces,el colosal dios de la ya difuminada edad de oro sale de su lóbrego aposento naturalmente horadado por las inclemencias de los pasos de los siglos y, tomando un cetro de empuñadura plomiza como sus manos de milenaria magia ancestral, se deja guiar por un soberbio y negro unicornio de motas de ardiente fuego iracundo hacia el séptimo cielo donde es y fue su sempiterna morada,dejando a la humanidad desvalida ante el relámpago asesino de su cruel hijo Zeus...