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Cuadrilátero

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por MiguelJ14, 14 de Mayo de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 871

  1. MiguelJ14

    MiguelJ14 Poeta recién llegado

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    25 de Enero de 2014
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    El cuadrilátero tiene que expandirse si es que el público quiere gozar de sus palomitas con mantequilla durante la pelea. Pero arriba del cuadrilátero, el presentador (un señor con traje negro, moño en medio, y bigote de Hitler) dice con el micrófono que para anunciar a El hijo del Enchufe y Fort-Pawer necesita palmas por parte del público, que se oigan. «Todavía nada con las palomitas», dice. «No nos metemos con ellas». Martin quiere tener libros en las manos, irlos buscando en las librerías, agacharse(¡Admiración!), identificar autores en los libreros, ¡llevarse libros a precios emocionantes! Una ganga. Pero ha llegado a la arena de lucha libre. El presentador rodea el cuadrilátero, con la luz blanca reflejada en el ring siguiéndole a donde camina, y fija su mirada en ciertos espacios de la arena. «Yo les ayudo…», dice viendo unos segundos a personas de determinados espacios, baja el micrófono a su axila y trata de aplaudir con las dos manos. «Bueno, mejor vamos a hacer un juego…», dice al no ser práctica la idea de que él también aplauda. «… Quien diga más fuerte el nombre del luchador le voy a dar un premio. ¡Todos los que griten se llevan premio!», declara volteando hacia otros ciertos espacios.

    « ¡Con todo! ¡Con todo, Enchufe!», anima en el vestidor el entrenador de El hijo del Enchufe, masajeándole los hombros a este. «Sfoy su ijo. Ya te lo abía ditcho», habla el luchador por el orificio de la máscara verde pistache, con diseño de dragones y enchufes. « ¿Mi hijo? ¡Aaaah. No me digas eso, Enchufe!», contesta el entrenador. «No sfeas idiota. ¡Ya!», se harta El hijo del Enchufe bajándose de la cama, ya no masaje, ya no pies balanceándose, ya no. A un lado, en el otro vestidor, Fort-Pawer practica concentrado dando golpes al costal. «Tobia no llaman, ¿verda, güe?», pregunta a su entrenador y pasa su mano secándose la frente. «No. ¡Tranquilo, mano!», dice el entrenador. « ¿Y si alimos, caun?», sugiere presionado el luchador. « ¡Ya quieo hace pedacitos aes pendejo del Enchufe! ¡¡Le quito la máscara!!», emite. «No creo que sea adecuado», responde el entrenador. «Arruinaríamos la pelea», confirma. «Tene razón», concuerda Fort-Pawer dando otro puñetazo al costal, acompañado de una patada. «Aparte, ¿así piensas salir, mano?», cuestiona al luchador. Fort-Pawer se ve en el espejo como diciendo ¿Qué tengo de malo? « ¡Tiene que resaltarse el paquete!», enfatiza el entrenador. «Ah, sí, caún. No ha pedo», dice Fort-Pawer, pasando una mano por su calzón, tocando y ¡subiendo de un jalón! « ¡Oh, no!», se decepciona Martin bajando un escalón en el último piso de la arena. «Hay mucha gente. Tendré que hablar con alguien(conocernos, preguntas, platicamos: quedo como una persona rara)», imagina desde lo alto de la arena, viendo el cuadrilátero.



    « ¡¿Qué dicen por allá?! ¡No se escucha!», dice el presentador señalando con su mano hacia un lado. « ¡¿Cómo?!...», apunta con su oído tratando de escuchar, que no se oye nada. «¡¡¡Elll HIJOO dEl EnCHUFee!!!», corea la gente. «No oigo nada», declara el señor presentador, enseñando bigote de Hitler. «Bueno, ¿qué tal si pasamos a otro punto?», pide de pronto, deteniendo la luz blanca en el centro del ring. «La arena en la que están ahorita todos ustedes, no sé si lo sepan, pero tiene una gran historia. Permítanme mostrárselas… Desde 1955 —año de su fundación— que ha brindado lucha libre a la sociedad, y asimismo ha visto pasar y consagrarse a varias de las estrellas de la lucha libre, tanto en el panorama nacional como internacional. Por aquí han desfilado Hexágono 86, Oceanis, Rey Nuestro Señor, Charly Parkour, Avestruz de Cuauhtémoc, Monaguillo Guerrero, Yellow Tarjeta, Rayo Traslúcido, Enfrijolada Individual, NTO. Rey Señor, Lic. Comfort, y los internacionalísimos The Emotion, Hulk Baby y Underteacher, entre otros más. Luchar en el cuadrilátero, en este especialmente, es un símbolo para cualquier luchador, de que se ha llegado alto. Porque como luchador, la función no solo es entregarle diversión a la gente, sino mostrar fuerza, respeto y dignidad en el ring. Cosa que se gana luchando aquí arriba», declara de un lado a otro del cuadrilátero. Las personas del público observan detenidamente al presentador, en cada una de las butacas los asistentes tienen la mirada fija en él, como viendo que, por lo visto, no pueden hacer otra cosa, sabiendo que esperar el momento en que deje de hablar sería realizar una propuesta inútil.


    «Oiga, compañero, ¿ya salimos?», pregunta el entrenador de Fort-Pawer al entrenador de El hijo del Enchufe por la pared del vestidor, pared con pared, oído con oído. « ¿A dónde?...», dice el segundo. Poco después capta el asunto. «Ah, pues no sé, colega. Yo creo que sí. Ya es hora». Los entrenadores abriendo las puertas de los vestidores. Salen primero los luchadores. A un lado, por la división de tablas, cada luchador se ve costado a costado. « ¿Qué, nerfvioso?», susurra El hijo del Enchufe a su rival. « ¡No mames, pedejo!», le contesta Fort-Pawer.


    «Vean, estas luces son mágicas», dice el presentador señalando las altas construcciones con focos del cuadrilátero. «Especialmente diseñadas para que ustedes disfruten de encuentros mágicos, peleas increíbles a la mayor claridad posible. ¡Que se enciendan!...». Dada la señal, la arena se alumbra por completo y de la construcción caen palomitas con mantequilla por toda la arena. « ¡Qué puta!», dice Martin al caerle, del techo, palomitas a su cuerpo. « ¿Qué hago aquí? ¡Ya se me ensució toda la camisa!... Me la acababa de lavar mi mamá», lamenta. Los luchadores van saliendo a la arena, aparecen en pasillo rumbo al cuadrilátero. Notan ese maíz inflado cayendo, y lo ven sorprendidos descendiendo al piso. « ¿Pfuedo, entlenador?», pregunta El hijo del Enchufe a su instructor. « ¿Les damos chance, colega?», consulta este último a su compañero. Acceden. Y como perritos, los luchadores saltan al aire atrapando las palomitas que caigan en su boca.
     
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