Cuando éramos soldados

Trató de calmar la agitada respiración para que no le delatase. Muchos compañeros habían caído hoy, él tenía que conseguir que no hubiese sido en vano.
Se arrastró sigilosamente hasta una posición protegida. Ahora debía, con la mayor frialdad de la que fuese capaz, reponer fuerzas y tratar de localizar el campamento enemigo. Sabía que le buscaban, oía sus voces que le increpaban para que se rindiese, y que no cejarían hasta dar con él. Pero no contaban con su preparación, con su maestría en el camuflaje.
Los minutos pasaron lentamente permitiéndole trazar un plan. Rodearía a sus perseguidores y atacaría el campamento por la retaguardia. Logrando rescatar a sus compañeros prisioneros y así tener un día más para luchar.
Ahora todo dependía de su sangre fría y del tem…

- ¡Pepito, detrás del sofá, te he visto! ¡He ganado!

La sangre se le heló en las venas, salió de su escondite con las manos tras la cabeza. Una mueca en su rostro dejaba traslucir sus pensamientos: “La próxima vez no me cogerán con vida… ¡Si hubiese sido al parchís la cosa hubiese sido distinta!”.