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Cuento de hadas

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Crivas92, 4 de Enero de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 536

  1. Crivas92

    Crivas92 Poeta recién llegado

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    Hombre
    Sosteniendo en su palma derecha el mango de su espada con fuerza, él mira a su sombra a los ojos, con fiereza en la mirada, sus músculos se marcan en su antebrazo, esperando para atacar. Él siente miedo, se teme a sí mismo, pues no conoce las fronteras de su poder, por años el miedo no le ha permitido explorarlas.

    Con la fuerza de todo su cuerpo Sam blande su espada cortando el viento, pero su sombra lo esquiva con facilidad y en un rápido movimiento corta la cintura de Sam arrebatando por ese corte toda su fortaleza. Nuestro héroe siente en su vientre un frío que lo recorre de lado a lado, sus músculos se aflojan pero no hay dolor, por unos segundos es incapaz de sentir y oír, sus ojos dejan caer lágrimas, un nudo muy duro en su garganta no le permite eliminar la impotencia que siente por dentro, y no le alcanzan las fuerzas para romperlo. Su vida pierde el sentido que en algún momento le quiso dar, se siente débil, solo, con mucho frío.

    Se encuentra a sí mismo de pronto corriendo entre los árboles, viendo la luz filtrarse entre sus copas color vida, siente esa fortaleza que a duras penas recordaba, esa sensación de tener las plantas de los pies estables y, sin embargo, de ser capaz de volar a la realidad que quisiera, y vencer al monstruo más poderoso, el más temible y desalmado.

    Recuerda nuevamente que está muriendo, frente a él sus órganos se derraman sobre el pasto repleto de sangre, intenta sin éxito ponerlos en su lugar con sus manos sucias. Cae al piso casi sin fuerzas, su cara se pega a la tierra, siente unas hiervas rosar sus fosas nasales, pero no tiene las fuerzas para acomodarse. Su vida se escapa de sus manos, su pasión decanta sobre el piso y es derramada sobre la tierra, siente perder el control de sus músculos, sus ojos se cierran, los vuelve a abrir con dificultad, pero le pesan.

    ¡SAAAM! ¡SAAAM!

    Él gira la cabeza hacia abajo y ve a Lina, su prima, mirándolo desde el pasto, él estaba trepado sobre un árbol. La acompañaba una amiga que él no había visto antes, llevaba un vestido sujeto por la cintura y suelto desde las caderas, y joyas de esmeralda que brillaban como las copas de los árboles; sus hombros estaban descubiertos, su cabello, sujeto con una trenza, tenía el color de la tierra de cultivo recién arada, sus ojos del color del otoño lo miraban directamente mostrando curiosidad, los resaltaba un fino y sutil maquillaje casi imperceptible, sus manos y pies eran pequeños y delicados. Él bajó de un salto y las saludó, quiso hacerse el interesante pero no funcionó, cuando se acercó a ella su pequeña espada cayó al suelo y su armadura se desvaneció como gotas de rocío arrastradas por el viento, no sabía que decirle. Luego de unas risas ellas se despidieron apuradas, él se sintió tonto. No entendió que esa sería su primera prueba como guerrero, llegar a ella y desnudar su alma y, así desnudo, atreverse a tocarla.

    Su piel se torna grisácea tirado sobre la hierba y las hojas secas, su sangre espesa se diluye en ella las partículas de la tierra formando un barro que mezclado con las hojas ensucia sus ropas. Su cuerpo pierde su magia, de a pocos se vuelve objeto, sus ojos se apagan. Su sombra también cae al piso con los ojos blancos, sus rodillas se embarran con el barro de sangre y exhala gemidos de dolor. Lentos chorros de sangre se derraman por la boca y las fosas de Sam, ambos iban a compartir su muerte.

    En la oscuridad que pintan sus párpados, Sam visualiza el rostro de ella entre luces de diferentes colores, solo quiere verla una vez más antes de partir, morir con el corazón satisfecho de su belleza. Y por un costado se asoma la imagen de un recuerdo pasado, el día en que su padre lo encontró observándola de lejos.

    ¡Campeón! ¿Qué pasa?

    Nada pa' - responde Sam sin despegar la mirada -.

    ¿Es linda, no?

    ¿Quién? - pregunta Sam rompiendo la mirada asustado, su estómago se sentía algo revuelto.

    Tu madre Sam. ¿Qué piensas?

    Él dirigió la mirada a la puerta de su casa, ella los saludaba con la sonrisa más dulce, llevaba un vestido largo de telas muy finas, unos guantes blancos que llegaban más arriba de sus codos y una tiara dorada con una gran y brillante gema en el centro.

    Guarda tu espada campeón, parece que mamá nos llama.

    Sam tomó su pequeña espada con sus guantes de cuero y la envainó mientras se levantaba.

    ¿Sam? - dijo papá con una sonrisa sobre su fuerte barba mientras guardaba su larga y poderosa espada en su vaina - Si piensas conseguir a la tuya olvídalo, no podrás hacerlo nunca.

    ¿Cómo? - Sam se sintió confundido y avergonzado, algo ridículo.

    No vas a conseguirla si estas pensando en conseguirla. Solo podrás compartir con ella tu aventura si logras vencerte a ti mismo primero.

    No me vengas con cosas complicadas. ¿Qué quieres decir con "vencerte"?

    Armarte en tus virtudes y desarmar tus debilidades, alinearte con tus deseos e ir por eso que crees que es bueno para ti, por eso que amas.

    Sam sintió que lo había entendido muy tarde y no se sentía a la altura, se había traicionado a sí mismo y ahora se dejaba llevar por la muerte que lo tomaba de la mano con sutileza para llevarlo eternamente. Mientras tanto ella la dibujaba en su memoria, la inventaba con una sonrisa en el rostro. Sin embargo de a pocos dejó de verse hermosa, sus ojos se apagaban, su cabello perdía su brillo y movimiento, con más claridad notó las imperfecciones de su piel, la misma que se iba secando de a pocos, las luces que la acompañaban desaparecieron. Unos brazos negros se asomaron del fondo, la tomaron de la boca y la frente y se la llevaron delicadamente. El corazón de Sam empezó a latir inquieto, el frío le tiró una cachetada en el alma, y en ésa álgida oscuridad una pequeña luz bajó, un punto que brillaba con la intensidad del Sol cuando es visto directamente en verano.

    No temas Sam, aún no has muerto - le dijo aquella luz con una voz adorable y diminuta - no a menos que así lo elijas. Aún estás a tiempo.
    ¿Qué está pasando? ¿Qué eres tú? - preguntó Sam -.

    Yo soy tu Estrella - contestó-.

    ¿Estrella? ¿Como las que salen por las noches?

    Se podría decir que sí, solo que estoy dentro de ti. Soy esa luz que ilumina tus noches y las de las demás personas que tienes cerca, esa que emana de ti cuando estás amando, cuando te das a conocer, cuando luchas con fiereza, cuando haces que otra persona sonría o llore, cuando logras que se sienta más viva. Soy la proyección de tu alma que toca a la de las demás personas cuando das lo mejor de ti y se funde con las Estrellas de los demás haciéndolas brillar aún más. Soy también esa paz que haces sentir a tus padres cuando te ven jugar.

    ¿Eres algo así como mi corazón?

    A veces me llaman corazón, pero no soy algo puntual, soy luz y toda la extensión de mi fulgor es lo que soy, así que me pierdo entre las cosas, es decir que nunca soy algo específico.

    No, no entiendo bien lo que me dices.

    Es porque no es importante - respondió la Estrella, Sam notó ternura en sus palabras -.

    ¿Y qué haces aquí?

    Cuando conociste a Ava su Estrella me tocó haciéndome brillar aún más y me hizo querer llegar a ella.

    Pero cuando la vi no pude hablarle, sentí mucha inseguridad, como si no me naciera acercarme.

    Te explicaré. Yo soy tu más profunda verdad, tu poder oculto más grande, pero las sombras de tus miedos no me dejan fluir con libertad. Para poder mostrarme necesitas eliminar esas sombras superando esos miedos, mientras más me esfuerzo por salir, más a flor de piel los sentirás, eso debe de haber sido lo que te hizo sentir débil. ¿Por qué crees que hayas sentido ese miedo? ¿Cómo podrías poner lo que sentiste en palabras?

    No sé, sentí, no-no sé...

    Sí lo sabes, haz un esfuerzo.

    Me-me sentí... pequeño... Como... diminuto ante la magnitud de su belleza.

    Esa mentira es la que tapa mi fulgor tal como un muro impide el paso de la luz del Sol, necesitas vivir ese miedo y darte cuenta de lo que realmente es, una invención; y que ella no es más ni menos que tú, que si lo quieres eres capaz de hacerla feliz.

    ¿A eso se refería mi padre?

    No sé qué quiso decir él, lo importante es lo que entiendes tú. De eso se trata el camino del ser humano, afrontar tus temores hasta ser capaces de ver el brillo de la Estrella que se esconde detrás de ellos, que lo hagas o no depende enteramente de ti; a veces lo descubren pronto, a veces nunca lo ven, a veces es necesario caer muy profundo ante nosotros mismos para darnos cuenta.

    Entiendo todo lo que me dices ahora, me suena tan cierto como una verdad elemental, pero no la siento cierta, me suena como utópico.

    Lo que te digo son solo palabras que nacen a partir de la unión de distintas verdades, hacer que para ti sea una verdad solo depende de tu experiencia, de tus actos, nadie te va a decir que hacer, ni que es correcto o no, porque nadie está en la capacidad de hacerlo; escucharme solo te dará un indicio, una noción de por donde podrías dar un primer paso, dependerá de ti asimilarme, creerme y actuar. Ninguna verdad es definitiva, todas son subjetivas, y en algunos casos parecen sueños casi imposibles de ser cumplidos, pero este mundo es simple y sólido, consecuencial y sin asares, un juego en el que casi-casi todo es posible. Y te lo repito, hasta donde llegues solo va a depender de ti.

    Y con un destello la luz se separó en siete y las siete se acercaron a Sam lentamente.

    La primera de ellas brilló sobre el centro de su estómago y su fuerza volvió a él, se sintió capaz de hacer lo que, sea, cerró sus puños con gran poder y se sintió completo e inamovible.

    La segunda se posó en su frente y entendió que su destino no estaba escrito, que podía vencer a su sombra si se lo proponía, y así volvió su fe.

    La tercera se acercó a su pelvis y una pasión efervescente inundó su alma, de pronto lo hidrató la pasión por ir por lo que él quería que fuese suyo, por vivir su vida al límite.

    La cuarta entró a su garganta y soltó un feroz grito de batalla, gritó hasta que no pudo más, y cuando no pudo más siguió gritando, soltando toda la rabia que había acumulado, buscando apagar ese fuego que sentía en su pecho, y sintió libertad.

    La quinta entró a su corazón como una flecha y se separó en dirección de todas las demás uniéndose con ellas, la energía empezó a trabajar como un circuito, sintió por primera vez todo su cuerpo lleno. Sentía su amor fluir como los rápidos, amor por sí mismo y por él mundo.

    La sexta se colocó entre sus rodillas y la séptima sobre su cabeza y en ese acto sellaron su fortaleza, y sintió unas ganas de vivir que nunca había sentido antes, pero vivir de verdad, sin temor a la muerte, porque entendió que el ahora era su vida y si vivía el ahora temiendo, nunca conocería lo que es realmente vivir. Y tal vez, en algún lugar de la eternidad recordaría esta vida, y cuando lo haga no se va a sentir bien de lamentarse.

    Su piel entonces fue tomando color, su cuerpo empezó a dar señales de vida, separó sus párpados, el brillo de sus ojos volvió y lo primero que hizo fue voltear buscando a su sombra, sabiendo esta vez que es más poderoso que ella, y a unos metros de él la vio levantarse. Sus brazos y piernas se alargaron, sus músculos crecieron y sus dientes se afilaron brillando como el filo de una navaja recién afilada. Sus ojos venosos miraron a Sam directamente con la intensidad de un disparo entre los ojos. Una chispa de duda salpicó a Sam, pero entendió que ni iba a ser fácil y aceptó las circunstancias. Nuevamente alzó su brillante espada apretando su mango con la fuerza que fluía de su centro como electricidad, pero esta vez se vio atravesándolo con ella. Ambos saltaron levantando tierra y haciendo temblar los árboles, las hojas de sus espadas cortaban el viento a su paso y entre las nubes atacaron con todas sus fuerzas, ambos fruncían sus ceños resaltando las venas de su frente, Sam parecía un monstruo sediento de sangre, respiraba agitado, exhalaba ganas de vivir en forma de humo carmesí. Las espadas colisionaron apartando las nubes y las copas de los árboles que los rodeaban, ambos aprovecharon la inercia generada para dar un segundo golpe, y en el aire giraron sobre sus ejes liberando su fortaleza en ese segundo estruendo, las hojas de sus espadas se despedazaron y ambos cayeron al suelo haciendo la tierra temblar, las aves y los animales escaparon del bosque corriendo, el cielo se oscureció y empezó a llover.

    ¿Qué planeas pequeño Sam? ¿Acaso aún no comprendes que no vas a ser capaz de matarme? Tengo tus mismas habilidades, conozco todas tus verdades, se tus temores más grandes, incluso se que en este momento te orinas, no tienes idea de que hacer, sabes que basta con que mis dientes o mis garras toquen tu cuerpo para despedazarte como una bolsa de plástico llena de sangre.

    Sam hizo un esfuerzo por abrir la boca, sus labios temblaban, pero frunció su seño aún más y apretando sus puños gritó: "¡Es cierto que tengo miedo, pero también tengo fe en mí y mi Estrella, y ella me dice que no hay forma de saber los resultados de esta pelea, así que simplemente enfocaré toda mi ira en sacarte la mierda! Porque si no lo logro, voy a morir de todos modos".

    Y por primera vez el ser obscuro tuvo miedo. "Pe-pero como vas a ganarme si yo soy tú", balbuceó queriendo fingir tranquilidad, "si me matas tu también morirás".

    "¡No me hagas reír, tú no eres ni la mitad de lo que yo soy, eres solo una sombra de lo que me acostumbré a ser, eres todas esas mentiras que en algún momento creí acerca de mí, eres todos esos defectos que en algún momento afirmé que tenía por temor a aceptar retos más grandes, dejando que tapen eso que realmente soy, mi Estrella! ¡Soy esa parte de mí que despierta el fulgor de los demás y que permite acomodar la realidad a como yo la deseo, aunque sea poco a poco!". Un trueno iluminó el cielo y Sam tomó del suelo una piedra, la presionó con fuerza y se iluminó de color carmesí y la tiró contra la frente del monstruo con la velocidad de un disparo atravesando su frente. Un chorro de sangre salió como un caño y el enemigo cayó sin dejar de mirar a Sam con lágrimas de sangre bajo sus ojos afilados.

    De veras eres un tonto, ¿sabes?

    Un trueno volvió a iluminar el lugar y Sam sintió un pequeño chorro frío bajando por su tabique hasta la punta de su nariz, olía a hierro.

    Te dije que soy tú.

    Sam se incorporó con todas las fuerzas que le quedaban y corrió en dirección a la bestia mientras su vista se distorsionaba y acertó a caer sobre su espalda.

    ¡No entiendo! ¡No entiendo que se supone que debo de hacer!

    Ese fragmento de su estrella que se encontraba en su frente se detuvo frente a sus ojos y le dijo: "Sam, te lo hemos dicho, no hay una respuesta correcta, si luchas sin compasión contra ti mismo morirás, pero si no das batalla también lo harás, necesitas encontrar el equilibrio entre la lucha y el aceptar, pero eso nadie te lo puede enseñar. Encuentra tus fórmulas, siente, observa, escucha, piensa y has.

    Y Sam, mirando a su sombra a los ojos sintió compasión, se acercó y con un abrazo le permitió acomodarse al lado de su estrella. Sentía mucha información en su cabeza, no tenía claro sabía si había aprendido algo nuevo o no, así que decidió que sí, eligió el aprendizaje, se levantó y caminó en busca de Ava sintiendo sus pasos. En el camino olvidó las inseguridades que lo hacían detenerse, decidió que era con ella con quien quería compartir su aventura, que quería hacerla feliz y ser feliz con ella, protegerla y hacerla saber que es bella. Y cuando la vio se desarmó nuevamente, y caminó desarmado hacia ella, su espada calló, su casco, sus guantes y el resto de su armadura se desvanecieron, ahora solo se dejaba llevar por su intención, en el camino no dejó de mirarla a los ojos, siempre serio, firme, y cuando estaba ahí parado frente a ella se dio cuenta de que estaba totalmente desnudo y dudó. Entonces la tomó de las manos, la jaló y la besó vertiendo en ella toda la pasión que contenía dentro de su alma. Una luz blanca salió de sus corazones y el vestido, joyas y trenza de Ava se deshicieron siendo llevadas por el viento, ambas luces se fusionaron en una intensa luz que irradiaba en mayor magnitud que la suma de las otras dos. Ella se echó bajo un árbol sobre la hierba mientras él la besaba intensamente, aparte de ellos dos no había nadie. Él tomó su fortaleza y mirándola a los ojos la vertió dentro de ella colmándola de poder haciéndola soltar un fuerte grito de pasión, y por unos segundos él murió, pero que increíble muerte aquella.

    Con el tiempo entendió cuando su padre le dijo que no podría "conseguir la suya si pensaba en conseguirla", que "solo podría vivir con ella su aventura". Y es que no se trata de obtenerla, se trata de darse ambos el permiso de compartir su vida. Ahora, cincuenta años después, ellos aún sospechan que no existe el "felices para siempre", y sin embargo aún no están seguros. Porque cada cierto tiempo tienen días en los que funden sus estrellas en completa vulnerabilidad, recobran la fe y deciden seguir adelante, trazándose la meta de hacerse felices todos los días. Saben que no hay una formula, que el camino está lleno de óbices y sin señales, y que a veces sus estrellas no hablarán, pero saben también que es entonces cuando les toca arriesgarse a tomar la decisión que les parece mejor, y luchar por obtener el mejor resultado.
     
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