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Cuento para un bonito domingo de abril

Tema en 'Prosa: Cómicos' comenzado por Évano, 27 de Abril de 2014. Respuestas: 16 | Visitas: 1613

  1. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Cuento para un bonito domingo de abril

    —Yo también estoy muerto y me aguanto —dijo Evaristo, metiendo su dedo carcomido por gusanos en el agujero de la cabeza, el que le había causado la muerte al agacharse a recoger 20 céntimos en una acera mugrienta de donde sobresalía una pata de cabra que había sido utilizada para robar la tapa de hierro de una alcantarilla.

    —Pues deberías estar cabreado, porque vaya muerte más tonta ja ,ja, ja —contestó Glodoaldo, rascándose la cuenca del ojo derecho que le faltaba.

    Los dos cadáveres recientes estaban sentados en el muro de pizarras que cercaba al cementerio.

    —¿Qué hacemos hoy? —preguntó Evaristo— Es domingo, y un día de primavera precioso. ¡Deberíamos celebrarlo de alguna manera!

    —¿Y qué quieres? No dejas que me meta con los cuatro que quedan en la aldea, que en estas montañas de la porra del quinto pino es lo único que nos puede divertir —al decir esto, a Glodoaldo se le disparó la pierna que balanceaba en el muro mientras hablaba, yendo a parar a la tumba de Genaro, el más muerto de todos, el más anciano.

    —¿Por qué no animamos a los otros para que salgan de sus tumbas y disfruten de este día radiante? —volvió a preguntar Evaristo mientras sacaba de golpe el dedo del agujero de su cráneo, produciendo un ruido similar al descorche de una botella de champán.

    —¡Estaros quietos de una vez! —gritó Genaro desde la tumba— ¡A ver si os enteráis que estáis muertos y tenéis que permanecer en el nicho, como Dios manda!

    —¡Cállate ya, que llevas un siglo ahí dentro y todavía sigues esperando el Juicio final ja, ja, ja. ¡No hay Juicio que valga! Sal, y echamos un tute. Evaristo tiene cartas, se las robó al Ligio, menudo cabreo se llevó, no ha salido de casa en to la semana ja, ja, ja.

    —No quería que me viera, ni quise cabrearlo —gritó también, sin saber por qué, un Evaristo que señalaba con dedo y gusanos a donde estaba la pierna de Glodoaldo, que no era más que sobre las malas hierbas que cubrían el triste reposo de Genaro.

    —¡Además, Genaro!, ¿quién te ha dicho a ti que los del Juicio vienen a buscarte adentro de la tumba. Al igual pasan por el camposanto, vocean, y si no hay nadie, se van y punto. Es mejor esperarlos aquí afuera.

    —¡Así se ha hecho siempre y así lo hago yo! ¡Dejadme en paz y guardad silencio!, no sea que se presente diablo en vez de ángel —al final de estas palabras se oyó un golpe seco, seguramente lo que quedaba de la cabeza de Genaro golpeando las tablas del ataúd al intentar alzarla al hablar, por eso del enfado, supongo.

    —¡Ahí te quedas! Nos vamos a la aldea, a ver qué se cuece. Vamos, Evaristo, vamos a ver a los del pueblo —y diciendo esto, Glodoaldo saltó de lo alto del muro de pizarras, recogió su pierna y se la ató con las cuerdas que sujetaban a un ramo de flores que décadas atrás alguien ofreció a Genaro.

    —¿Y estas flores, Genaro, quién te las puso? Nunca quisiste decirlo —grito Glodoaldo, con la boca casi tocando hierbas y matojos.

    —¡Y yo qué coño sé, yo no me he movido de aquí desde que me enterraron!, no como vosotros, que a penas hace una semana y ya estáis dando por culo al pueblo —se oyó otro golpe seco mientras hablaba así el Genaro.

    —Pues podrías tener una idea. Se comentaba por los viejos, por aquel entonces, fíjate lo que te digo, que me parece a mí que eres el primer muerto del mundo de tanto tiempo que llevas ahí ja, ja, ja... Decía que hablaban de una querida que te echaste la única vez que saliste de la aldea, que no fue más que para hacer la mili obligatoria allí en los Pirineos —Glodoaldo y Evaristo miraban ahora como si vieran a Genaro más allá de la tierra y ataúd, y tan cerca del suelo, que las hierbas se le metían a Glodoaldo por la cuenca del ojo derecho.

    —¡Que sus vayáis a cascarla a la higuera y me dejáis en paz! —se volvió a oír otro toc fuerte y un quejido y juramentos que no quiero reproducir.

     
    Evaristo y glodoaldo, harapientos, carcomidos y huesudos; uno alto y gordo; el otro bajo y flaco, bajaban temblando esqueletos y carnes por el sendero que comunicaba aldea y cementerio.

    En esto que oyeron ladridos de perros acercándose a toda velocidad.

    Corrieron como muertos (nunca mejor dicho ja, ja, ja) y, ayudándose el uno al otro, lograron subir a un chopo que descansaba en paz junto al río truchero. A Glodoaldo se le volvió a desenganchar la pierna y voló esta hasta las mandíbulas, como trofeo que disputaban los tres perros pastores.

    Ladraban perros abajo y humanos muertos arriba cuando llegó Ligio. Este rescató la pierna de los canes, miró a los del árbol y dijo:

    —Sois cabrones hasta después de haberla pringao. O me devolvéis la baraja o dejo a los perros aquí y me llevo la la pierna.

    —¿Tú pa qué quieres las cartas, si nunca has sabido jugar a ná? —mal preguntó Glodoaldo—. Y deja los perros todo el tiempo que te dé la gana, nosotros no tenemos qué hacer ja, ja, ja.

    —¡Os vais a enterar! —dijo Ligio mientras buscaba piedras y palos y los lanzaba con todas sus fuerzas a los enarbolados.

    —Vas a ir al infierno, gilipollas. Está muy feo apedrear muertos, pero que muy feo —dijo Glodoaldo, sujetando la cabeza que se le iba para atrás por el impacto de una piedra muy bonita, un canto rodado precioso.

    —Esta vez tiene razón Glodoaldo, Ligio, no está bien aporrear a los muertos. ¡Y deja ya de lanzar pedruscos y palos que me has descolocao la clavícula —dijo Evaristo, palpándose el hombro derecho.

    En esta algarada tan curiosa estaba la escena, una escena de gritos que arribaban a pueblo y cementerio.

    Como ni enterrados ni aldeanos tampoco tenían quehaceres esa bonita mañana de domingo primaveral, se acercaron hasta el sendero del bonito y pacífico chopo, que por aquellas cosas de la vida continuaba zarandeando las hojas al viento, sin que pareciera importarle un bledo tan importante acontecimiento.

    Cuando llegaron muertos y vivos, que no eran más de cuatro por banda, incluido un Genaro que por fin se decidió a salir de su tumba, no podían creerse lo que allí ocurría. Íbanse todos a liar a puñetazos, garrotazos y bocados (cada cual aliándose con los suyos) cuando un rayo cayó del cielo, iluminando alrededores y contrincantes. La bonita luz se fue como vino, pero dejó a un ángel destartalado, pequeño y feo, y de unas alas desplumadas y más sucias que una chimenea sin deshollinar, parecía más bien un cuervo grande sin pico que hablaba.

    —¡A ver, qué jaleo es este! —intentó gritar el angelito, pero le salió voz de pito y todos rieron— ¡No se rían caramba, que esto es serio!—continuó el desbaratado emplumado, pero hubo de esperar a que acallasen por sí solas las risas.

     
    —Ustedes no saben enterrar muertos —dijo ese cuervo de risa cuando se hizo más o menos un poco de silencio—. ¡Dónde se ha visto el cachondeo que se llevan aquí los muertos!

    —Señor ángel, es que estamos acostumbraos a vivir, y hace tanto que nacimos que ya ni me acuerdo —voceaba Evaristo sin saber por qué otra vez—. Y nos morimos tan poco a poco que no nos dimos cuenta —acabó estas palabras volviéndose a meter el dedo en el agujero de la cabeza con el consecuente plof al sacarlo.

    —¡Pero qué idiotez es esa, cuando uno se muere, se muere y ya está! —dando un lento giro de trescientos sesenta grados miró a los presentes ese cuervo grande que hablaba, mostrando rostro de genialidad por las palabras dichas tan sabiamente.

    —Ya lo ha dicho usted antes —tomó palabra Glodoaldo—. Son esta gentuza que no saben ni de enterrar. ¡Déjeme a mí, verá cómo y qué bien hago de sepulturero ja, ja, ja...

    —¡Es que no tenemos cura, ostias! —gritó Ligio al oído del ángel. Este se asustó, porque se ve que los ángeles también se asustan— La misa la da el Fulgencio, el de las ovejas, o sea, este de aquí, y me creo que no sabe ni de leer, aunque lo reniegue.

    —¡Ah!, tiene su lógica. ¡Sí señor, tiene su lógica! —susurró pensativo el ángel, agachando su cabeza al suelo, viendo que los cordones de las bambas estaban desatados—. ¡Pues ya saben lo que toca! Traigan a un sacerdote y hagan el trabajo como Dios manda. Así estos dejarán de dar por culo y descansarán en paz hasta que vengan los del Juicio.

    —¡Hay que ver que boca más sucia para ser ángel! Se conoce que van mal de personal por allí arriba —meditaba en alto Ligio, alejado ahora de la oreja del alado. Y, acercándose de golpe otra vez al oído le gritó—: ¡Hay que pagarle al cura, si no, no viene!

    El mal alado cayó al suelo temblando por el susto. Nervioso se introdujo la mano en los bolsillos emplumados y sacó un puñado de billetes y se los dio a Ligio.

    —¡Tengan, traigan al sacerdote y acaben con esto. Lo pagaré yo mismo, si no no terminaremos nunca!

    Tras estas palabras generosas cayó otro rayo precioso y se llevó a eso que vino con él antes (no sé si se acuerdan del rayo).

    Como Glodoaldo y Evaristo no sabían cómo mandaba Dios que se enterrara, no les gustó mucho la idea de que los enterraran como Dios manda. Y como no sabían cómo y qué mandaba Dios, decidieron coger un hatillo (por aquello de la costumbre, porque en realidad nada les hacía falta para vagar por el mundo) e irse a recorrer los caminos del hombre hasta que se les desgastara el esqueleto, o algún perro les royera los huesos.

    —¡Bueno, Evaristo y yo nos vamos a ver mundo, que nunca salimos de esta mierda de aldea en vida! —dijo Glodoaldo a pueblerinos y mal enterrados.

    —Eso no lo podéis hacer —contestó a grito pelado Ligio, siendo apoyado al momento por el resto de los allí presentes—. Os tenemos que enterrar, ya habéis oído al ángel.

    —¡Y una mierda pa ti y otra pal cuervo ese! A saber si ese pinta algo allí de dónde venga, que será de abajo, ¡porque con la pinta que me tiene...!

    —Pues si ellos se van yo también me voy —aseveró Genaro con los huesos que le quedaban titilando como campanillas de puertas de entrada —, me voy a buscar a la Honorina a su pueblo, pa meterme en la tumba con ella, que yo tampoco me fío de estos del Juicio Final, que llevo esperando un siglo y estoy hasta las narices.

    —Pues yo también me voy —dijo el Fulgencio—. Yo tampoco he traspasao los montes de la comarca jamás y me hace de ilusión.

    —Pues si sus vais tos nosotros también. ¡Qué vamos a hacer aquí los cuatro gatos? —dijeron casi al unísono los tres mal enterrados restantes y los mal vividos restantes de la aldea.

    De esta manera, tras esperar que se hicieran el hatillo necesario los vivos, estos y aquellos marcharon de la aldea, dejando las puertas de corrales, zahúrdas, vaqueras y caballerizas abiertas, para que los animales se fueran adónde mejor les pareciera o, simplemente, dónde les diera la gana.

    Pero como es bien sabido (aunque yo no lo sabía hasta ahora) que la costumbre hace servidumbre, y cuando andaban por lo alto del monte que cercaba el valle angosto por el este, los animales, o sea, los cerdos, vacas, caballos, gallinas, gatos, perros, patos y demás, iban detrás de los humanos, de los muertos y de los vivos.
     
     
    #1
    Última modificación: 9 de Mayo de 2014
  2. elena morado

    elena morado Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Yo para esto, te recetaría una semana de reposo y unos tranquilizantes,
    flojitos, un relajante muscular,
    un diazepan cada ocho horas,

    jaajajajajaj, lo de atontao, está bien ajajaj
    y alguna expresión más que he visto,

    tú, tú, tú ebanito, no estás bien verdad? jajajaajaj
    tranquilo, yo tampoco, incluso un poquito peor que tú.
     
    #2
  3. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Debe ser la fermentación de la cerveza del sábado, que se ve que no le sienta bien fermentar los domingos jajajajaja... Voy a merendar algo que el esfuerzo ha sido mucho jajaja... Y no me diga que no le ha gustado el relato porque a mí si me ha gustado escribirlo, me he reído un montón jajaja...
     
    #3
  4. elena morado

    elena morado Poeta que considera el portal su segunda casa

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    oiga, yo no he dicho que no me gustara, o que el comentario haya sido un poco jocoso,
    me ha encantado, atontado ajajajaj
    que no haya puesto jajás no significa que no me gustara,
    anda que no me reí con el poema que le dedicaste a MAREÍTa.

    te invito a merendar, por el euro de la quiniela, cuàntos hemos acertado?
    voy a por uno bocatas y café


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    #4
    Última modificación: 27 de Abril de 2014
  5. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    A la seño Julia va, que me ha llamado atontao, pero te lo perdono por los bocatas, o no, porque no vamos a acertar ni siete jijiji... El café no lo traiga, que ya lo tomé con leche, de la buena jajaja...
     
    #5
  6. elena morado

    elena morado Poeta que considera el portal su segunda casa

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    déjame editar o crees que todo eso se hace en cinco minutos ajajajaj
    estoy buscando por internet atontao ajajajaj
     
    #6
  7. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Pues por eso me lo he tomado ya, porque si tengo que esperar jajajja...
     
    #7
  8. elena morado

    elena morado Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Eres un desagradecido, que está el mundo lleno, por cierto,
     
    #8
  9. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    No se me enfade que es domingo de primavera era era. Y no conteste más en este escrito que al igual se cabrean los demás. Le dejaré en su perfil la quiniela de la semana que viene, a ver si es capaz de acertar menos jajajja.. ¡Otro euro a la porra jajajaj...!
     
    #9
  10. marea nueva

    marea nueva Poeta veterano en el portal

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    Sr Evanooooooo!! Lo lei el domingo y era un dia lindo lo intente comentar ayer pero tengo ipodlergia ()
    achu) pero hoy si dejo mi huella aumque sea de ultra5umba jeje si que sabes hacer divertido el camposanto!! Abracitos huesudos
     
    #10
  11. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Cuide se iphonealergia, señora Ethel, mo se me enferme que es usted un cielito lindo. Un abrazo no esquelético, o más.
     
    #11
  12. elena morado

    elena morado Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Mareíta, creo que Evano te está pidiendo un poema ajjajajaj
    tendrás que dedicarle uno,
     
    #12
  13. Ricardo Linares

    Ricardo Linares Invitado

    jajajajaja, te felicito Évano por tan buen relato, muy entretenido y gracioso, me has hecho reír un buen rato, esos muertos eran muy traviesos, jajajaja, Gracias por compartir tus buena inspiración.
    Un abrazo.
     
    #13
  14. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Sí Elena, quiero un poema de mareíta.

    Muchas gracias, Ricardo.

    Un abrazo, compañeros.
     
    #14
  15. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Jajajajja... Ethel, su iphone tiene alergia a los camposantos y me creo que viene de la ultratumba. Un montón de brazos a su iphone o ipad, o lo que sea eso jajaja, ¡bueno!, y a usted también jajajaja..
     
    #15
    Última modificación: 5 de Mayo de 2014
  16. Ro.Bass

    Ro.Bass Guau-Guau

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    Ebanista... ¡¡jamás dejes ese tabaco rubio, eh!! :::sonreir1:::

    Ya extrañaba estas locuras tuyas...

    Besos
     
    #16
  17. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    No lo dude, señora Ro, seguiré fumando este tabaco de liar de los pobres jajaja... Muchas gracias, amiga.
     
    #17

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