De pecadores y Santos - por José Pacheco Ramos (1899 - 1971)

DE PECADORES Y SANTOS​

En un pueblito vivía un matrimonio: él, Cacaseno, y su señora, Clotilde. Además tenían un huésped, que era el gato llamado "Mundo". Dicho pueblo era de unos quinientos vecinos, todos ellos muy pobres. Los alimentos dejaban mucho que desear; el pan era de centeno, llamado "borona", y el mayor plato era un puchero de patatas o berza, habas y nabos; y a ese puchero le agregaban un hueso de cerdo (porque es costumbre hacer cada muerte de obispo una "matancita"), como para dar gusto al puchero todo el año, ya que a la carne casi ni la conocían.
A dicho pueblo concurrieron dos frailes capuchinos, y se interesaron por instalar una iglesia donde suponían trabajar mucho y sin competencias. Atrayendo a los fieles con buenas palabras, consejos, festejos de iglesia, confesiones, reuniones de buena vecindad y alguna "rifita" a beneficio eclesiástico, como ellos siempre titulaban, levantaron unas paredes y una puerta muy ancha. Arriba del pórtico una cruz, un esquilón y un letrero por debajo que decía: "Aquí se pide limosna para todos los Santos y Santas, pero aquí NO SE DA LIMOSNAS NI A DIOS". Y enseguida organizaron una hermandad de hijas de María, que nada tenía que ver si eran hijas de María, Manuela o Antonia; pero sí tenía que ver con contribuir con dos pesetinas todos los meses, y los Padres (como ellos se titulaban), se mostraban muy complacientes y cariñosos con el sexo débil (femenino). Como se trataba de un pueblo pequeño, las entradas eran pocas, y por más que todos los días se pedían Misa para las "Almas Benditas", no alcanzaba para los cinco litros de vino blanco que los Padres consumían diariamente cada uno en el Altar Mayor.
Por otra parte, había pocos difuntos; todos gozaban de buena salud. Pero, un buen día recibieron una llamada de la vecina señora Clotilde, manifestando que su esposo, don Cacaseno, estaba por abandonar el hogar por haber recibido un llamado de Dios para que se presentara en el Valle Josafat. El Padre Cura se hizo presente enseguida en la casa del difunto, en el preciso momento en que doña Clotilde estaba en la cocina con una sartén friendo unos chorizos para comérselos. Al ver al Cura y unos vecinos detrás suyo, la mujer metió la sartén con los chorizos debajo de la cama, pero el gato, que se enteró que esos manjares estaban a su disposición, empezó a sacarlos, y la esposa doliente para no pasar papelones comenzó a llorar y dar gritos diciendo: "¡Ay Mundo, cómo te lo vas llevando, uno a uno y dos a dos, y de los mejores que son!". Y tras repetir lo dicho, el gato (que se llama "Mundo") se llevó todos los chorizos. En tanto que los concurrentes al velatorio no sabían a qué se refería eso de "Mundo, Mundo que los vas llevando uno a uno".
Con este entierro ya se fueron abriendo las puertas de los Curas, que estaban en bancarrota; si bien "perras" había pocas, la viuda trató de pagar con lo que tenía.
Pero la iglesia necesitaba muchas "perras" para su instalación, y acordaron comprar un Santo en Francia, que vendían barato y en mensualidades. Y lo trajeron al pueblo, y dieron una gran fiesta para que todos lo conocieran, diciendo que era un "Santo muy Milagroso", que todo lo que se le pedía lo concedía, y le pusieron de nombre "Francisco de Porris". Era de color negro y con el pelo rizado. Lo acomodaron en un púlpito rodeado de velas y flores, y le pusieron dos resortes; uno para que moviera la cabeza para atrás y hacia adelante, y otro resorte para abrir y cerrar los ojos, y con dos cuerdas que pasaban detrás del templo, los curas lo manejaban. También le colgaron un cartel al Santo, donde decía: "Yo no cobro nada, pero cuanto más dinero pongáis en mi alcancía, más favores os concederé, pero no me pidáis que hable porque yo no hablo. Soy MUDO".
Así fueron cayendo todas las personas del pueblo, porque a todos les faltaba algo y no podían conseguirlo, y ahora que tenían esa oportunidad, ¡cómo la iban a perder! La primera en acercarse al establo del de Porris fue la viuda, y no bien se arrodilló, el cura tiró detrás del piolín y el Santo abrió los ojos como dos luceros encandilando por una vela oculta. De más está decir que la señora, sorprendida, hizo una exclamación que alarmó a los fieles, y ante esa prueba, todos alborotados se disputaron el privilegio de ser el primero en arrodillarse para ser atendido por el Santo. Y más fe pusieron cuando éste no sólo abría los ojos, sino que después de formular sus pedidos, movía la cabeza como concediendo el pedido de gracia.
Pero como todas las mentiras tienen las patas cortas, un día llegó una señorita de 35 años que ya había perdido todas las esperanzas de casarse, y llena de fervor y deseo de encontrar marido, depositó todos sus ahorros en la alcancía del Santo, y observó que éste dio dos o tres cabezazos como diciendo: "Vete tranquila que ya está todo arreglado".
La joven, viendo que el tiempo pasaba y el Príncipe no llegaba, fue a la iglesia, se arrodilló ante el Santo y le dijo: " Ahora me dices cuándo me caso, y si nooo, me devuelves los billetes que te pagué", y el Santo, con la cabeza moviéndola de un hombro al otro, le demostraba que no le debía nada. Pero ella le exigía que hablara, entonces el Cura de atrás, haciéndole creer que era el Santo dijo: "¿Tú no ves que no puedo hablar?, ¿para qué tengo el cartel colgado del cuello? Tú no sabes leer, ¡BRUTA! ¿Cómo te vas a casar?" Entonces el otro Cura, se hizo presente y dijo: "Joven, he observado todo y tiene razón el Santo Porris. Usted no está preparada para recibir a Dios." Y la joven contestó: "Yo le pagué para que me presentara "UN NOVIO", no a Dios, porque Dios está en todas partes y no hay que pagar para que se lo traigan. En cambio, el "novio" es difícil conseguir, por eso yo pagué 30 durinos, que eran los ahorros de toda mi vida. Para mí que ese Santo es un pillo..." Entonces el Cura, viendo que el negocio se venía abajo, la convenció diciéndole que todo se iba a arreglar, que tuviera un poco de paciencia, que él le pediría al Santo Porris por ella, y que estaba seguro de que le concedería la gracia. Pero que antes tenía que consagrarse a Dios, y para ello lo primero que tenía que hacer era "el Bautismo Evangélico", consistente en bañarse desnuda en la pila llena de agua bendita que era traída especialmente del río Jordán para esos casos; pero salía costoso dicho procedimiento, pues además del agua especial, había que hacer ceniza de "palo santo", traído de Jerusalén, y la sábana que usó Eva, cuando se casó con Adán en el siglo I. Todo eso saldría CIEN MIL PESETINAS, por tratarse de una hija de María. Y teniendo en cuenta que las probabilidades de casarse eran muy escasas, y por su trabajo no le cobraban ni un centavo, a pesar de las bendiciones que debían echarle, y subirla y bajarla desnuda de la Pila, las cien mil pesetinas eran también para velas y para comprar un traje al Santo Porris.
Ella contestó que estaba de acuerdo, pero que su amado sería moreno y alto y fuerte. Entonces le exigieron el pago de la deuda contraída, a cuenta del marido que iba a tener. La joven vendió la casa que le dejaron sus padres y pagó su deuda a los señores Curas. Éstos, que estaban como "lobos hambrientos", enseguida mandaron a traer bebidas alcohólicas de las mejores. Y a los tres días ella fue a la iglesia a hacerse el tratamiento, pero al entrar a la sacristía, la sorpresa era asombrosa: estaban los dos Curas borrachos y desnudos, bailando "un corrido".
La joven que vio a esos dos monstruos, comenzó a correr como una liebre, dando saltos por toda la iglesia, lo cual llamó la atención de todos los fieles que esperaban para oír misa, y alarmados se dirigieron a la sacristía, hallando a los dos Padres, todos desnudos, que trataban de ocultar sus secretos.
Pero los feligreses, que ya tenían pésimos antecedentes de la pareja religiosa, entraron y los maniataron desnudos para dar una vuelta por el pueblo con ellos, mientras les daban fuertes latigazos. Después fueron encerrados en el corral del Concejo, con un cartel colgado al cuello que decía: "AQUÍ ESTAMOS POR COCHINOS ESTAFADORES". Y de inmediato se dio parte al cuartel de la Guardia Civil, donde ordenaron trasladarlos a la cárcel más próxima, y de allí al Palacio de Justicia, donde se comprobó que no eran curas, sino ladrones que tenían la captura recomendada, y para evitar ser apresados fue que simularon ser Frailes.
Como podrán apreciar, no es tan fácil andar por el mundo. Estas cosas y otras peores, suceden todos los días; por eso yo recomiendo NO creer nada de lo que otros os dicen, y de lo que ven, la mitad.

JOSÉ PACHECO RAMOS
(mi Abuelo materno:
Segovia 1899 - Bs. As. 1971)
19 de noviembre de 1969

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Una prosa con un estilo transparente, sereno y
sutil ironía.
La lucha de las personas por escapar o alcanzar su destino
a cuesta de sobornar a los dioses y donde la fe se tambalea
por culpa de personas sin escrúpulo.
Hermosa historia . me encantó .
saludo.

 

Gracias Marlene, me alegra que te haya gustado. Hay pasajes de este relato de mi abuelo que me siguen causando mucha gracia ahora, tras años de no releerlo. ¡Un afectuoso saludo!