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Deivid Fonesquer y las sardinas del desierto. Primera historia.

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por sergio Bermúdez, 2 de Julio de 2009. Respuestas: 0 | Visitas: 596

  1. sergio Bermúdez

    sergio Bermúdez Poeta que considera el portal su segunda casa

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    DEIVID FONESQUER Y LAS SARDINAS DEL DESIERTO.




    CAPITULO 1: ¿QUIEN ES DEIVID FONESQUER?



    Mucha gente se preguntara quien es Deivid Fonesquer, ya que no era una persona cualquiera, era mucho más que eso. Era un detective americano que viajaba por todos sitios en busca de investigación y respuestas. Siempre utilizaba cada pista como su tesoro más protegido. El mismo relata su historia una vez que en el año 2005 murió de un ataque al corazón, pero sus memorias siempre estarán en el recuerdo. Tenía unos 35 años cuando murió y aquí empieza su historia:

    Hola me llamo Deivid Fonesquer, me gusta buscar pistas sobre las cosas que parecen imposibles, cosas que el mundo desconoce, pero yo busco ante el silencio de la humanidad. Ese silencio resulta que es el de la gente que se calla sorprendida ante tales sucesos. Me gusta saber de donde vienen tales cosas, porque la gente se cree que no existen, pero si miras bien el mundo, sabrás lo que ignoran la mayoría de los mortales.
    Mi primera misión ocurría en mis mejores momentos personales y profesionales, en los que buscaba noticias extrañas, como por ejemplo sardinas en un desierto, habitando en los oasis. Eran muy extrañas, pues ante aquellas características mi sorpresa se detallaba asombrosamente. Siempre quería ir más allá de los casos secretos, que hacían que mi mente estuviera ocupada por mis pensamientos más íntimos. El caso es que todo se desarrollaba en un desierto llamado el Sahara, donde según podía investigar, los Saharauis se estaban quejando por unas oscuras circunstancias que creaban miles de problemas sobre estos habitantes.

    Según me comentaban era como si algo estuviera maldito por esos lugares calurosos. No había otra explicación a esos sucesos, por eso pude viajar y llegar lejos. Estaba meditando día y noche, sobre el tema tan peculiar como asombroso. No había lejanías por mis caminos, si calculaba lo que me deparaba mi destino. Yo debía investigar cada paso que daba, era un paso atrevido que me llenaba de orgullo. No debía cometer errores, solo adentrarme en la aventura, y saber que quería y porque estaba allí, pues mi vida dependía de ello.



    CAPITULO 2: AVANZANDO EN LA AVENTURA.



    Era mi primera misión que hacía para el gobierno americano, me disponía a llegar lo más lejos posible sobre lo que más me atraía. Pude buscar pistas sobre cada entrevista que hacía con el Gobernador del Sahara, llamado Kaicing Sulasa. El me orientaba y me daba pistas secretas, que solo el y sus habitantes conocían. Después de eso yo seguía con mi ritmo, que era acelerado a la vez que a veces era pausado. Estaba predestinado hacer esa misión, pues según el gobierno americano me veían capaz de desarrollarla perfectamente. Según me dijo el Gobernador del Sahara Kaicing Sulasa, las sardinas de aquel desierto provenían de una maldición oscura de alguien que murió ardiendo bajo un fuego que salía de las arenas de aquel lugar, he hizo que no solo el muriera, si no que todos los que vivían por esas épocas fallecieran también. Las sardinas del desierto eran muy peligrosas, pues se metían profundamente en la arena, y vivían mediante el agua que había en las profundidades, para después saltar hacía arriba y comer carne de los Saharauis. Estos no podían más con aquella lacra que se apoderaba de todo. Por eso tuve que seguir hallando con incertidumbre los misterios que se desarrollaban a lo largo del tiempo. Por eso mi viaje al Sahara era importante, debía de seguir así, intentado conocer mis principios para después terminarlos con éxito. Tuve que ir en un avión privado que me concedieron los Estados Unidos, tarea que me resultaría difícil, pero apropiada para tales circunstancias. En el avión pude hablar con el piloto y me contó todo lo que sabía, ya que me describió cada apartado con mucha picardía e intensidad. Yo le escuchaba atentamente, y mi cara se quedaba sorprendida cada vez que me detallaba los sucesos más significativos. Siempre estaba atento a todo lo que me resultaba interesante y atrevido. Me hallaba en el principio del caso, pues debía de atender a cada llamada privada del gobierno Americano, ya que era una misión secreta. Yo tenía mucha ilusión por todo, era un novato, pero tenía el suficiente carácter como para hacer bien las cosas. Tenía además buena memoria para las cosas más difíciles de recordar. Poco a poco iba llegando al Sahara y pude observar como el desierto estaba lleno de una arena en la que se comprobaba su color más representativo. Era hora de valorar mis intereses, ya que los Saharauis necesitaban la ayuda de alguien que resolvieras tales casos, y ese alguien era yo.


    CAPITULO 3: PUDE COMPROBAR LA ANSIEDAD DE LOS HABITANTES DEL SAHARA.



    Una vez llegue al desierto y pude pisarlo, me sentí con mucha responsabilidad de estar en ese lugar, pues veía con exactitud en primera persona a los Saharauis caer al suelo y estar heridos gravemente por algo que los devoraba bajo las profundidades de la arena desértica. Quería ayudar a resolver tal problema, ya que mi corazón me daba latigazos con solo pensar en la muerte más terrorífica. Por eso mis pasos iban enfocados hacía lo mejor que podía ver desde mi orientación más personal. Ellos caían al suelo y después sus cuerpos empezaban a desaparecer con una rapidez asombrosa. Entonces fue cuando me decidí a dar el primer paso, que era indagar y buscar soluciones al problema. Por muy mal que esto suene, yo hice una cosa que fue rápidamente efectiva ante eso, y era que me hice un pequeño corte en la mano y metí mi sangre en un un frasco, para después dejarlo en la arena a ver que pasaba. Pude comprobar como el frasco desaparecía rápidamente y ya no era visible para mis ojos. Debía de informar al gobierno americano de tales sucesos, pues debía actuar conforme se podían hallar todo lo resumido a esta extraña vivencia. Por eso no me lo pensé dos veces, y contacte con el presidente de los Estados Unidos para decirle que eran ciertos los pronósticos sobre el caso. El me dijo que intentara capturar a una de esas sardinas desérticas para el bien de la gente Saharaui. Yo le conteste que intentaría capturar a una de esas especies desconocidas para el resto del mundo y el me animo a ello. Mi inspiración era una de mis mejores habilidades, por eso debía de emplear todas mis energías para profundizar en cada misión que me conllevaba ha explorar y ver el origen de la especie. Pude hablar también con una familia Saharaui y me contaron las crueles acciones de estos animales. Yo los escuchaba y aprendí mucho de ellos. Así fue como emplee todos mis conocimientos para examinar cada punto de vista necesario. Pase la noche en una cabaña alejada de esas sardinas carnívoras, pues me acogieron muy bien en una familia Saharaui. Hubo algo que me sorprendió en esa misma cabaña y era que sabían perfectamente como saciar su sed, pues de los cactus extraían el agua y la echaban a recipientes, para luego bebérsela.


    Estando hay con ellos, yo les prometí que intentaría solucionar el problema ese que los llevaba de cabeza, no solo a ellos, sino a toda la población Saharaui. Ellos me desearon mucha suerte y yo les di la mano en señal de estar de acuerdo con todos ellos. No pensándomelo dos veces, salí de aquella acogedora cabaña y fui a seguir con mi trabajo, que según consistía era capturar a una de esas sardinas carnívoras.



    CAPITULO 4: ME DISPONIA LLEVAR A CABO LA MISIÓN LO MEJOR QUE PODÍA.



    Me disponía a llevar a cabo la misión lo mejor que podía, y para ello lleve mis propias armas, ya que aparte de ser un detective también se me daba bien ir armado, a la vez que investigaba. Estaba yendo al centro del Sahara, y pude comprobar que había camellos y dromedarios tirados en el suelo, además ya no tenían piel, solo les veía el esqueleto. Me quedaba pensativo cada vez que observaba la crueldad de esas sardinas venidas del mismísimo demonio. No había mejor solución que acabar con ellas de una vez por todas. Si esas sardinas podían con toda una población, no va a ser menos que originaran el caos en cada lugar que sus dientes afilados amenazaran con destruir esas tierras ardientes. Quizás sus orígenes venían de lo ardiente, perteneciendo así al mismísimo Satanás, que se apoderaba de todo, para hacer estallar una guerra sanguínea que deparaba la ansiedad de todo el continente. Lo que pasa es que según venían a mi cerebro las imágenes más malvadas, mis ojos lloraban como una especie de sangre que irritaba mis pupilas, y las dejaba casi irrecuperables por tanto tormento que me deparaba el maldito destino. Las sardinas esas tan raras, tenían que morir tarde o temprano, y yo quería ser esa persona que salvara a la gente. Por ello no pude evitar echarle pundonor al asunto y comprarme una metralleta anti criaturas endemoniadas, para después meter la bala y esta atravesaría las profundidades del desierto, después se empezaría a difundir por todo el Sahara y solo explotarían las balas de forma impulsiva, cada vez que encontraran a una sardina de esas peligrosas y odiadas para los ojos humanos. Eso haría que mediante un chip chop que se llama localizador de criaturas del demonio, partiera mediante una bala que se inyectaría en sus cuerpos, y eso daba paso a que atrajera a todas las sardinas mediante un imán llamado prosenekala, invirtiendo así todo el tiempo para mediante un aire gélido procedente del imán, mezclado con un ventilador, las congelara y las hiciera explotar como un cristal, no dejando paso a ningún motivo para revivir entre sus muertes merecidas. Para eso yo estaba allí, para hacer eso que parecía imposible en realidad. Todos los Saharauis me pedían consejo, y yo les dije que todo el daño acabaría pronto, porque las criaturas de Satanás no deberían de existir, y eso daba paso a la extinción total e irreparable de esos seres. Así fue como me dispuse a sellar el bien, vacilando a los ojos del mal, los cuales quería extinguir, los cuales debían de morir.


    CAPITULO 5: LAS SARDINAS DEL DESIERTO NUTREN DE DOLOR A LA POBLACIÓN, PERO YO LUCHO A MUERTE CONTRA ELLAS.



    Fui directo al corazón del Sahara, y llevaba en la mano la metralleta que iba a exterminar a esas podridas sardinas, podridas me refiero a que están llenas de maldad. Yo las veía matar a los niños pequeños, a personas mayores, era todo increíble, mi comportamiento debía de ser la protección, ya no solo ser por una misión secreta, sino por mis propios sentimientos, por mi corazón, que se aliaba con los más necesitados, era lo que siempre había soñado, que era ser protector de gente inocente, ya que mi voluntad superaba mis propias miedos. La verdad se lanzaba hacía mi aventura, la cual yo vivía, para no morir en la agonía, esa era mi verdad, ahora debía de ir a conseguirla, por eso me llamo Deivid Fonesquer, para crear la mejor de las leyendas, aunque no me importaba la fama, solo quería ser una persona secreta para el resto de la humanidad. Aunque si algún día soy conocido, espero que sea por mi esfuerzo, por mis ideas, y por todo lo que más quiero. Bueno ahora relatando mi acción en el corazón del Sahara, saque mi metralleta, me dispuse a disparar, y cuando dispare, contemple como las balas se introducían en la arena, eso daba paso a que mediante el localizador de criaturas endemoniadas, y el imán de aire gélido, pudieran ir las balas hacía las sardinas, estas cuando por fin las localizaban explotaban dentro de su cuerpo, además el chip chop comunicaba a mi ordenador todos los pasos para saber que esas sardinas habían muerto. Gracias a los mensajes de correos electrónicos que me llegaban, pude saber a ciencia exacta cuantas sardinas muertas había por el camino. Tras la invasión de las balas especiales, el imán ventilador de aire gélido y el Chip Chop del localizador pude matar a muchas sardinas, aunque las que seguían vivas todavía seguían haciendo daño y comiéndose a la gente. Además iban dejando sus colmillos en la arena, y de estos la sangre llegaba a las orillas de los oasis, que eran paraísos convertidos en infiernos, ya que todo ello significaba terror en una sola palabra, y no era mentira. Mi ordenador empezaba a pitar cada vez que me llegaban correos electrónicos por cada sardina muerta, pues era un éxito todo, ahora solo faltaba lanzar la bomba helada, y no era de humo, pues era de un viento gélido que haría que se congelara todo, a la vez que las balas que llegaban de mi metralleta empezarían a explotar, y luego el imán ventilador hizo que se congelara la criatura infernal, y el detector del Chip Chop me aviso de cada una de las sardinas que iban muriendo, a la vez que iban llegando más mensajes a mi correo electrónico, para saber y analizar el origen de esas criaturas antinaturales. Fue entonces cuando examine su sangre que era roja anaranjada, y pude saber que eran los animales domésticos de Lucifer. Pero gracias a todos mis esfuerzos pude acabar con todas las sardinas, a la vez que los Saharauis me lo agradecieron, y todo volvió a la normalidad otra vez.
     
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