Del diario de Claudia...

No tengo mucho que contar de esta última salida. Y no por falta de momentos, pero si por lo difícil que se me ha hecho caminar entre la realidad y la fantasía.
Me ha costado distinguir, y también elegir.
La soledad sorda y oscura ha sido mi mejor compañía. Ella no me ha escuchado ni visto.
Ella solo se ha impuesto.
La gente es como una turba perdida en las calles de mi ciudad. Yo busco a los míos, en los que puedo confiar, mas no hallo a nadie.
Me cambio de ropa en plena calle, poniéndome algo más acorde a lo que tengo alrededor. De lejos alguien me observa y siento que me da igual, al fin, siento que la desnudez de la piel nada es si no se desnuda el alma. La piel solo es la pared que nos guarda y la mía, en mis salidas, va recubierta de hormigón.
Por lo demás nadie se fija en mi, se supone que voy con el grupo, quienes quitan de las paredes símbolos religiosos y también políticos, al fin, parece que cada vez las dos cosas están mas unidas.
Cada cual celebra su saldo según sus pensamientos. Unos veneran los objetos hallados, otros hacen burla de ellos.
Yo observo y me pregunto que locura es la que nos acontece.
La gente se golpea, se insultan, se escupen, se mofan unos de otros, se amenazan con infiernos eternos o puñaladas a la salida del festejo.
Y me encuentro sin darme cuenta, bendiciendo a la soledad que ni me ve, ni me escucha y que parece que solo ella tiene mi vida en sus manos y yo me dejo aconsejar y guiar por ella.
Me envuelve como madre a recién parido y me da todo el alimento que necesito. Es duro al principio, me susurra al oído, pero cuando crezcas veras que ha sido la mejor opción.
De pronto me hago grande y siento que de veras no había podio tener mejor educación que la soledad impuesta, quizá no tanto física, pero si esta interna que me ha hecho refugiarme en la casa de mi amor, donde medito , donde me enamoré de los libros sin que nadie más que Soledad me los mostrara para paliar un poco mis vacíos humanos.
En fin, salí de aquel callejón como pude empujando un poco a toda aquella masa humana que estaba como enloquecida.
Se movían todos en la misma dirección, iban hacia una especie de aparcamiento donde se sentirían más libres, con más espacio para cada uno dar su versión de la vida. Me pregunto cómo con lo corta que es la vida, cómo siendo tan pocos nuestros días, habiendo tantas cosas que hacer, estas personas solo estaban ocupadas en meterse de lleno en controlar la de otros, en que sus pensamientos fueran iguales a los de ellos.
No lo entendí allí, y sigo sin entenderlo ahora que miro por la ventana de mi casa gris, y aun sin ver nada por la niebla que hoy la cubre, sé que estoy despierta, porque las pequeñas gotas heladas que llegan a mi rostro me mantienen con los ojos abiertos.
No sé muy bien como conseguí salir de en medio del gentío, pero aunque pensé que nadie me tenía en cuenta, cuando intenté alejarme definitivamente, un gigante vestido de negro con una cruz blanca en el medio me cerró la salida, la verdad es que estaba dispuesta a imponer mi voluntad, pero su cara era tan tenebrosa que sin querer empecé a temblar tanto, que cerré los ojos y me pregunté de verdad dónde estaba, en qué estaba, y cuando los volví a abrir estaba en mi casa, abrigada en mi cama, con el corazón desbocado, y con una pena intensa que tardaría días en irse.
No tanto por lo vivido, sino por no encontrar a aquellos que deseaba encontrar.
Creí que así sería cuando muriese quizá, una caminata a solas, con terrores y bienestares en completa soledad.
No lo sé, solo sé que han sido duros días de salidas. Que la cabeza no me descansa, que no encuentro el momento de parar y quedar en ese estado de inconsciencia total.
Tengo un poco de miedo, porque me da la sensación que estoy apurando los días de vida que quizá de alguna manera he dejado volar sin vivir, y ahora lo hago así, no descansando y viviendo de alguna manera todo lo que me hubiera gustado vivir mirando desde otro punto.
Quizá por eso no me ven, por eso no me oyen, quizá no es Soledad que me esconde, quizá es que no existo allí donde estoy.
No lo sé, la verdad.
Todo esto que escribo, parte siempre de un quizá…
SHA.

 

Siempre he dicho que tienes suerte de tener a Claudia. Un beso, Sandra.

Corrige unos detalles en la cita.

 

Muchas gracias, poeta, no solo por tus palabras , sino por la ayuda que sin duda estimo.
Un beso, amigo.