delicada estación.

Delicada estación. Octubre del 2010.

El invierno ha dejado este año una aguda incertidumbre y la primavera sorprendió un mundo aturdido y espectral. ¡Que agonía me causa la negligencia de este tiempo! Se están exterminando los más bellos conceptos, y el genuino arte se disipa en el infinito prehistórico. Me he embriagado con las mejores ideas, palabras infinitas como la vida que se erosionan en el silencio y en el retraso. Ya no hay una recuperación pronosticable todo parece ir directo a cebarse en el deseo y no hay estigma que quede excluido de la condición. ¡Es más!, me han decepcionado todos los estigmas, todos llegan al lamentable final, a la misma maldición y al aburridísimo egoísmo del hombre. Todos se delatan y se muestran soporíferos y necios; el peregrino, el arriero, el justo, el mujeriego, el de sentido común, el moralista, el poeta, el de raza superior, el esclavo, etc,… mi propio estigma es aborrecible!, son todos innobles y asesinos de las grandes ideas y de los grandes conceptos. Habría que crear otra vez el lenguaje, habría que condenar ciertas palabras y dar vida a otras nuevas, habría que conciliarnos con la naturaleza, nuestro patrón eterno, con la realidad ¡con Dios!...
Verdaderamente he llegando demasiado lejos y ya no hay retorno imaginable. La indulgencia infantil hace mucho parece haberse perdido en una vida tan monótona y ajena que hoy me es posible comprender el lenguaje de pájaros errantes. Lo mas sorprendente es que en mi destino todavía me impulsa la vida.
Además de mi lamentable estado de frenesí y aturdimiento, la primavera me ha traído numerosas visiones que en un mismo bálsamo se fusionan con esta erizante sensación de caos y locura que cubre todos los espacios.
La fogosa sensibilidad de la gente ha resultó tener doble filo por lo que ya no me es posible fiarme del sentido común que ataca y araña todo lo que no sea conservador*.
Las mujeres, ángeles o diablos quién sabe, son grandes admiradoras en las estaciones cálidas y su mirada invocan el desenfreno* y embriagan nuestro delicado fuero. El aire esta denso y eléctrico, sobrecargado de calor, locura, dolor y de hipnóticas miradas. La primavera ha estallado de una manera poco frecuente y no queda más remedio que burlarse de su infierno.