Des-alumbrando un despertar

¿Cuándo es mejor morir que callar? No sé cuando dejé de ser el viento celeste que cubría la esperanza de un niño con sueños. He oído a la muerte verter sus risas en los hoyancos de mis mejillas y vi la rúbrica de su huesuda mano hecha en mi frente sudada. No he podido conciliar el sueño en más de diez años; despierto al menor ruido o escalofrío que perciben mis desganados sentidos. El sol ya no conoce mis carnes blandas y mis ojos su resplandor abrazador. Vago en los miedos del vivir, encerrado en la víspera de la muerte en vida, comiendo la zozobra y los latidos del desánimo. ¡Maldita sea! ¡¿Para qué vivir de esta forma?! Quisiera tener el valor de cernir en mi pecho ese puñal que lánguido se oculta debajo de la almohada, pero las fuerzas del alma no dan para tanto y se quiebran cuando huelo ese hediondo perfume de la soledad. Otras horas se alejan danzando sobre el cadáver de mi sombra y el sol, que no sé si sigue existiendo, des-alumbrando mi lastimoso despertar.