Desencanto de las matemáticas

cuatro días han pasado desde el susto que me llevé en una exposición en el instituto de matemáticas de la UNAM. El profesor de la primera clase que tengo a diario, ya bajo un cielo próximo a oscurecerse, nos invitó. Para motivarnos destacó la brillantez de la doctora expositora, así como de la segunda mujer que participaría, la cuál está en proceso de doctorarse, y no le bastó exaltar su inteligencia, todavía las elevó aún más, mezclando su inteligencia con humildad, por ejemplo, mencionó que la mujer ocultaba que su tesis fué reconocida como la mejor del año en la facultad, por otro lado dijo que mantenía un trato cercano con la doctora, sin atisbos de jerarquía, pero que ella es muy reconocida y muchos se mantienen reservados, con cautela hacía la autoridad que tiene. después me resultó más creíble la idea de que estos laureles solo eran una fachada para que no se notara que la clase se iba a cancelar debido a que el profesor tenía una exposición que atender mucho más importante que una clase para los pequeños cerebritos de sus estudiantes, porque poco después dió la hora y fecha, sería entre semana en el horario de la clase, se volvía entonces evidente, desviaba la atención. Como sea me dió gusto su intento de ocultar su verdadera intención, mostraba que al menos, algo de vergüenza le cabia.
Cuatro días han pasado, y ya siento que ese golpe es solo recuerdo, no quedó rastro excepto fortalecerme, no quedó residuo alguno de dolor, caí muerto esa noche, estoy seguro de que por esa rendición total, vacío de penas aunque también de anhelos, conseguí vía libre para hallar mi estabilidad nuevamente.
Si bien yo mantenía la conciencia de que en parte la invitación era falsa, el profesor no tenía intenciones de que asistieramos, en ese momento carecia de alguna fuerza vital, tal vez dolorosa, o quizá afortunada, no hacía diferencia, que me obligara a levantarme de la calle, una vez que decidiera desparramarme en ella, y me jalara, y me arrastrara por los surcos irresueltos de la banqueta, así que convertí esa invitación en otra píldora psiquiatrica.
Llegué con paso desenfadado hasta la bifurcación que se abre hacia la facultad de ciencias y hacia el instituto de matemáticas, a este siempre lo veía a mi costado, mientras subía el sendero para asistir a clase,pero ese día tomé el otro camino. Me da mucha vergüenza contarlo, para llegar al auditorio atrevesé un pasillo estrcho, y los salones a los lados además de la biblioteca con textos robustos de matemáticas, me infundieron un miserable orgullo, me sentí entre los hombros de Gauss, riemman, godel, como que el cielo de las matemáticas abría sus puertas para mí, me río, pobre tonto.
¿Abría sus puertas para mí? En realidad las estaba cerrando, me alejó y me enterró ultratumba bajo ultratumba, profundamente hasta clavarme en el infierno.
En un inicio me sentí feliz, ví a mujeres auxiliando el evento, desde la parte más alta del auditorio para grabar la exposición, tal como esperaba, todo sucedía a la perfección, su vestimenta casual en extremo, con chanclas y pantalones de ajustados era el uniforme de los auxiliares del evento, solo que todo empezó a apestar desde que noté la escasa presencia de tan solo un par de compañeros de clase, la expectativa universal que sentía colapsó, luego el entierro continuó, un profesor y un compañero quienes antes me saludaban, me ignoraron, aunque me miraron un instante, y en ese instante ví que decidieron olvidarse de mí, cuando el profesor de nuestra clase comenzó el preámbulo a la charla, se me petrificó el pecho, era en inglés, tanto la desconfianza de quienes conocí, como el idioma extraño en el que habló el profesor, me pusieron al tanto de que yo no pertenecía ahí, entonces por todas partes parecía que un espíritu o Miles de ellos me echaban del lugar, eres un instruso,un animal salvaje.
La doctora no explicó nada, en lugar de eso hizo un austero recorrido por las investigaciones de su grupo, como dije, excento de contenido, lleno de nombre y promoción, que el matemático ruso famoso que asistió se tomara en serio la exposición, así como ver al compañero prodigio de las matemáticas, anotar enjundioso los garabatos vacíos del pizarrón, levantaron un ambiente de secta matemática, con su lenguaje exclusivo, sus jerarquías ególatras y la perversion de las matemáticas. En esta secta de sujetos inteligentes, concretos y sobrios los órdenes formales del universo solo servían para escalar en premios, entonces no pude resistir más, y al acabar la primera hora, en el descanso, me largué. Considero que soy un cobarde, tuve miedo a salirme en cuanto sentí el asco de la secta. Me invadió el horror, porque para mí esto fue como ver a mi bella diosa asesinada, y ¿ a quién le rezaría ahora?

 

Maravilla, me ha sorprendido grandemente. Me recuerda que cuando entre a la carrera, ya hace siglos, nos hacían un perrada, que consistía en que un estudiante se hacía pasar por profesor e iniciava la clase con conceptos muy elevados, como tensores y cosas así y luego sus paleros, que estaban sentados entre nosotros respondían las preguntas que hacía el disque profesor, con gran soltura y conocimiento. Finalmente nos daba la bibliográficas que consistía en libros el ruso, alemán e Inglés. Al final, entraba el verdadero maestro y nos decía, empezamos la próxima clase con teoría de conjuntos.
Te comprendo perfectamente.
Un gusto leerte.

 

Jajaja , vaya cambio de nivel