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Desenterrando mi vida

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Aryaa, 3 de Junio de 2010. Respuestas: 0 | Visitas: 535

  1. Aryaa

    Aryaa Poeta recién llegado

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    19 de Diciembre de 2009
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    Desperté de golpe aquella noche. Miré el despertador: eran las dos pasadas. Intentando recuperarme del sobresalto inspiré profundamente, mientras mi pulsación volvía a la normalidad. ¿Qué era lo que me había despertado? Escuché atentamente en la penumbra de mi cuarto sin ningún resultado. Tras un par de minutos desistí, pensando que habría sido alguna de las ya habituales pesadillas que olvidaba tan pronto despertaba.
    Pero en cuanto apoyé la cabeza sobre la almohada logré escuchar un ruido nítidamente, haciendo que se me pusieran los pelos de punta y agitándome nuevamente. En ese momento, más nerviosa que antes, sabiendo que me mantendría en vela hasta saber qué había sido el causante del sonido, me preparé mentalmente para salir de la cama. Cuando lo hice, coloqué los pies en el suelo suavemente, intentando evitar cualquier tipo de ruido. Salí al pasillo inspeccionando cada rincón para descubrir algo fuera de lo normal. No encontré nada.
    Una vez en el piso de abajo, sin dejar de mirar hacia todos lados, logré oír murmullos procedentes del salón. Me concentré para intentar identificar las voces o lo que decían, pero no pude escuchar más que el seseo de los individuos que hablaban. Me acerqué lo más lentamente que pude hasta descubrir una luz procedente de la misma habitación en que se encontraban los sujetos.
    —Debe de haber otra solución —comenzó una primera voz—. No podemos hacer eso.
    —Sabes que es la única solución, Mathew. No podemos dejarla por ahí suelta ahora que hemos descubierto su secreto. Sabes… —no logré escuchar lo siguiente—. Es un monstruo.
    Cada vez estaba más asustada. ¿Qué diablos hacían esas personas en mi casa? No sabía cómo habían entrado ni de qué secreto hablaban, pero al parecer pretendían hacerme algo, algo terrible. ¿Acaso querían matarme?
    “Es un monstruo”. Retumbaron sus palabras en mi cabeza haciéndome recordar aquel día que tuve que confesárselo todo a mis padres. Aquel fatídico día en que mi relación con ellos se rompió para siempre. Los odié al ver su reacción; sus ojos se inundaban en el desprecio y el asco y a mí me embargó el desconsuelo. Aún así, yo nunca lo había mantenido en secreto; jamás le he escondido a nadie, voluntariamente, el hecho de que me gusten las chicas. ¿Era eso, acaso, suficiente para que alguien quisiera acabar conmigo?
    —Debe morir —dijo tras varios murmullos que no pude comprender.
    —Sí, quizá tengas razón —corroboró la primera voz de nuevo
    Por algún motivo rompí a llorar. No estoy segura si fue por la sentencia de aquellos hombres o por el amargo recuerdo que surcó mi mente. ¿Realmente iba a acabar aquí mi vida? Fuera como fuera, no me cogerían sin pelear.
    Mientras me dirigía a la cocina lo más silenciosamente posible, no dejé de pensar en qué harían con mi cadáver si lograban concluir su trabajo o en si se entregarían a la policía. ¿Cuántos años les caerían? Seguramente no los suficientes. O peor aún: quizá ninguno si no encontraban ninguna pista ya que no había nada que los pudiera relacionar conmigo, porque tenía claro que no los conocía de nada. Teniendo en cuenta que estaba en paro y mi vida social estaba en declive estos últimos meses, posiblemente pasaría mucho tiempo hasta que alguien se diera cuenta de mi desaparición, si es que se daban cuenta algún día.
    Me inundó el pánico: iba a morir y no habría nadie a quien le importara. Nadie me iba a echar de menos, nadie lloraría mi desaparición. Reparé en lo vacía que estaba. No tenía a nadie. Se me hizo un nudo en el estómago mientras pensaba que quizá eso sería lo mejor, que me mataran. Total, ¿de que sirve una vida si no la vives?
    Entonces me di cuenta de todo lo que me estaba perdiendo, de lo fácilmente que me había dejado hundir en mi infierno por culpa del desprecio de algunas personas. A fin de cuentas, ¿qué importaban las personas que no me querían? Lo único que debía hacer era encontrar personas que si lo hicieran, y seguro que las había. Todos nos merecemos ser amados y yo no era ninguna excepción. No pensaba dejarme vencer, aún tenía mucho que vivir. Aún no sabía lo que era sufrir por amor, ni lo que era rozar el cielo con la punta de los dedos. Tampoco me había sentido aún completamente adulta. Quizá sí en el sentido de independencia pero aún me faltaba una cosa: la responsabilidad. Ser responsable con mi propia vida, marcarme unas pautas, unos hábitos. Ser responsable con los demás, aprender a hacerme cargo de mis errores y enmendarlos, y hacerme cargo de otras vidas también. ¡Tenía tanto que aprender! Necesitaba plantearme unos objetivos, hacía unos años los había tenido, soñaba con ser policía. ¿Cómo me había dejado caer en ese pozo? No comprendía porque había enterrado todos mis sueños. Pero ahora sí que tenía una cosa clara: quería vivir.
    No les iba a dar la satisfacción de verme muerta, pero tampoco pensaba huir. Quería verles la cara a los malnacidos que se habían aparecido en mi casa con fines tan oscuros. Si hacía falta pasar por encima de sus cadáveres lo haría, pero a mí no me iban a destruir.
    Alcancé el asa del primer cajón, el de los cubiertos, y empuñé el cuchillo más grande que encontré. Seguidamente, fui hasta la sala de estar, con paso firme, dispuesta a hacerles frente y, después, empezar con mi nueva vida, pues ellos no me la iban a arrebatar. Me planté en medio de la habitación…
    Pero no había nadie.
    Volví a escuchar las voces, claramente, saliendo de los altavoces del televisor, de dónde provenía la luz que había divisado momentos antes. Rompí en carcajadas cuando comprendí la absurda situación. ¡Qué estúpida había sido! Tan sólo era la televisión; seguramente se me había olvidado apagarla antes de irme a acostar. Sin parar de reír me tiré sobre la fría superficie de madera, dejando el cuchillo que tan fuertemente había estado sosteniendo, hasta quedar tendida en el suelo, ya más relajada. Me volví hacia la pantalla justo cuando concluía la película con las siguientes palabras:
    —No aprendemos a valorar lo que tenemos hasta que estamos a punto de perderlo. Aprovecha tu talento y no te dejes caer en la desesperación. Porque vivir no es sólo respirar, Carol. Simplemente, ten fe en ti misma, date cuenta de que realmente vales mucho. Entonces verás que la vida vale la pena vivirla y que es sencillo hacerlo. Ahora sal ahí fuera y cómete el mundo.
    No entendía por qué, pero al parecer de la forma más absurda se había despertado mi mente. Todos los sueños enterrados se habían asomado entre las espesa tierra que llevaba tanto tiempo embotándome la cabeza y no pensaba hundirlos de nuevo. Y fue entonces cuando decidí empezar una nueva vida. O mejor dicho: empezar a vivir, pesara a quien pesara.




    [FONT=Book Antiqua][U][B]Por Aryaa[/B][/U][/FONT]​
     
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    Última modificación: 9 de Junio de 2010

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