Desequilibrio

La discontinuidad de los agravios del miedo se mece en la ávida desgracia del equilibrio. La balanza se ha inclinado unos cuantos grados que bastan para desorientar los pensamientos, y más los sentimientos. La pérdida de apetito es síntoma inequívoco de un desacierto del equilibrio. Se juzga la sensatez de las decisiones oblicuas que puede llevarte a la soledad absoluta. Aquella soledad impoluta te embriaga con tenaz elocuencia que crees estar sumido en una realidad paralela y desbordante. La sed de melancolía corre por las venas como un caudal de dolor mezquino. Atas en las sienes fetiches para calmar las proyecciones de los pensamientos que te sumen en un dolor incisivo. Una cosa es cierta, el verdadero desequilibrio está en saber que se está muriendo irremediablemente y nada se puede hacer. Carcome el sentimiento de despojo para evadir la realidad de la cual somos títeres sin cabeza.

Hace unos cuantos ayeres se desenvolvía robusto el entendimiento. Los juicios se daban golpes de pecho ante una discusión artera que profería detrimentos a las convicciones éticas y morales. Esa misma discusión ahora parece revolcar los juicios dejando a la razón en un estado catatónico e inservible. No digamos los sentimientos que se vestían con mariposas multicolores y aguas con reacio aroma de intensidad. El equilibrio redimía las huérfanas acciones pecadoras. Hoy todo es considerado un abominable pecado, hasta el pensar.

Escribo desequilibrado… pero con un sentido de la muerte a flor de boca.