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Desnudo en el portal

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Troto, 18 de Abril de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 260

  1. Troto

    Troto Pablo Romero Parada

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    Hombre
    Juan era uno de esos chicos que estudiaban la carrera. De los que no tuvieron ningún problema a la hora de renunciar a todo, para poder disfrutar un poquito más de los jueves, y de los viernes, y de los aprobados raspados en los exámenes finales. No era mal estudiante sino que no le importaban mucho las notas altas. Él, se enamoró de aquella chica y entró en ese estado de paz en el que entramos los seres humanos cuando llevamos tiempo disfrutando de un amor correspondido y de el que es tan difícil salir. Bueno, puede que el se pasara. Pero un año después de que la chica acabara por mandarle al carajo, a ella no le gustó encontrárselo, “de casualidad”, en el portal de al lado del gimnasio, donde acostumbra a ir, de lunes a miércoles al salir de clase, y que el sujeto aquel portara los ojos blancos, el cuerpo desnudo, y una jeringa a medio llenar de cierto líquido blanquecino clavada en la flexura del brazo izquierdo. La estampa era horrible. Ahora no recuerdo si por aquellas lucía obeso o ya con la anorexia, pero se lo gastaba todo en esa mierda y en el vino. No nos olvidemos del vino.

    Juan, tan solo escribía sobre aquella chica, pero claro, los borrachos drogadictos nunca escriben bien, hace falta de mucho trabajo para eso y él tan solo lo hacía para tener un perfil del Tinder más interesante. Nunca le funcióno esa mierda. Y además, al poco se quedó sin el portátil.

    Juan exagera todo lo que le sucede para que sus padres no gasten tiempo en él. Les dijo que su hermano no murió por la leucemia sino porque él mismo le metió la radiación. Siempré sospeché que los padres no se lo tragaban del todo, pero en cualquier caso, Juan decía que hacía ya tiempo que no les veía y que nunca más iba a volver a saber nada de ellos. Hay cientos de humanos ahí fuera y es el azar el que se encarga de que alguno de ellos acabe sacrificándose por ti. Juan no quería pensar así. Juan, amaba a aquella chica, y siguió amándola hasta que acabó por palmarla a los 28 de un infarto con la cola del pancreas negra y el hígado de roca. Aun así, jamás tuvo un ingreso hospitalario. Cada pocas noches, lo sacaban del cajero y lo enviaban a las Urgencias del Hospital Xeral, hasta que recuperara un grado de conciencia adecuado como para pedir el alta voluntaria. El personal, tras sus negativas a aceptar un tratamiento médico, solía aconsejarle que visitara al sicólogo, pero él no se veía a sí mismo loco sino demasiado cuerdo, y decía que para eso no existía cura.

    Ni la pena que sintió aquella chica ese día en el que vió a Juan comatoso en el portal de al lado de su gimnasio, ni que se hubiera quedado toda la noche con él, sirvió para que le otorgase otra oportunidad al chiquillo. Y él, al final, pudo descansar en paz de todos esos pensamientos constantes que no cesaban sobre la morena aquella.

    Juan, no creo que estuvieras obsesionado. Creo que tú forma de amar era tan válida como la de cualquiera. Y aún de haberte puesto en aquel portal estrategicamente para que la primera en encontrarte fuera ella, o que hacerte tanto el héroe y amar tanto a esa chica te haya conducido con los años a la soledad y a la muerte, fuiste noble, y eso no se ve mucho.

    En su último año, siete después del incidente del portal, se dió cuenta de que ya no le importaba la vida.
     
    #1

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