Despedazador de retahílas

No sé de qué cuerda tirar.
Ni a qué cuerda tirarme.
No recuerdo, hago que me recuerde la escritura.
Tal vez sea oootra mentira más sobre el existencialismo.
Deja de escribir, dedícate a vivir.
Deja de pensar, el humo te sale ya de la coronilla.
Eres el rey, me digo.
Eres Dios, me digo.
Y sin decirme ambas cosas, me adentro en la verdad.
Pero qué es la verdad sino el deseo.
Deseo que la verdad sea esto, o aquello.
Reducirla solo a las palabras que salen de tu boca me sabe a poco.
Lo demás, ya sabes, está en proceso de certeza.
Si todo fuera verdad te ataría a un árbol, te colgaría de una rama, y te dejaría en libertad, como los chimpancés.
Esos seres humanos encomiables -al menos no han comido del fruto prohibido-.
Tú no me sirves, pero no porque no quieras o no sepas, sino porque no estás hecha para eso.
Cuando me digo que soy Dios, en realidad no me digo nada.
Nada que me acerque a tu corrida.
Por eso eres más puta que las gallinas.
Y yo un semental en estado de sitio.
No tengo prototipo de mujer.
Podría aventurarme de millones de formas más eróticas en una página web de pornografía.
Esa mujer formato jpg me pone las pilas.
Esto de sacar la basura se me da bien.
Luego escribo poemas sobre mí, y se extinguen los osos polares.
¿Verdad que la noche nunca cae?
Lo único que buscas es buscar algo.
Ricardos como yo no hay ninguno.
Aparezco en redes sociales donde la gente "derrocha sentido común".
No han sacado una versión premium sobre mí, pero me complace saber que los insectos voladores frecuentan mi cocina.
Igual es solo confusión o la Cía con ganas de dar por saco -putos drones-.

Da lo mismo, mis entelequias me amparan.
Ya saqué a pasear a mi pitbull.
Y también me cepillé los dientes.
Y también choqué contra el marco de todas las puertas de mi casa.
¿Verdad que es un asco eso de plantearse otra realidad?