Después de un fin

Márchate, vociferó dando fin a nuestra platica. Quedé plasmado cual reacción ante el descalabro. Un giro desapacible que alertó hasta al pordiosero de aquella esquina. En solo instantes, la dócil conversación se transformó en una camorra verbal. Como señuelo utilicé vocablos pertinentes que anteriormente me habían salvado disputas, pero no hicieron más que entorpecer la ya aguda situación. Miré a los alrededores con el designio de recibir ayuda o aliento, pero ni los escombros me depositaron confianza. Parecía que a medida que ingresaban las desafiantes e hirientes palabras en mi ser, iba descendiendo el sol a velocidad atemorizante. En el preciso momento en que pronunció impetuosa y exacerbadamente la expresión decisiva, percibí que el epílogo de nuestra vinculación había llegado.

Sin adición alguna, posterior a quedarme quieto y con rostro de silencio, di media vuelta y emprendí camino con destino a no detenerme. Mis pies caminaban estáticos como un tren sobre su riel, deteniéndose únicamente cuando fuese inevitable. Mi mirada centrada en un punto fijo inexistente, daba la impresión a los transeúntes que se me cruzaban de que tenían en frente a un lunático deprimido que no iba a dejar ningún legado a la hora de partir, o que su vida ya había expirado. Un demagogo demoníaco estaba en mí y tapaba todo lo bueno que tenía, y aquello no era suficiente para evitar al pensamiento cabecilla que ya estaba conquistando gran parte de mi interior. Sentía no tener que hacer ni donde sostenerme, como un plumífero sin lapicero o una ciudad que no pertenece a algún país.

Entonces el mito era cierto, cuando los ojos más honestos te expulsan decididamente de su vida, tu personalidad jamás volverá a ser la misma, con todo el sufrimiento y enseñanzas que estas involucran.

 

Hermoso relato fue grato leerte saludos

 

Hermoso, espléndido trabajo valioso muy hermoso, lindo, precioso, muy bonito.