Desvelo

El despertador aplaudirá su visión metálica de un exacto renaciendo. Veintiséis horas ponderará el nuevo día, alejando la comunión de nuestros sentidos. En la expectativa del falaz advenimiento se opacará el trajinar de merecimientos ignorados por los truhanes contratantes. Y la diurna acumulación sacrificará inalcanzables proyectos, evaporados en el albañal que ignora de explotación y dignidades.

Devueltos al desorden del hogar, la noche resucitará tres horas de placer sobre el hartazgo.
Un iterado compilado de palabras vestirá nuestra mesa, consumiendo la cena rápida y el aletear sonoro. Luego, el lavado del menaje, la infusión acompañando los suspiros y la higiene relajante sobre nuestra piel, prepararán su letanía abstracta de inmanencia.

En gratitud, la cabellera que diluvia la intensidad de tu sueño se acolchona en mi hombro, mientras el brazo reposa insensible sobre la dimensión de mi cintura. El bloque de cemento se instaura, nuevamente, en la infracta colonda neuronal de visión anónima, al tiempo que la pantalla parpadea su razón de ausencia y rutina insoportable.

Me levanto. El ataúd viviente restriega sus maderos a modo de hasta luego. Tu cuerpo se desplaza lentamente hacia el lugar que prefiere su costumbre..........de espaldas, dejando entrever esa porción de ansia postergada. Tal vez, mañana, la vibración de nuestras piernas ajuste las clavijas del deseo, si es que tu cansancio y el mío no agregan más espacio al entreacto.

Enciendo la hornilla. Preparo un café, casi a tientas, para llenar de mayor negror la negrura del desvelo. Y la máquina escribe en soledad la proximidad de un testimonio incongruente, sobre la llanura de esta página despojada de latidos. El movimiento de mis manos devuelve la sensación de estar vivo detrás de los ojos, acudiendo al trasbordo de una idea que mienta la percepción desbrozada de otro hastío.

La angustia draconiana se hace murmuración de tiempo, ajustando los acúleos de su paso infinible hacia el destierro, allí, donde todo repite la justificación del vamos, entre proyectos inconclusos escondidos en las sombras. Y en cada excusa el insuave anhelo se disfraza de espejismo, encumbrando a su laberinto de entelequia la infirmada sujeción del velo.
El fondo del pocillo me sugiere la culminación libada. Es el momento de retornar al tálamo donde la almohada espera algún sueño derivándome a su estrado, que permita desahogarlo en la alborada, cuando partamos a buscar ese futuro en la misma traducción de su pasado.

 

verdaderamente un desvelo
buen tyrabajo amido Adolfo

hadita

​