Día LVIII

Uno, dos, tres, un mil cadáveres, apretados, rotos, buenhumorados y dispuestos a cambiar besos, caricias, enojos y fantasías. Y yo, yo con ellos, yo siempre con ellos y sin ellos. Yo que soy solo una hormiga que viaja ausente entre sus huesos. Yo, que me alimento de ellos, que me indigesto de ellos, que hablo solo y para ellos, yo que no entiendo sus muertes cuando a pasos gigantes se van tropezando los unos sin los otros, los otros sin el uno y veo como con la cabeza en alto enarbolan un orgullo falso, yo que me rió de sus ríos, de sus rocas, de sus caras angustiadas y alegres, yo que soy el fantasma a su picardía de tener años y fe y amigos. Yo que muchos lodos he arruinado por nadar despacio y sin brazos, todo lo escupo y mi motor es de vapor de sangre y cubre lo blanco con negro y cubre de frío el calor para que el campo de batalla sea un amanecer de largas promesas contra la pared.Yo que les devuelvo sus armas si me las encuentro sin alma soy el único ser que se vuelve humano solo cuando estoy de espaldas a la realidad.