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Diálogos en el universo de Adriano

Tema en 'Salón de Poetas y Prosistas' comenzado por artemisa, 12 de Febrero de 2007. Respuestas: 3 | Visitas: 1593

  1. artemisa

    artemisa Poeta recién llegado

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    1 de Febrero de 2007
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    DIALOGO CON PLOTINA. (Consignado por Emilio en su diario).

    Emilio: Plotina, fue maravilloso recorrer el mar en su compañía, teñido de rojo del ocaso, y luego cenar espléndidamente con usted el día de nuestro cumpleaños. Es una feliz coincidencia el compartir la misma fecha.
    Plotina: El gusto es mío. Muchísimas gracias por dedicarme unas canciones y poemas con mi cítara.
    Emilio: Me complace hacer esto por usted, y mucho más... Bueno, se hace tarde. Me despido. Permítame el honor de acercarme hasta sus labios.
    Plotina: Me ruboriza usted. Todo ha sido muy hermoso hasta este punto... Le ruego que no avance usted.
    Emilio: Mi querida emperatriz, entonces usted me dejaría solo en la playa, y partiría en el primer barco que atracase sólo para que yo la siguiera.
    Plotina: No, ilustre amigo. Me internaría en la selva, en mi escondite.
    Emilio: ¿Cuál es su escondite?
    Plotina: La intangibilidad.
    Emilio: ¿Del cuerpo o del alma?
    Plotina: Del cuerpo.
    Emilio: Usted es tan compleja como una esfinge, gran reina, pero perseveraré. Que tenga usted un feliz sueño.
    Plotina: Igualmente, Emilio. Buenas noches.
    DEL DIARIO DE EMILIO.

    Busco en ese suave mirar de Plotina, toda la dicha del amante, el esplendor de los besos, su entrega suspendida porque no hay quien convenza el templo de sus senos. Mientras el Eros de Adriano se revitaliza en los cuerpos, el de ella asciende a lo sagrado.
    Yo soy sólo la nota vibrátil de un momento de amores, el de la Amada que puede ser tomada en inesperada caza, la sorpresa que le aguarda en mis lugares, a eso me dispongo, no importa que ella no pueda amarme. Se merece este tributo de éste su súbdito, que reverencia su sueño.
    Plotina ascenderá al empíreo, con sus hermanos los dioses, y yo, descenderé entre sus piernas al Hades secreto de un Eros perfecto.

    DEL DIARIO DE EMILIO. (Diálogo con Plotina).

    Plotina: Te acompañé en tu mesa, como quise estar...
    Emilio: ¿Hiciste esfuerzo para que pudiera sentirte?
    Plotina: Sí, y recorrí el lugar, muy caro a mi imaginación, a mis recuerdos.
    Emilio: ¿Qué viste, pudiste recordar?
    Plotina: Vi la mesa servida, los manteles, los candelabros, los platos exquisitos, que produce tu bahía, la más hermosa del mundo, y la teníamos de fondo en tu sala... Degustamos los manjares, conversamos, y al final, te dejé un beso, después del brindis con el vino, como postre a tus viandas...
    Emilio: Cuánto placer...
    Plotina: Y aún no nos alcanza...
    Emilio: He soñado contigo, Plotina, dos veces. La primera estábamos al pie de la columna de Pompeyo, recostados, y sentimos todo el placer del mundo, sin tomarnos... El otro, eras tú en mi estancia, sentada en las bancas, de mi pequeño bosque, esperando mi entrada, sin anuncio. Me halagó mucho esta visita inesperada, pero no alcancé a saludarte, desperté emocionado, porque estoy seguro que ahora sí vendrás, no importa que yo deba ir primero, sé que no me olvidarás, que conocerás lo mío, que te tendré en mi casa como ilustre invitada de honor.
    Plotina: Los sueños no siempre son proféticos, Emilio. Supongo que éste no lo es, no tendría por qué serlo... tampoco Casandra es necesaria como advertencia, al humano que es ciego. Ni el pasado, ni el futuro están en tus sueños. Sólo dejas fluir la fuente de Castalia que conforta tus oídos, luego de la ensordecedora amenaza en la voz de las sirenas.
    Emilio: Los sueños, para mí, son guía en cuanto al arte, el sueño es como la metáfora, cambiante, incontenible; en una sola mirada me conecta con el pasado que nunca cesará de ser, o con el futuro que no ha sido, como totalidad de vida realizada. Mis sueños tienen todo del pasado, en que te construyo como futuro que ha de ser en mí.
    Plotina: En verdad, son extraordinarios esos sueños...
    Emilio: ¿Me podrías describir cómo es tu amor por Adriano, oh ilustre Plotina?
    Plotina: Del sonoro viento, surge la voz, que dice fiel mensaje que me invade más que poderosas flechas... Como dos almas en una, penetra Adriano mi ser. Despierta toda mi sensibilidad, desde la excelsitud hasta el instinto, desde el amor idealizante hasta la pasión, en todas sus formas. Pero le pedí un precio muy alto para entregarle mi amor, y es la castidad.
    Emilio: ¿Y aceptó?
    Plotina: Sí, pero con la aclaración de que aún se sentía mortal.
    Emilio: Yo estoy dispuesta a ofrendarte esa castidad, sin fragilidades de ninguna índole.
    Plotina: Has sido valiente siempre, y te creo. En armas, traes siempre victorias, y aún no has sido feliz con una esposa.
    Emilio: Así es, dos matrimonios me han dejado vacío, con la felicidad ida. Siempre presentí que no sería correspondido suficientemente, pese a haber amado lo bastante, aunque en verdad, poco me preocupó que mis miras trajesen error.
    Plotina: Has vencido en Macedonia, conquistado cientos de provincias a Roma, que no aumentaron tu riqueza, y la tristeza vino de nuevo a acompañarte, en tus bellos hijos.
    Emilio: Pero no demasiado, desde que puedo verte a ti.
    Plotina: Amable cumplido. Todo lo tuyo es agradable como tu nombre haimýlios, de procedencia griega, así lo indica. Tienes elegancia, gallardía, y te orna la virtud. Por eso fuiste más que pretor, con mil fasces... Cónsul, y la púrpura te hermosea. Lamento que el hastío llegara a tu vida desde tu primer matrimonio, en el que nada parecía justificar el divorcio. En confidencias me dijiste que fue la avaricia de tu primera mujer, lo que te asqueó. De la segunda, su belleza, y tus temores sobre la virtud frágil. No hubo nunca evidencias de deshonestidad, pero te atormentaba la sospecha. Las tragedias acompañaron a tus hijos, en medio de tus más grandes victorias, como si los dioses quisieran recordarte que hombre eres, no su igual. Pero se equivocaban, cuando pensaban, que esas fiestas te envanecerían; tanto el luto, como el júbilo, te dejaron insensible. Aceptaste, la gloria militar y en medio de derrota humana en hora adversa. Y celebraste. Y no te enmudeció la alegría ni la tristeza. Para reaccionar así, se necesitaba, sin duda, ser un hombre extraordinario, y tú lo eres, Emilio. Queda probado tu valor.
    Emilio: Lo seré más, si puedo amarte.
    Plotina: Perseverarás, querido amigo. Estoy segura.
    Emilio: Sólo hasta lograrlo. Después, te dejaré con tus recuerdos y sueños con Adriano, irrealizables, pero te habré hecho mía, para conjurar toda la posibilidad de amar en un instante.
    Plotina: Eres osado en todas tus empresas. ¿no temes fracasar en ésta, la más alta e improbable?
    Emilio: No. Y sólo estoy dispuesto a entregar los dones de Eros a Plotina.
    Plotina: Eres obstinado, complaciente y esforzado. Los dioses pueden favorecerte, mientras Adriano descuida su objeto de amor, y descansa entre la vanidad y hechos carnales. Aunque ten en cuenta que otro incesto se me presenta, pues eres primo del emperador...

    Emilio: Me harían los dioses muy feliz, si tal hora llegase.
    Plotina: Disculpa, Emilio. Es hora de retirarme a descansar.
    Emilio: Hasta la aurora que no ha nacido, que muestra la realidad de un sueño, mi señora.

    (Continuación del diálogo al amanecer).
    Emilio: Buenos días, Plotina amada...
    Plotina: Buenos días, amigo querido.
    Emilio: Como decías, gran reina, hay un viento, una tenue voz... Un mensaje que surca los cielos... Dime, ¿ese amor que sientes por Adriano se alimenta por sí solo, o requiere de alguien que recoja las gotas que expelen esos dos corazones para regar las flores de ese jardín?
    Plotina: No necesita riego ni respuesta esa invasión dulce que me viene del cielo, como inspiración. Eros es en sí mismo una respuesta, el camino, una visita de sorpresa, dulce huésped del alma, que llega hasta mí en el mirar luminoso de Apolo, para vencer las flechas de oro de mi carcaj, ágiles, como las de Odiseo en reconquista, que impide que mancillen su tálamo. Este impulso las detiene en la playa de inexorable despedida, como la de Eneas, como la de Ariadna, y me queda el caracol con el murmullo de años de una interminable conquista en los terrenos de un dios... de labios no tomados en besos, y sólo abrevé lágrimas de su naturaleza virgen, aún no rendida ante el amor. Y siento también, el rechinar de otro carruaje, que me muestra hazañas pasionales de Zeus-dios. Dionisos no me roza, me quema tan solo la ondulante cabellera de Helios, imposible de asir.
    Emilio: Tu vida es un gran sueño, señora. En cambio, mis esposas han traído desdicha ya anunciada por Apolo, y sin embargo, acudí a la fatal cita de bodas con Medusa y serpientes.
    Plotina: Pero tengo entendido que conquistaste a tus esposas...
    Emilio: Las elegí, sí, naturalmente, pero no se me entregaron. Frías al placer, y no acariciadoras, el veneno de su seducción y belleza me mantuvo mucho tiempo en el letargo. Con la primera, se fue mi juventud, en veinte años de espera por un cambio, por una sonrisa. Me quedaron dos hijos. Con la segunda, siete meses, me quedó un hijo, fruto de ese amor, y otro también, pese a estar divorciado, de la pasión.
    Plotina: En verdad, siento tu desdicha... Tú, que eres dueño de tan merecidas victorias...
    Emilio: Sí, mis victorias han salido a la luz, lo mismo que mis infelices matrimonios, y la pérdida casi simultánea de mis dos hermosos hijos menores. Y aprendí una gran lección, y es que nunca se ve culminada una tarea; así como la conquista militar no trae la rendición de mentes, así el matrimonio no nos da la victoria del amor. Nunca se dice, “acabé” con aire victorioso, pero tuve un defecto, el ser empírico, por eso las formas más excelsas del amor, me fueron esquivas y extrañas. Sólo ahora, acercándome a tí, empiezo a conocerlas... Antes, siempre fui conquistador, alma de cazador, marcando los genes de nuestros antepasados. Cuanto más difícil la caza de esa pieza, mayor era mi orgullo. Y el goce, en su deleite, a la hora de saborear y participar del festín. Y conquisté a Medusa, cuando era dueña de hermosos cabellos, envidiados por mortales y diosas, y sucumbí a su placer inhallable que sentí, en mi amor, sagrado. Pero me engañé. Me entregaba su cuerpo sin placer, y sólo me sirvió en el plato de alimento de amores, su odio disfrazado. Y se traicionó ella misma, puesto que por mí no sentía amor. Es la traición más grave, la que sufre el propio corazón que no se engaña.
    Plotina: Cuanto siento, Emilio, que hayas sufrido así!
    Emilio: Pero me sanaré con tus besos, un día, y todo el pasado se borrará y quedará superado.
    Plotina: ¿Por qué estás tan seguro? Qué huella me descubres en el alma, que te permite aseverar la entrega a ti, que niego a Adriano?
    Emilio: La respuesta está en la fusión de tu mirar con tu sonrisa, en tus castidades y sensualidades, en tu porte...
    Plotina: Entonces, acaríciame con el ocaso que me traiga al Amado... Bésame con la miel de sus lágrimas... Y tendrás el premio con que te castigaron tus amantes.
    Emilio: Que se vean cumplidas tus palabras en este maravilloso instante, dignísima reina...

    (Al amanecer del día siguiente):

    Emilio: Eres extraordinariamente bella, más bella que la reina de Egipto, más bella que todas las diosas, eres la misma Afrodita, no atino a decir toda la felicidad que me extasía, a partir de este momento, en que he vencido al dios Apolo, he tenido tu dulce cuerpo en ansias del placer desde siempre satisfecho, he vencido en la entrada secreta al Partenón, he alcanzado la cima más alta de mortal aguerrido, he violado tu sueño con una ilusión.
    Plotina: A mí sólo me toca el sueño, gran amigo. Para mí sigue la utopía, todo lo que me alcanza sigue siendo intangible, que es a mis ojos, superior; tus besos son sólo el oasis de mis pasos fatigados, en busca de Eros, indescifrable.
    Emilio: Para mí eres la amada, la diosa, la amante que soñé tener un día...
    Plotina: Son muy halagadoras tus palabras, pero, a pesar del bálsamo, sigue abierta mi herida...
    Emilio: No desfalleceré hasta alcanzar de ti la misma felicidad.
    Plotina: Es otra mi sed. Yo he buscado sapiencia en esta vía hacia el Eros, no el amor que se siente descontrolado, por eso puedes sumar más tiempo en mí de castidades que de entrega, pero no por esto será menos avasallante, te trataré como Venus a Marte, como Cleopatra al gran César, a quien él, ni Marco Antonio destinaron al orden de su casa, por eso César la amó, porque era su igual, en cambio sus esposas, eran para administrar su hacienda, y cuidar de ella, con todas las virtudes romanas que incluían la frigidez. Yo te entrego toda la sensualidad que has esperado en una mujer, y también Eros, pero aún no sé la vía... Sólo me han tocado sueños, Emilio, la espera se diluye en lo que parece probable o tangible, en verdad, tú eres utopía también, y no menos intangible, pese a saber poseer un cuerpo, tu alma no ha sido hollada por este sentimiento, de manera total y definitiva, aún no te has entregado a ese amor, y esto que se ha iniciado en amistad formal, es el despertar de tus sentimientos, y aún no veo en ti a Eros, que no anuncia cómo llegaremos a ese puerto... No sé si me encenderé aún más, o simplemente se diluirá este sentimiento en poder verte y saludarte; también sé que eres comedido, prudente, a la par que apasionado. Yo desperté a un deleite sensual contigo, y te lo entregué, sumado a mi pasión hasta ahora contenida; pero mi visión y mi placer son aún más grandes!
     
    #1
  2. Angelique

    Angelique Poeta adicto al portal

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    muy bueno, artemisa, ha sido un placer leerte, no tengo críticas, si hay fallas créeme, no las noté, excepto una pero ya no la encuentro... creo que decía "súbdito" por allí, en algún lugar... te felicito, muy bueno.
     
    #2
  3. artemisa

    artemisa Poeta recién llegado

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    1 de Febrero de 2007
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    muchas gracias por tu comentario, y por leerme, saludo, artemisa
     
    #3
  4. artemisa

    artemisa Poeta recién llegado

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    1 de Febrero de 2007
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    Veo mucho talento en estos lectores y escritores, de esta página,
     
    #4

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