Diario de un burócrata

No hay tiempo para la poesía en la oficina
solo teclear letritas en cuadritos chiquitos
acomodar el margen
llevar el consecutivo
contar los espacios y las comas
padecer de la paginación la paranoia
pedirle permiso a los encabezados
temerle al yerro en la denominación del cargo
sacar dos copias de cada oficio
y tomar por oficio- y por si las moscas-
sacar una copia de cada copia,
jugar la carrera a muerte contra la fecha
y las firmas sin alma en las líneas sin norte
vivir bajo el terrorismo del B.DAI
el DBP
el B.DBU
el AAI – (con raya)
y el AAI (sin raya),
ser gobernado por un punto
y torturado por la carta sin recibido
¡Sin radicado!
prenderle una velita a San Aprobación
verse perseguido político de la ISO y la ICONTEC
el SIMEGE o la Bureau Veritas,
hallarse una mañana naufrago entre notitas de colores
y conejillo de indias de Control Interno,
reservar el criterio para las vacaciones
y despertar en las noches atormentado por la terrible pesadilla
de que se han acabado las provisiones de café
los días feriados y los permisos remunerados,
ser mal pagado
por estar sobre calificado,
gastar la vida en la cosmética de los folios
que según la norma de archivo
después de tres años corridos
serán destruidos,
marcar tarjeta
apretar el tornillo
girar la tuerca.


No hay tiempo para la poesía en la oficina,
y mientras corrijo otra carta que se fue sin el balance adecuado de PH en la tinta
saludo a mi país por la ventana con la sonrisa falsa del buen servidor y pienso…
Si no nos mata la corrupción nos va a matar la burocracia.

 

¡Absoluta verdad!,