Dicen que eres… dices que eres… eres.

Tres visiones, tres caras del mismo prisma, dos de ellas parciales.
Los que dicen que eres de tal o cual forma, en general, lo hacen desde la perspectiva subjetiva del observador. Las más de las veces sin conocimiento real, sin la experiencia suficiente de tu persona, mirando la apariencia. Y ya se sebe, las apariencias engañan. No de sí mismas, sino que son los prejuicios de los ojos que nos miran los que forman patrones, etiquetas que nos encasquetan y hala, sambenito al canto.
En el mejor de los casos lo harán con buena intención, tratando de ser condescendientes y amables.
MALO.
En el peor de los casos, el más común, la opinión y el dictamen sobre nuestra persona estarán guiados por sentimientos no precisamente sanos y loables. Prejuicios plasmados en palabras, casi siempre sin delicadeza y dolosos. A degüello vamos.
Lo que dicen que eres no debe preocuparte. Da igual que montes sobre el burro, que te apees y lo lleves del bocado o que lo tomes en brazos, siempre dirán que eres tal y cual.
PEOR.
Lo que dices que eres, es más preocupante. Porque el conocimiento que de ti mismo debes tener no siempre cuadra con la sinceridad contigo mismo. Y acabas diciendo de ti lo que deseas que los otros digan de ti.
Puro marketing. Vas vendiendo lo que quieres que los demás compren. Pero eso no se sostiene: “aunque la mona se vista de seda…”. Pues eso, que tu dirás que eres así y eso dará aún más motivos a que otros digan que eres asá.
La falsa humildad de “no soy más que lo que en mí veis y oís” no satisface a nadie, ni cumple los objetivos de que hablen bien de ti, (si es que eso te importa).
Lo mejor que podemos decir de nosotros mismos es nada, lo contrario es…
PEOR QUE MALO.
Lo que eres. Caro me lo fiais. Lo que eres no tiene nada que ver con la perspectiva del observador, ni con los prejuicios, ni con tus objetivos. Eres la suma de todas tus experiencias, eres un ser desvalido y temeroso. Eres un individuo en medio del caos de la humanidad… y si eres sincero al menos contigo… eres un niño asustado, que solo quiere ser amado y sentir calor y seguridad.
Eres, en definitiva, lo mismo que los demás. Un ser indefenso, temeroso de los otros, anhelando comprender, deseando saber… saber quien eres.
No deberíamos preocuparnos de lo que digan que somos, no deberíamos ocuparnos en decir como somos, no deberían importarnos ni sus opiniones ni las nuestras.
Pero hay que ser muy valiente para despojarse de toda máscara, de todo disfraz y mostrarnos tal cual. Cuanto más para mirar a los demás sin anticipar nada, esperando tan solo a conocer, a entenderlos, por si así llegamos a conocernos a nosotros mismos un poco mejor… y tal vez a amarnos tal como somos.