Dimensión

Llenas de rojos los espacios; he confundido las horas con los colores que dejas a tu paso, despacio reivindico los tenaces recuerdos que muertos sobreviven para nombrarte y ser como siempre: el inevitable reencuentro de tu olvido.

Existe un vasto camino hasta tu pecho; el que destierro suavemente es el indicio, el que avasallo en su desarrollo es el destino, al filo de tu vera está tu rostro varado a mi llegada, ¡Morada encantada de tus bustos!

Sumisa del sauce, canto de los flamboyanes, allá a lo lejos se encuentra el ciprés apartado de todas las nostalgias, de todo el rosario de carisias que se llevó la insolente luz de tu aliento.

Si el mundo es un cambalache da lo mismo ser derecho que traidor, los inmortales nos han igualado, dale no más, dale que va: que allá en el horno nos vamos a encontrar.

Las canciones nos aguardan en la espera sigilosa, donde el papel de arroz se confunde con el viento donde el llanto es el nacimiento de la sangre que llevas por las venas donde me busco en tu piel como si estuviera perdido en el cosmos excitante de tus labios.

El sendero verde que me allegó Neruda, donde siempre nos reencontramos con la esperanza que duerme en los pliegues que da la presencia.

He reinventado una odisea de carisias. Al batallar quiero tus emociones atadas al flujo más común de mis nociones donde el sol se divisa del día y como agonía de la tierra: desviste el azul.

Nicolás Bera