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Disyuntiva

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Littera, 16 de Octubre de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 465

  1. Littera

    Littera Poeta asiduo al portal

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    Hombre
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    –Antes de tomar una determinación –dijo un hombre de edad avanzada, arrugadas facciones y ralos cabellos al joven que, en el borde mismo de aquellas voraginosas cataratas, amenazaba con borrar su vida de la faz de la tierra–, presta atención a mis palabras. Si das un paso más caerás sin remisión a las entrañas del abismo. Apenas sentirás dolor alguno, más que el viento bata tu rostro con un ímpetu animal. Muy al contrario, un intenso placer, pues verás, aunque por postrera vez, más claramente de lo que jamás hayas podido en todos estos años, a la mujer de tus sueños. Creerás beber el rocío de sus labios y libar el néctar de su piel; creerás caminar, cogido de su mano blanca y tersa, una playa de arena resplandeciente mientras desfilan por la alta bóveda los rosáceos matices del crepúsculo; creerás reclinar la cabeza en la mórbida textura de su seno en tanto la noche arropa a la tierra con una sábana de estrellas; y creerás oír su voz, ora pronunciando tu nombre con una modulación sensual, ora convidándote a degustar las delicias del amor. Al final, no obstante, cada cual de esas idílicas proyecciones mentales dejará paso a la nada. Tus huesos chocarán contra las rocas del fondo, que, duras como diamantes y afiladas como lanzas, los romperán en mil pedazos. Morirás de manera instantánea, cual si hubieras recibido un disparo a bocajarro.
    <<Si retrocedes, por el contrario, te aferrarás a una existencia regalada. Una existencia en la que nunca habrás de mendigar en la cruel desnudez de las calles una hogaza de pan, y ni tan siquiera solicitar leves ayudas o favores. Jamás acumularás deudas ni caerás presa de alguno de los múltiples vicios que oprimen el alma humana hasta destruirla por completo. Poseerás cuantos bienes puede proporcionar el dinero, y las mayores comodidades que ha definido el progreso formarán parte de tu cotidianeidad. Tu salud se equiparará a la de un robre. Desconocerás la enfermedad, y ella a su vez te ignorará. Cada mañana despertarás sobre un lecho de suave terciopelo, dedicarás las horas jóvenes del día a gozar de mil ocios ligeros e inocentes, atenderás luego fructíferos negocios en distintas partes del mundo sin necesidad de abandonar el innombrable lujo de tu salón, y por último dormirás con la tranquilidad de un hombre que se sabe dueño de un destino exento de dificultades.
    <<Sin embargo, no podrás ganar el afecto de la mujer a la que amas. Nunca podrás paladear su compañía, y solo alcanzarás a contemplar su ondulante figura desde la distancia. Sentirás envidia de aquellos a quienes preste sus atenciones, y por momentos el deseo de apuñalarles el corazón de un modo terrible y despiadado. La soledad se convertirá en tu pertinaz compañera. Fracasarás invariablemente en los intentos por librarte de su abrazo, mas no será este hecho de por sí lo que lastime tu espíritu, sino tu incapacidad para encontrarle una explicación. Las alegrías y desdichas de la gente volarán como gráciles hojas a tu alrededor, pero jamás penetrarán la burbuja en la que, sin apenas ser consciente, te hallarás aprisionado. Tu pupila nunca tendrá la oportunidad de reflejar en su centro la sublime inmensidad del océano; tu oído nunca vibrará con el lindo murmullo de los ríos y el indescifrable lenguaje de los bosques; tus dedos nunca navegarán la delicada superficie de la hierba que alfombra las praderas más prístinas y virgíneas, ni se deslizarán por el tronco de las imponentes magnolias, de los esbeltos badianes y de los exóticos ébanos; y tu olfato nunca captará las fragancias exquisitas que exhalan las ardientes rosas, los selectos claveles y los ufanos jazmines al estallar en los jardines la primavera.
    <<Transcurridos luengos y monótonos años, te volverás irritable y melancólico. Descubrirás grises los cielos que antaño eran azules, y dejarán de complacerte las distracciones que solían sofocar tus frustraciones y suministrar gotas de regocijo a tu pecho. La mujer que previamente referí contraerá matrimonio y fijará su residencia en lejanas latitudes a las que ni los sueños te desplazarán.
    <<Si bien tu hacienda no enflaquecerá, sí lo hará tu cuerpo: a un ritmo lento pero continuo, además, se irá llenando de achaques, y una hora maldita advertirás la consistencia de la paja en tus rodillas y la especie del barro en la planta de tus pies. Cierta noche de un huraño invierno, como si fuera una vela débil y envejecida que desiste en el empeño de prolongar su inanidad, tu pulso cesará en el más absoluto de los silencios. Tu última sensación será la de haber atravesado un camino (el de la vida) asendereado, carente de atractivo e infestado de rancios convencionalismos; un camino preñado de sombras que antes que tú conculcaron un sinfín de seres más parecidos a bestias ovinas que a hombres y mujeres libres. Nadie derramará lágrimas por tu pérdida; nadie te recordará jamás. El olvido envolverá tus restos, y la helada tramontana obliterará todo vestigio que de tus acciones pudiese quedar>>.
    Expuesto lo cual, calló. Por su parte, el joven, que no había movido un músculo y se mantenía, pues, al borde del precipicio, cerró los ojos y dejó escapar de su garganta una pareja de suspiros, mezcla de perplejidad y agotamiento. Por espacio de un minuto (que más pareció una eternidad) pudo percibirse cómo se debatía entre dos polos opuestos; cómo dudaba, tal que dudaría cualquier mortal en semejante situación, acerca de qué opción escoger y qué opción desechar. Al fin, volvió a abrirse su mirada, y una tímida sonrisa se dibujó en su boca. Extendió a continuación los brazos con medida parsimonia, cuadró los hombros y articuló unos lacios acentos cuyo sonido no tardó en extinguir aquel más poderoso de las aguas. De seguida se arrojó al abismo ante el inconmovible semblante del anciano, quien había estado observándolo desde el principio.
    &#8211;Una sabia decisión &#8211;exclamó el antedicho&#8211;. Ojalá yo la hubiera tomado cuando tuve ocasión de hacerlo hace mucho, mucho tiempo. Que más vale un instante, aunque turbulento, junto al Amor, que un siglo de belicosa paz sin él. Que más vale entregar el aliento al ser alcanzado por sus doradas saetas que vagar por un desierto infinito bajo el pretexto de evadirlas.
    Tras proferir estas palabras con un deje neutro, permaneció largo rato examinando el despejado horizonte, hasta que la carrera del gran astro en el cielo llegó a su término y un manto penumbroso fue dilatándose por doquier. Dio entonces media vuelta, y presto sus combadas espaldas se perdieron en la espesura que aislaba y protegía aquel prodigioso y exuberante feudo de la naturaleza.
     
    #1
    Última modificación: 16 de Octubre de 2012

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