Divagación de primavera.

Esta haciendo mucho calor los días lastiman la vista, donde se encuentran las tormentas que en otros tiempos abrazaban las ciudades por noches enteras. Creo que esta vez no podré contar con las lluvias para consolar el corazón, lejos en mares lejanos se deshacen las nubes y en los poblados los letreros terminaron con la ternura de la brisa.
Me encuentro en una nueva nación hay mucho que aprender y que soportar aquí. Extraño mucho a los pueblos que nada más necesitan delos vientos fuertes y los festines locos y pueden de todo lo demás redimirse. A los pueblos que por estar aislados todavía no han acabado con su afán de libertad.
He estado impregnándome del mismo color pálido de la gente cuando en otras ocasiones experimentaba un despertar y una infinita alegría de la conciencia y amé el temperamento de los dioses y los divinos esplendores, la madre tierra se me había mostrado y una radiante esperanza se impregnó en mi cuerpo como una luz. Ahora no, he vuelto a estar disperso y distraído. Inevitablemente solo he logrado terminar con las defensas bajas y es cuando incluso puede aparecer un enfermizo enamoramiento.
Desde el día en que irrumpió tu gran belleza me la he llevado pensando mucho en ti y en vuestra alma perdida, innumerables y tristes canciones se han inspirado de enfermedades como la tuya y me he preguntado muchas veces a donde habría que buscar para dar con tu hermosura si fueses libre, pero vos misma optaste por entregarte a la seguridad de los hombres, ahí es donde no has sabido cómo dejar de llorar y sobre esta superficie te dejaron los astros.
En este momento que se puede esperar de los hombres, que se puede esperar de mi. Muchas veces me siento abandonado por nuestros dones naturales y solo puedo regresar a destruir mis dientes con piedras, puedo pasar arrastrándome temporadas completas solo para evitar la muerte, eso es lo que no he podido dejar de hacer. He sido contagiado por el mismo espectro y me temo que no podre reconstruir el mundo si en buena hora no se arma el silencio. Es la condición de dios que el hombre sepa escribir en el silencio. Es nuestro único camino encariñarnos con todos los climas y saber despedirlos cuando nos perdemos lejos en el horizonte.