Divina Encrucijada

En los lugares más recónditos el alma,
Se esconde la verdadera esencia,
A veces llega en estado de calma,
A veces por una divina presencia.

Cuando el ser humano se siente preso,
Clama de rodillas al ser creador,
Olvidando no obstante sus excesos,
Que de aquellos males le hicieron portador.

Abrase el hombre al mundo,
Abrase su pecho al Amor,
Si fuese preciso redundo,
Alejemos por Dios tanto dolor.

Es suficiente lo que ya se nos envía,
Ambiciosos pedimos más y más,
Sin percatarnos de los dones de cada día,
Incontables, preciosos, ¿para qué más?

Si comprender ciertos designios pudieramos,
No veriamos la maldad a la que a veces los atamos,
Pues si lo bueno queda expuesto,
Cierto es que de ello nunca nos recordamos.

Así no os lamentéis por la ausencia de quien no creeis,
Sino por buscar excusa para la fe de aquellos,
Que en su ánimo de creer en algo,
Os dicen ayuda al prójimo siempre deis.

Una figura celeste, divina o que más da,
Quien quiera creer igualmente creerá,
Pero no es tan importante decidir quien nos cuida,
Como evitar el mal que profiramos.

Sed nobles en nombre de quien os plazca,
Incluso de vuestra propia persona si así quisierais,
Pero no inflijais dolor al prójimo,
No más del que la vida opera.

Sed generosos y dejad que la bondad os llene,
Negad al mal la entrada a vuestras casas,
Alejad de vosotros inmundicias contra nadie,
Sed gente honesta, honrados para con todos.

Vivid en paz y en armonía,
Igualmente advertir a quien proceda,
No se os prive de alegría,
Ni que males se os conceda.

Vivid pues siendo libres,
Sin privar de libertad a otros,
Vivid en definitiva felices,
Que haya dicha entre nosotros.
​