Dónde... dónde estás.

Hay un cuarto que está repleto de imágenes divididas por los años. En la mente, en el alma.
Hay una mesa al fondo con un ramo de violetas, dos tazas de café y una servilleta en medio con una frase...
Hay una caja con pequeños detalles que se encuentra cerrada con un candado. Sólo hay una ventana con un marco de madera donde cada mañana y al atardecer la habitación se llena de un color dorado, y la luna -en el mes de octubre-, parece estar dentro del cuarto.
Y allí estoy yo... en el extremo de la mesa. No sé cuánto tiempo llevo sentada allí pero alcanzo a percibir que las fotos se están borrando. Las has borrado y sólo aparezco yo. Las flores, tus favoritas, ya se han marchitado y el café ya se ha enfriado.
Ahí estoy yo, viendo hacia afuera. No hay color dorado ni luna qué contemplar, parece como si también se hubieran ido contigo. La caja está cerrada y no tengo llave. Y la servilleta en mi mano con nuestra frase robada de una película: ¿seguirás amándome por la mañana?, se ha quedado sin respuesta pues el lugar que era tuyo está vacío porque te has ido a sentar a otra mesa... sin mí.

¿Dónde, dónde estás?