Donde las flores van al mar

Había un lugar donde vivían los hombres,
un lugar para observar, un lugar para reír.
Había un lugar donde bailaban los árboles,
Un lugar para escuchar, un lugar para entender.
Había un lugar donde la tierra cambiaba de forma,
Un lugar para soñar, un lugar para aprender.
Había un lugar donde las flores iban al mar,
Un lugar para limpiar y desprender la tristeza.

Había un río, en un lugar oscuro y salvaje,
encerrado entre la vegetación.
Era un río cristalino y limpio,
en el que las rocas del cauce brillaban con luz propia,
pudiéndose ver bajo el agua durante la larga noche.
Ahora, hay un lugar claro y luminoso,
por el que corre el cauce de la vida.
Hay un lugar que no existiría sin ti,
mi vida.
Hay un lugar donde el agua puede limpiar mi alma.
Hay un lugar donde las penas no se pagan con sangre,
se depuran con agua.

Me dije de ir tantas noches,
me dije de dejarme llevar por la corriente,
y me pregunté tantas veces,
donde irán aquellas flores a parar.
Mientras soñaba que irían al mar.
Espero haberla ayudado,
tanto como ella me ayudó.
Ahora le tengo miedo,
y no se si esta o no.
Aveces la siento,
y otras dudo que sea ella.
Pero espero haberla ayudado,
como ella me ayudó.
Pues mis flores nunca salieron de este codo del río,
pero mis ilusiones se ampliaron cunado mi Luna trajo el mar consigo.

Ahora hay un lugar claro y luminoso,
donde mi corazón se llena de luz y de brillo.
Ahora hay un lugar cálido y frío,
donde, aunque costosamente, siento y vivo.

 

Magnifico ese lugar que describes, compañero. Abraza al corazón una calidez grata, y tales espacios siempre son buenos para el espíritu, en medio de tanto moderno ajetreo.

Un placer leerle.