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Duendes.

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por juana rivera medina, 20 de Agosto de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 734

  1. juana rivera medina

    juana rivera medina Poeta fiel al portal

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    Mujer
    Nadie me lo cree, pero en mi casa hay duendes. Creo que siempre han estado; desde que llegamos a vivir aquí, supe que había alguien más que los miembros de mi gran familia.
    A veces, son solo sombras que pasan rápidamente y son visibles solo con el rabillo del ojo,
    pasan por entre los muebles y a veces los puedes percibir, pero no ver. Están ahí, pero invisibles al nuestra mirada.
    Es más fácil que los niños los puedan ver, sin embargo, a veces también los adultos como yo y mi familia, que tenemos la facilidad de ver el MUNDO PARALELO, el de los espíritus, duendes y hadas.
    Los duendes, como todo genero viviente, los hay buenos y malos, amargados y divertidos, hembras y machos, por eso no hay que confiar e todos, ni verlos como seres inofensivos con los que nuestros niños pueden jugar, ojo, no son juguetes, son seres vivos.
    Nadie sabe donde viven, aparecen y desaparecen de este plano, yendo y viniendo a su antojo.
    Ahora los mencionan como espíritus chocarreros, poltergeist, y cosas así…SON DUENDES, simple y llanamente duendes.
    Nunca has escuchado que te llaman por tu nombre desde debajo de la cama? Son ellos.
    Has escuchado risas, murmullos o canciones que no conoces? Son ellos.
    Desaparecen o se caen cosas sin que nadie las toque?
    Sorpresa!!! Tienes Duendes en tu casa!!!
    He leído que los duendes son elementos de tierra, pero yo encontré muchos viviendo a orillas de arroyos y acueductos.
    Se escondían entre los arbustos y detrás de las piedras.
    Había uno que brincaba al agua en cuanto me veía llegar. Cuando lo llamaba, me tiraba piedritas o pedazos de árboles secos.
    Cuando contaba con cuatro o cinco años, me llevaron a donde tenían varias ollas de cobre llenas de monedas de todos tamaños, había piedras de colores, relojes, anillos, collares de cuentas y muchas otras cosas que brillaban a la luz de antorchas.
    Recuerdo que entramos por entre dos grandes árboles de nogal a una especie de cueva, pero no estaba oscura o húmeda, era como una habitación con las paredes de tierra.
    Los duendecillos eran pequeños, el más alto me llegaba apenas al hombro, calculo ahora que medía unos 90 centímetros, y los más pequeños apenas rozaban mi rodilla 20 o 25 centímetros tal vez.
    Había jóvenes y ancianos, mujeres y varones, algunos de ellos muy apuestos, aunque su ropaje era muy colorido; morado, azul, verde, rosa, naranja, amarillo, pero en las versiones más fuertes y brillantes que recuerdo.
    Los había con zapatos limpios y brillantes pero algunos andaban descalzos. Sus pies diminutos, tenían grandes dedos y sus uñas parecían garras de ave; pese a todo no me dieron miedo.
    Caminé un buen rato entre ellos, y de repente se hizo un gran silencio, vacío, hueco.
    Una mujer, alta y muy blanca, de cabellos cobrizos, casi rojos se apareció de entre unas rocas.
    Sus ojos eran grandes, muy grandes para su rostro y de un verde muy intenso, brillantes, como si estuviera a punto de llorar. No vi sus manos, parecía que estaban dentro de la túnica que la cubría. Tampoco vi sus pies, es más, recuerdo que ni siquiera pisaba el suelo.
    Me sonrió, su boca era igual de pequeña que su nariz. Ahora, cuando veo las muñequitas de animé se le parecen mucho. Luego dijo algo y su voz era como si sonaran campanillas de metal, pero pequeñitas. No recuerdo que dijo, pero sé que entendí su palabra.
    La voz de mi madre se escuchó a lo lejos, llamándome preocupada.
    La angustia se apoderó de mí, busqué la salida pero no la vi entre los muros de tierra.
    De repente, a mi lado, la personita que me había conducido hasta ahí, se apareció tomando mi mano y me guió hasta la salida.
    Vi la luz del día. La tarde empezaba a caer. Me vi sola en medio de los árboles de nogal. De nuevo la voz de mi madre se escuchó más cercana y fui siguiéndola hasta que salí del enorme patio, de una casa vieja que solo había visto por fuera.
     
    #1

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